Lincoln estaba absolutamente desolado, devastado. No podía creer que por su torpeza, su inseguridad y su idiotez hubiese perdido al gran amor de su vida y madre de su bebé.
Mientras recordaba una y otra vez la forma tan herida y decepcionante en que Luna le había mirado una vez regresado a la casa que compraría junto a ella, supo en ese instante que la había perdido para siempre.
Vaya horror, aquello no podía estar pasando.
Reconocía que después de la noche que había pasado tratando de consolar a Lexa por el incidente con Roan creyó que tal vez serían las acertadas. Las que la conducirían a tomar una sensata decisión, a recobrar la razón y a dejarse aconsejar por alguien que sabía de todo aquello mucho más que ella.
En sus años de carrera profesional había visto y estudiado otros casos similares al de ella, quizás ninguno tan grave, por supuesto pero lo bastante para requerir de ayudar psicológica inmediata e intensa.
Existían algunos centros psiquiátricos especializados en la atención a victimas de trauma muy buenos y él solo quería lo mejor para ella.
Y para él, le recordó su mente con una voracidad y un egoísmo impropios de él.
Lexa no era ningún estorbo, no lo era. De hecho había mantenido una muy buena relación con ella hasta hacía poco más de unos días en los que había sido consciente del impacto que su presencia había tenido en Luna, cambiándola, moldeándola, adaptándola a una malograda realidad estresante que conseguía alterarla y crispar sus nervios.
Antes de todo aquello Luna estaba bien. Ambos estaban bien y la idea de culpar a Lexa por esa perturbación en sus vidas, por esa discordia fundada le hacía sentirse una muy mala persona. Un miserable hijo de puta codicioso, acaparador y egoísta.
Él no tenía nada contra ella. Podía jurar y perjurar que no era así pero le preocupaba y mucho la forma en la que había llegado a sus vidas cambiándolo absolutamente todo.
Lexa ocupaba demasiado espacio. Requería de demasiada atención por parte de Luna y no porque ella la demandase si no porque Luna se la ofrecía sin siquiera pedírselo haciéndole sentir un tanto celoso.
Por un brevísimo instante, Lincoln se preguntó si también podría ocurrirle aquello con su bebé.
¿Y si Luna después de tenerlo entre sus brazos ya no le prestaba tanta atención a él? ¿y si ella se centraba tanto en él o en ella y se olvidaba completamente de él? ¿y si Lexa no era en realidad el problema? ¿y si el problema realmente fuesen él y su trastocada mente insegura?
Mierda, pues claro que lo eran, y había jodido tanto las cosas con ella que ahora dudaba que nunca pudiesen volver a ser igual.
Apoyado en el armario con los ojos cerrados viendo buena parte de su ropa tendida en la cama junto a una maleta, se pregunto a donde podría ir.
Su tía Indra vivía en otra ciudad, no quería que nadie en el trabajo supiese de sus problemas con ella y a Roan que se había convertido en un buen amigo, cómplice y confesor no le quería ni ver. Jackson podría ser una opción pero era evidente que él jamás se pondría de su parte porque sentía adoración tanto por Lexa como por Luna así que tal vez alquilase una habitación de motel o se alojase en algún sitio temporalmente hasta que las cosas se calmasen un poco con Luna y las aguas volviesen a su cauce haciéndole regresar a casa con ella.
Mejor no insistir ni presionarla por ahora.
Ya había intentado disculparse por teléfono y Luna sencillamente había visto la llamada y había dejado que el móvil sonase. Después le había escrito y ella le había dejado una vez más en visto ignorando la tortura que aquello suponía una vez más para él cuya culpabilidad le estaba reconcomiendo por dentro.
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La Fugitiva. Nuevos Comienzos.
FanfictionII Parte de La Fugitiva. Cuando la vida te golpea tanto y tan fuerte ya solo queda una cosa por hacer, una única cosa. Levantarse. Y a veces por muy difícil que te parezca no te queda otra que poder. Sufrimos, reímos, lloramos y sentimos con ellos...