Extra 3

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NARRA ANYA

Damian y yo ya éramos novios. ¡No sabía que estar en una relación entre pareja fuera tan lindo!

Después de haber estado con Luka y el hecho de estar ahora con Damian, me hizo ver lo diferentes que eran. Luka jamás me había regalado nada el día que nos hicimos novios. Sin embargo, eso fue precisamente lo primero que hizo Damian un día después de hacernos novios:

Estaba vestido formalmente, en frente de la puerta de mi casa, con el pelo muy bien peinado y con un ramo de rosas en las manos. Intenté no reírme nada más verlo en ese estado, pues me pareció un detalle de lo más tierno.

—To... to... toma —me dijo nervioso, ofreciéndome las rosas.

Le dirige una tierna sonrisa y acepté las rosas.

—Gracias, Segundo. Son hermosas —dije y las olí—. ¡Guau! ¡Qué bien huelen!

Se sorprendió un poco y se sonrojó.

—¿Acaso nunca te han...? —se atrevió a preguntarme.

Le miré.

—No, nunca me han regalado rosas... —Le sonreí—. Me alegro de que tu hayas sido el primero...

Nos quedamos mirándonos el uno al otro con mucho amor.

Me separé de la puerta para invitarle adentro.

—Anda, entra —le dije felizmente.

—¿A tu padre no le molestará?

—No, qué va. Además, lleva metido en su habitación todo el día. No saldría de ahí ni si una bomba nuclear explotase —bromeé.

Damian no se rio. Es más, se quedó mirando la puerta de la habitación de papá durante un rato.

—¿Quieres que te prepare té? —le pregunté por cambiar de tema y dejando las flores en un jarrón.

—Si no es mucha molestia... —murmuró.

Negué con la cabeza y me dirige a la cocina para ir a prepararlo.

Una vez listo, llevé el té al salón.

Me sorprendí al verlo observando la foto que ambos nos sacamos en el festival de la excursión a la que juntos fuimos. Múltiples recuerdos invadieron mi mente.

Sonreí un poco.

—Segundo, ¿qué haces? —pregunté, intentando no reírme.

Dio un salto, asustado, al escucharme y casi tiró toda la estantería abajo.

—¡Ey, ey, tranquilo! —le dije, tocándole el hombro para sosegarlo.

Sin embargo, eso solo empeoró las cosas.

Se cayó al suelo y se chocó contra una maceta que tenía cerca.

—¡Segundo! —dije e intenté despertarlo—. ¡No puede ser! ¡¿Qué hago?!

Miré a todos lados, pero lo único que se me ocurrió fue dejarlo tumbado en el sofá y traer unos hielos para bajar su temperatura.

«Solo espero que se recupere pronto...», pensé muy preocupada.

Al cabo de medio minuto, se despertó. Le miré muy aliviada al verlo despertarse.

—¡Menos mal que sigues vivo! —susurré un poco alto.

—¡¿Qué pasó?! —preguntó mirando a todas partes—. ¡¿Dónde estoy?!

—Tranquilo. Estás en mi casa. Me has regalado unas flores. Te he hecho té. Te has desmayado. Y te he traído al sofá —simplifiqué.

Léeme - Damian x AnyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora