57. Mentido

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Costia estaba preocupada por la forma en la que Lexa Woodward se movía calle abajo por la acera. No había conseguido que se detuviese y tampoco que cediese a acompañarla, tan solo a andar como si la necesidad de mantenerse en movimiento fuese mucho mayor a la necesidad de entender todo cuanto había pasado en el estudio.

Aparentemente parecía estar bien pero era más que evidente que no lo estaba, y aquella no era la primera vez que Costia había intentado que se detuviese en la acera. Estaba oscuro ya y aquel no parecía ser el mejor barrio para andar de noche solas.

—Lexa por favor, ¿podrías detenerte tan solo un minuto y escucharme? —volvió a pedir ella insistente viendo a lo lejos la zona de los bares, los pubs y los clubs y a los elementos que parecían haber brotado por todas partes para acudir a ellos como abejas a la miel—. Es tarde, estás mal y no deberías por andar por aquí sola, podría pasarte algo, podrían hacerte algo, ¿no lo entiendes?

Pero era como si ella estuviese en piloto automático.

—¿Qué podrían hacerme qué no me hayan hecho ya?

Aquella revelación hizo que Costia se detuviese momentáneamente viendo a Lexa avanzar por la acera pero cuando fue capaz de reaccionar se adelantó a ella para pararla antes de que siguiese avanzando.

—Vale, vale, escucha —la paro ella por los hombros obligando a Lexa a que la mirase y se detuviese—. No te conozco, no conozco tu historia ni conozco a la gente a la que te rodea pero si que sé algo con total seguridad y es que nadie se merece ser tratado como te han tratado a ti, ¿me oyes?

Lexa que observó aquellos oscuros ojos suyos llenos de preocupación que parecían tan y tan sinceros guardo silencio unos segundos hasta que de sus labios brotaron unas pocas palabras heridas.

—Me engaño.

Costia asintió despacio sin dejar de mirarla dejándola asimilar la idea.

—Me hizo creer que podía confiar en él, que las cosas serían diferentes esta vez y él también me engaño —pronunció Lexa con un profundo dolor reflejándose en sus ojos.

—Lo siento —replicó Costia sincera sintiendo realmente pena por ella y por como la trataban todos a su alrededor.

—¿Por qué todos me mienten y me traicionan? —se lamentó Lexa sintiendo las lágrimas llenar lentamente sus ojos frente a ella—. ¿Tanto me lo merezco? ¿tan mala soy?

La expresión en el rostro de Costia cambió al escuchar aquello y tan solo se acercó a ella y la abrazó queriendo conseguir darle todas aquellas fuerzas que sabía que le escaseaban en aquellos momentos pero sobretodo transmitirle lo equivocada que estaba en aquel razonamiento suyo.

—Estoy segura de que no.

Lexa que cerro los ojos al sentir aquel abrazo tan necesitado suyo bajo la cabeza apoyando la frente en su hombro pudiendo sentir toda aquella candidez, aquel calor y dejo que las lágrimas que había estado reteniendo en su garganta al fin se le escapasen.

—No puedo volver con ellos, no puedo... no puedo seguir huyendo así... no puedo quedarme aquí... no puedo...

Costia que entendía la delicada situación en la que se encontraba ella a pesar de por suerte no haber tenido que vivirla nunca se separo unos instantes de ella y llevo las manos a la cara de Lexa para acunársela y que la mirase.

—Entonces permíteme ayudarte.

Lexa comenzó a negar por temor a acabar siendo tan engañada como la última vez pero Costia se lo aclaró todo muy rápido.

La Fugitiva. Nuevos Comienzos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora