Extra 5

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NARRA DAMIAN

Pasó una semana desde que nos comprometimos. Cada vez que veía a Anya sonreía como un tonto. Era muy feliz. Solo deseaba que el tiempo pasara rápido para que ambos pudiéramos casarnos lo antes posible.

Visitaba a Anya cada vez más frecuentemente, teníamos más citas y, en general, pasábamos más tiempo juntos. Se notaba que éramos muy felices.

Durante este tiempo no dejábamos de planear nuestra boda, pensábamos dónde y cuándo hacerla como si no hubiera un mañana. Nunca me había sentido tan unido a ella mientras hablábamos sobre el tema.

Lo que más me alegraba de todo este asunto era verla tan feliz. Debo admitir que al principio pensaba que Anya se sentía forzada a casarse conmigo, pero rápidamente me deshice de ese pensamiento nada más verla tan entusiasmada de ser parte de mi familia, y yo de la suya.

—¡Quiero que compremos un castillo de princesas! —decía ella superemocionada mientras deliraba.

Me reí un poco.

—¿Y dónde hay uno en venta? —pregunté, siguiendo con la broma.

Anya se quedó pensando.

—¿Podemos comprar el Castillo de Newton? —preguntó pensativa.

—¿El Castillo de Newton? —repití atónito.

—Es el castillo que mi papá me alquiló un día antes de que empezara las clases en Eden.

Me quedé pensando.

—O si no... —siguió diciendo Anya— está el Castillo de los Billingtons...

Jadeé.

«El castillo al que de pequeños fuimos en Nochebuena...», pensé al recordarlo.

—¡Sííí! ¡Ese mismo! —dijo entusiasmada, dando vueltas y saltando como una niña pequeña.

«Es preciosa... Es inevitable decirle que no...», pensé observándola, embobado.

Se detuvo y me miró sonrojada.

Desvié la mirada y la centré en otra parte.

—¿Dices... que es inevitable decirme que no? —preguntó ella, acercándose a mí sigilosamente.

Me ruboricé a la vez que sentía mis mejillas muy rojas y ardiendo.

—En ese caso... —dijo ella, a mi lado, mirándome fijamente.

Estaba alelado, solo podía mirarla como si fuera un ángel que brillaba incluso en la oscuridad.

Me acarició la mejilla con la mano donde llevaba el anillo puesto. Durante esa semana no se lo había quitado ni una sola vez. Le encantaba.

—...¿harías todo lo que yo te pidiera? —me preguntó mientras acercaba su rostro al mío.

Llevé mis manos a las suyas, me encantaba su tacto.

—S... sí... —Intenté besarla.

Me puso un dedo sobre los labios.

—Pues cómprame maní. Se me antojó —me pidió caprichosamente y con una sonrisa orgullosa.

La miré con rabia y suspiré pesadamente.

—Como quieras... —gruñí levantándome y dirigiéndome a la puerta.

Anya se rio un poco.

—Gracias, amor —me dijo antes de marcharme.

«¿A... amor?», me pregunté sonrojado. «Ahora sí que me han entrado ganas de ir al súper para comprárselo...».

Léeme - Damian x AnyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora