Capítulo 93

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NARRA ANYA

¿Por qué? ¿Por qué estaba tan nerviosa?

Llevé una mano al pecho y vi lo acelerado que estaba mi corazón.

—¿Por qué estás... aquí, Segundo? —pregunté casi mascullando.

Él seguía detrás de la puerta, impidiendo que yo pudiera verle la cara. Tampoco podía saber lo que ocurría, pues él ya había aprendido a ocultar todo pensamiento que él quisiera que yo no leyera.

—No lo he... conseguido, Anya —tartamudeó con la voz débil—. Lo... siento... muchísimo.

Puse una mano en la puerta como si de esa manera pudiera tranquilizarlo.

—¿Qué no has conseguido? —pregunté con voz serena.

—Vas a... tener que mudarte a... Francia —susurró con la voz quebrada.

Bajé la mirada.

—Eso ya lo sabía...

—¡Quería evitar que eso sucediera, pero...! —Escuché unos sollozos—. Lo siento... Perdóname...

Sonreí.

—No te disculpes, Segundo. No has tenido la culpa de nada —murmuré—. Tranquilo. Eso era algo... prácticamente imposible de evitar.

Se quedó un rato en silencio.

—Anya..., eres... alguien admirable.

Me sonrojé un poco.

—Tú también lo eres, Segundo. Ojalá... pudiéramos pasar más tiempo juntos.

Otra vez se quedó en silencio.

—Anya, quiero que... tengas en cuenta que... nuestra... amistad es muy valiosa para mí —dijo él.

—Lo sé, porque para mí también lo es.

—Quiero que sepas que... eres alguien demasiado especial para mí y que por nada en el mundo querría separarme de ti...

Eso me asustó un poco.

—¿Se... Segundo?

—Así que..., por favor..., tenlo muy en cuenta.

—¿Por... por qué dices eso?

—Te pido perdón por todas las veces en las que... te he tratado mal, te he decepcionado, te he insultado o te he infravalorado... Cada vez que recuerdo esos momentos, me culpo a mí mismo por haberlo hecho.

«¿Cuál es el punto de todo esto?», me pregunté. «¡¿Es... una despedida?!».

—He sido... tan feliz a tu lado que... te has convertido en alguien de suma importancia en mi vida —siguió diciendo mientras yo intentaba no llorar—. Agradezco que hayas sido alguien tan cercana a mí, Anya. No sé... lo que será de mí a partir de ahora sin tu presencia.

«¡ESPERA!», pensé de repente. Abrí ampliamente los ojos y se me cambió la cara a la de una preocupación. «¡¿ESTO NO SERÁ...?!».

Empecé a dar pequeños pasos hacia atrás.

—Ojalá hubiera sido amigo tuyo mucho antes... Antes de que te hubieras marchado a Francia cuando teníamos siete años... —seguía diciendo Damian.

Empecé a recordar el día en el que el sabio Alfred le predijo a Damian acerca de su vida amorosa:

—Claro que no, caballero. Yo veo... que tendrás una vida amorosa muy buena. Preveo que esa persona tan importante que es para ti en la actualidad será... es la persona de la que estás enamorado...

Léeme - Damian x AnyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora