69. Dolor

92 25 18
                                    


Octavia Blake estaba sentada sobre los oscuros escalones del último piso del Nightbloods, no los que daban a los pisos inferiores si no los que separaban el deshabitado espacio entre la planta más viciosa de todas y la puerta de la azotea. Las negras y aterciopeladas paredes estrechas que la acogían filtraban la atronadora vibración de la música que se colaba unos metros más abajo y que impedían que nadie la oyese.

Agradecía el haber encontrado un pequeño espacio libre de gente porque se veía incapaz de afrontar a nadie más ahora mismo, y no podía abandonar el club sin mas, no dejando tirada a Sonya, la única que se había molestado en ver más allá de ella y tenderle la mano para poder salir del oscuro lugar donde se encontraba pero ahora mismo no veía ningún tipo de salida de ahí.

Junto a su pie había una botella de tequila abierta a la que ya le había dado un buen trago mientras las lágrimas se deslizaban sin control a través de su afligidos ojos con la espalda pegada a la pared y la mirada fija en el suelo enteramente avergonzada, y humillada.

Las palabas de Raven no solo la habían herido en lo más hondo de su ser si no que la habían hecho cuestionarse si acaso merecía la pena seguir esforzándose por ser una mejor persona después de todo cuanto había hecho.

Quizás Ilian tuviese razón.

Quizás simplemente no lo fuese.

Tal vez, esa era la clase de relación que estaba destinada a tener con el resto de personas. Una tan sobrecogedora, tan infecta e implacable que fuese la única capaz de hacerla sentir algo.

Quizás fuese Raven la que tuviese razón, y fuese tan mala persona que no pudiese tener otra cosa porque la había comparado con las personas más crueles, ruines y mezquinas del mundo y lo había hecho a sabiendas del daño que eso a ella le provocaría.

Una vez más, no le merecía la pena seguir allí.

No así.

No desde luego.

Alcanzando la botella del suelo, Octavia la llevo a sus labios y volvió a beber largamente mientras las lágrimas le llenaban tanto los ojos que la hacían incapaz de ver más allá que las tenues y desdibujadas luces de los pequeños focos redondos situados en lo alto de la oscura pared dando apenas tenue iluminación a aquel recóndito hueco.

Nada iba a ser nunca suficiente.

Nada iba a ser capaz de cambiar lo que ella era, nada.

Esforzarse en mejorar, en cambiar las cosas era inutil, una absurda y completa tontería.

Tan solo era escoria, una sucia basura inmunda y perdida.

Alguien incapaz de mirarse al espejo y reconocerse de algún modo ya sin avergonzarse de si misma.

Quería ya no estar allí.

Quizás su tiempo en esta tierra tan solo estuviese destinado a hacerla sufrir, ¿qué sentido tenía entonces quedarse?

La idea de desaparecer en el más exhaustivo silencio era algo que adquiría cada vez más sentido para ella.

Se arrepentía tanto ahora mismo de que Monty le hubiese salvado la vida, de que los paramédicos hubiesen llegado a tiempo privándola de la más absoluta oscuridad, del vacío, del silencio que de solo pensarlo el corazón le dolía y las lágrimas la colmaban aún más.

Tanto que apenas escuchó los amortiguados pasos en la penumbra. Trémulos, quedos.

El corazón de Raven se encogió nada más verla así y se sintió aún peor por todas las horribles cosas que le había dicho.

La Fugitiva. Nuevos Comienzos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora