23. Incomodas Verdades

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Monty Green estaba encantadísimo de desembalar cajas porque le parecía estar atrapado en una Navidad constante con ese sentimiento de sorpresa y tensión al intentar descifrar y descubrir lo que podría haber en el interior de una caja o de otra sentado sobre la nueva alfombra del salón de Octavia.

Era como armar un puzzle al que le faltaban piezas a través del sentido de la vista y el tacto, y a través sobretodo de objetos tan personales como los que había ido descubriendo y colocando por si mismo mientras que Octavia se encontraba en la otra habitación terminando de arrancar un pedazo de papel pintado de un rincón que no le había gustado nada encontrarse allí.

—¿Pero y está bien? —escuchó preguntarle a Monty algo inseguro desde el salón—. Ósea, ¿piensas que será una buena idea trabajar allí rodeada de... bueno ya sabes, tanta tentación?

Octavia que jaló con la mano hasta arrancar el último pedazo que se despegó de detrás de la puerta soltando una especie de polvillo blanco de la pared arrugo la expresión y abanicó con la mano un poco ante su cara para que se despejase un poco el aire.

—Me siento lista para hacerlo, preparada —le aseguró ella saliendo ahora de la habitación llevando aquel pedazo de enorme papel desprendido colgando de la mano para dejarlo sobre las dos enormes bolsas negras de basura que habían ya sacado y desechado entre sus cosas—. De no sentirme segura de hacerlo, créeme que no lo habría aceptado pero Sonya es una buena mujer, y además paga bien. Me hace falta el dinero, el cheque de la indemnización no me durará para siempre, Monty.

—Pero podrías volver —la interrumpió él levantando la vista de la caja con un par de portarretratos en su regazo y algunas figuras de cristal en el suelo—. Podrías recuperar tu antiguo trabajo e intentarlo de nuevo.

Octavia que fue directa a lavarse las manos le escuchó y volvió la cabeza al oír aquello.

—Monty, ya lo hemos hablado. No estoy... nada cómoda y lista con la idea de poder volver allí. Necesito tiempo fuera de todo ese mundo para descubrir lo que realmente quiero hacer. Sé que tu intención es buena, pero por favor, no insistas con eso. No... no podría estar bien allí. No por el momento.

Monty que acabó entendiéndolo tan solo asintió y bajo la mirada a los portarretratos dejándolos amontonados a un lado.

—Vale, de acuerdo. Lo siento.

Octavia que salió de la cocina con un pedazo de papel desechable en la mano secándoselas bien le sonrió un poco para restar tensión y para hacerle saber que no estaba enfadada con él y cuando fue a decirle algo, unos golpes en la puerta la interrumpieron de golpe.

Monty frunció el ceño, y Octavia se desconcertó.

—¿Has pedido algo de comer?

—Yo no —le prometió Monty viéndola cruzar el salón desconcertada para ir a abrir ya que no le había dado a nadie aún su dirección.

En cuanto Octavia abrió la puerta, la expresión de su cara cambió casi de golpe y perdió todo el aliento que se suponía debían tener sus pulmones, necesitando dar un paso atrás en el umbral al no creer en lo que sus ojos veían.

Bellamy, su hermano mayor se encontraba de pie allí con el uniforme militar puesto y cargando con una enorme bolsa de viaje al hombro, contemplándola con aquellos ojos oscuros y fríos llenos de desinterés y al mismo tiempo de distante apego.

—Bellamy —murmuró Octavia llena de duda y de asombro no pudiendo creer que fuese él quien estuviese de pie allí.

—Octavia —la saludo él inclinando la cabeza justo antes de acercarse a ella y rodearla con uno de sus brazos en un rápido y escueto abrazo justo antes de separarse de ella, dejando caer al suelo la pesada bolsa.

La Fugitiva. Nuevos Comienzos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora