Luna Woodward cerro la puerta de la habitación tras volver a comprobar una vez más como estaba Lexa Woodward, su hermana desde que habían salido de aquel supermercado y se dirigió en silencio a su habitación, necesitando sentarse sobre la cama para tratar de digerir lo que había pasado.
No podía quitarse la imagen de Lexa completamente aterrorizada en cuanto aquella botella impactó sobre el suelo, y todo lo que vino después de aquel ínfimo suceso.
Cuando al fin pudo salir del supermercado y la buscó, la encontró sentada en el suelo junto a un enorme charco de vomito y temblando como un animalillo asustado como si de algún modo esperase el castigo que vendría tras haber provocado esa ruptura en el cristal.
Luna no podía creer lo que sus ojos veían y el alma se le rompía en pedazos cuando consiguió agacharse a su lado para abrazarla y hacerla sentir segura susurrándole palabras tranquilizadoras.
Ni siquiera recordaba cuanto tiempo habían pasado así pero si que en algún momento había conseguido que Lexa pudiese levantarse, y la acompañase hasta el coche. Luna había aferrado las manos al volante temblorosa y desencajada mientras volvía la cabeza a cada poco intentando sofocar aquel temblor en ella colocando la mano sobre la suya en el asiento del copiloto.
Hacer que saliese del coche no había sido tarea fácil porque Lexa apenas parecía poder tenerse en pie por si misma pero Luna la había ayudado entrar torpemente y la había llevado a su habitación para que se echase un rato. Después había ido a por su medicación, y había hecho que tomase dos de las pastillas junto a un enorme vaso de agua que ella misma había tenido que ayudar a empujar suavemente con la mano para que lo tomase.
Lexa se había tumbado entonces encogiéndose en la cama y abrazándose las rodillas como si intentase dejar de temblar por si misma sin poder conseguirlo y Luna la había cubierto con las sabanas y la manta. Estaba helada. Total y completamente fría. Su piel permanecía tan erizada que por un momento creyó que Lexa se habría quedado en la zona de las neveras por un buen rato antes de que ella la encontrara aun sabiendo que no había sido así.
Dirigiéndose al umbral de la puerta salió por él y empujo la puerta hacia delante no cerrándola del todo para poder escucharla si Lexa decidía llamarla y al sentarse sobre su cama decidió escribirle un mensaje a Lincoln, mensaje que apenas pudo releer por sus lágrimas. Ella también estaba temblando por los nervios.
No tenía ni idea de que había podido pasar para hacer que Lexa se sintiese de ese modo allí o que mal recuerdo le había traído aquella botella de vino al romperse pero su corazón se encogía y desquebrajaba solo de pensarlo.
Se maldijo a si misma por haberle hablado de la manera en que lo hizo sin ninguna intención, ella ni siquiera le había dado importancia pero ahora sentía que quizás Lexa se había podido sentir regañada o recriminada y el haber podido causar ese malestar en ella la destrozaba.
La había visto mal otras veces durante aquellos últimos tres meses, especialmente durante el primer mes en el hospital y siempre que acababa alguna de aquellas sesiones de terapia pero no recordaba haberla visto temblar de aquella forma ni comportarse así nunca.
Como si ella sintiese de verdad que podrían castigarla por lo que había hecho, por romper una simple botella.
Luna estaba sobrepasada, y estaba sola con Lexa no sabía a quien llamar. No quería contarle nada a Lincoln que pudiese preocuparle demasiado tan solo le había pedido que volviese cuanto antes a casa, que le necesitaba. Después de aquello había querido enviar un mensaje a Roan pero no lo había hecho, seguramente Lexa no querría que lo hiciese. Incluso al enviar aquel mensaje a Lincoln, su Lincoln, sentía que la había traicionado de algún modo.
Luna cruzo los brazos por encima de su pronunciada barriga y trató de abrazarse a si misma, de contenerse mientras ese débil temblor la recorría.
Ella era enfermera. Era una profesional pero cuando se trataba de su propia hermana perdía completamente los papeles y no sabía como actuar al respecto preocupándole el poder causarle un mal mayor en lugar de resultar un consuelo para ella.
Se sentía inútil e impotente. La mente de Lexa parecía tan corrompida algunas veces que ayudarla a recomponer aquellos pedazos le resultaba casi una tarea imposible.
Estas tres últimas semanas la había visto tan, tan pero que tan bien que había olvidado lo frágil que era y lo mucho que podía romperse por cualquier pequeña cosa y ahora lamentaba el haberse confiado de aquella manera.
Quizás aquella cena no había sido tan buena idea como ella había pensado y quizás jamás debieron ir a aquel supermercado solas.
Luna levantó la vista y volvió la cabeza hacia la puerta de su habitación viendo la puerta de la habitación de invitados semiabierta y las lágrimas llenaron sus ojos por el temor de poder perderla en ese sentido de nuevo. De no poder aliviar en nada aquel sufrimiento suyo, aquel inmenso dolor.
No por favor.
No podían volver a aquel devastador punto de partida donde se habían encontrado en un principio, no. O ella no podría soportarlo, y dudaba que Lexa pudiese hacerlo.
Luna cerro los ojos llevándose la mano a la boca y con los dedos apretó su nariz para que Lexa no la escuchase sollozar, pero necesitaba sacar de dentro todo cuanto había sentido al verla de aquella manera, necesitaba desprenderse de ese desolador sentimiento que había sentido al verla así de vulnerable y afligida. Necesitaba desahogarse por pura necesidad de alcanzar algún pequeño alivio en su corazón encogido.
Llorar hasta que ya no le quedasen lágrimas y pudiese levantarse de allí para poder ocuparse de algo que no fuese ella misma ahora mismo. Liberar esa aprensión lacerante y lastimosa que la llenaba y la invadía.
Volver a poder poner los pies en la tierra de nuevo y centrarse en Lexa y en su proceso de nuevo. En ser una mejor hermana para ella y en sostenerla una vez más en aquel doloroso camino. Tan solo estar ahí para ella, tal y como Lexa merecía. Comportarse como su familia.
Continuara...
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La Fugitiva. Nuevos Comienzos.
FanfictionII Parte de La Fugitiva. Cuando la vida te golpea tanto y tan fuerte ya solo queda una cosa por hacer, una única cosa. Levantarse. Y a veces por muy difícil que te parezca no te queda otra que poder. Sufrimos, reímos, lloramos y sentimos con ellos...