104. Un Momento

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Josephine Harper ya casi había acabado su turno en comisaría. Estaba procesando una última ficha policial que escaneaba junto al resto de pie junto a la fotocopiadora del mostrador mientras contemplaba en lo alto como la aguja del reloj avanzaba lentamente un minuto más marcando exactamente las cuatro y veinte de la madrugada.

Le faltaban exactamente cuarenta minutos para salir y no veía la hora de que el tiempo avanzase.

Aquella había sido una noche larga para ella que volvía una vez más a tener que ocuparse de lo que mejor se le daba, todo el papeleo y la recepción.

Ver todas las carpetas marrones apiladas a un lado de la fotocopiadora hacía que rememorase como había comenzado su noche allí.

Una disputa a las puertas de una discoteca, un asalto con arma cerca de un cajero, un conflicto vecinal venido a más, y su favorito de toda la noche. Desorden público.

Habían pillado a tres tipos salidos de una alocada despedida de soltero bañándose desnudos en una fuente no muy lejos de una fraternidad que ahora dormían la borrachera abajo en los calabozos a la espera de que pagasen su fianza.

Nada demasiado complicado con lo que no pudiese lidiar comparado con otras noche, la verdad.

Aunque algo la tenía tremendamente inquieta y es que había visto el semblante del teniente Kane al salir de su despacho pidiéndole que derivase todas las llamadas a su despacho a la sala de reuniones porque iba a permanecer en videollamada el resto de la noche allí.

A Harper aquello le había extrañado un poco, sobretodo después de haber visto marchar a Lexa Woodward de allí hacía las doce. Ella tampoco parecía estar de muy buen humor, y su expresión era bastante terminante.

Estaba claro que algo se cocía allí, algo de lo que ella no estaba para nada enterada.

Una alerta saltó en la pantalla del ordenador principal captando la atención de Harper y dejando la ficha escaneándose se acercó a ver de que se trataba. Un simple recordatorio del sistema para poner en marcha al día siguiente una nueva actualización de la base de datos.

Mientras cerraba la pestaña y tecleaba una numeración que confirmaba al sistema que debía posponerla, escuchó como las puertas de cristal de recibidor de la comisaría se abrieron pero no se volvió intentando volver a poner el sistema a punto tal y como estaba antes de la notificación.

—Solo un momento, por favor —pidió ella a la persona o personas que habían entrado de espaldas mientras tardaba al menos un minuto y medio más en cerrar una tras otra las pestañas que habían llenado de pronto el monitor.

Cuando al fin pudo cerrar la ultima, respiro aliviada y sonrió un poco para si de lo más satisfecha volviéndose para atender a quien fuese que había entrado allí, pero en cuanto se volvió su cara cambió.

Encontró a Niylah vestida con la misma ropa con la que la había visto irse aquel mediodía aunque algo más desangelada, su melena rubia estaba completamente enmarañada y su cuerpo entero temblaba. Tenía manchas de sangre en su ropa, en las manos y en buena parte de los nudillos y un enorme moretón comenzaba a formarse en buena parte de su cara que tenía parte del maquillaje corrido y las mejillas completamente empapadas.

—¡Niylah! —murmuró Harper de lo más angustiada cruzando el mostrador para ir a dar con ella fuera sujetándola al llegar a ella—. ¿Qué... oh dios, pero qué te ha pasado?

Niylah que trató de dejar de temblar intencionalmente a pesar de no poder hacerlo la miro con ojos aún llorosos mientras se pasaba el dorso de la mano por la cara queriendo apartarse las lágrimas.

—Quiero hacer una denuncia —fue todo cuanto dijo para conmoción de Harper que la miro aun angustiada, Niylah por primera vez parecía ser absolutamente consciente de la realidad y esta vez no la iba a dejar pasar—. La victima soy yo.

Kane que salía del despachó en ese momento con algunos papeles levantó la vista a lo lejos y se quedo de lo más parado viendola mientras retenía todo aquel aire en sus pulmones.

Mierda.

Joder, Richard, pensó.

Esta vez puede que si se le hubiese ido la mano con ella y esta vez tal vez, Kane, no le iba a poder proteger. Si él había sido capaz de llegar a eso con ella es que las cosas iban terriblemente mal entre ellos y ya no había solución alguna que valiese. Richard iba a estar muy jodido si Niylah le denunciaba, y de paso él también por encubridor.

Harper que trataba de sostener a Niylah que temblaba de aquella forma intentando hacerla llegar al mostrador la vio clavar fijamente la mirada en los ojos de Kane a lo lejos.

—¿Podrías... podrías llamar a Monty y pedirle que venga, por favor? —le pidió Niylah con voz rota justo antes de volver la cabeza para mirar a Harper a los ojos—. Le necesito aquí conmigo.

Harper que escuchó aquella necesidad en su voz, tan solo asintió aún con la mano en su espalda y la otra en su mano junto al mostrador.

Continuara...

La Fugitiva. Nuevos Comienzos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora