Capítulo 14

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NARRA ANYA

—Segundo, el colgante no era de tu madre —le dije enseñándoselo—. ¿Por qué mentiste?

Me miraba patidifuso. Melinda, en cambio, confusa.

—Eh... —Miró a otra parte.

«Estoy segura de que hay una explicación», pensé.

—No lo sabía —dijo al final.

—¿No lo... sabías? —repitió su madre—. Pero, Damian, tú sabes perfectamente cómo era el colgante que tu abuela Marie me regaló.

Le miré a Damian nuevamente.

—Eh... uh... Pensé que era ese.

«Creo que no está siendo honesto», pensé.

Melinda suspiró y se volvió hacia mí.

—Anya, no le hagas caso a mi hijo. —Damian desvió la mirada—. De todas formas, gracias por haberlo encontrado. Intento recordar cuál es, pero no lo consigo. —Melinda observó el colgante con determinación—. Tómalo como un regalo de agradecimiento y muchas gracias por habérmelo traído.

Abrí la boca, impactada.

—¿Me lo estás... regalando? —pregunté descolocada—. ¿Hablas en serio?

Melinda sonrió.

—Sí.

Lo cogí.

—No... no sé qué decir. Yo... —me ruboricé y alcé la cabeza— te lo agradezco muchísimo, Melinda. Eres muy generosa.

Damian nos miraba sin saber qué decir.

—Sé... que no es el mejor momento para intervenir, pero... —dijo él— encontramos ese colgante en la piscina.

Me alarmé.

—¡Es por eso no puedo quedármelo! Debe de ser de alguien... ¡Además, tiene pinta de ser muy valioso!

Damian negó con la cabeza.

—No, no sabemos de quién es. Además, lo encontraste tú. Ahora te pertenece a ti —me dijo, devolviéndome el regalo.

Lo observé más de cerca.

—Gra... gracias... —le dije a él también.

—Oh, sois muy lindos juntos —opinó Melinda de repente.

—¡¿Eh?! —exclamó Damian—. ¡¿Cómo?!

Melinda echó una carcajada.

—Ay, me encanta —comentó y salió de su habitación, dejándonos solos y confusos.

Nos miramos y apartamos la mirada con rapidez.

—Um... yo... —dijo Damian y yo me reí—. ¿Qué? ¿Qué es tan gracioso? —preguntó.

Seguía riéndome.

—Creo... que esta ha sido la situación más graciosa que he vivido a la hora de recibir un regalo —dije todavía riéndome.

—¿Ah, sí...? —dijo Damian ruborizado.

«Pues más se reiría si le dijera que le dije que fuéramos a la piscina para evitar decirle eso...», pensó él de repente.

Dejé de reír.

—¿Cómo? —pregunté.

—¡No, no, no, no quería decir eso! —exclamó Damian de repente.

—¿Evitabas decirme algo? —Se quedó en silencio—. Creo que me debes varias explicaciones...

Damian empezó a ponerse demasiado nervioso.

Léeme - Damian x AnyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora