Abigail Griffin permanecía sentada frente a un grueso cristal que partía en dos aquel ancho cubículo manteniéndola separada de su hija en el interior de la prisión de Bradford Creek.
Clarke había estado en Debnam Bay los casi veintiún días que el teniente Kane y el juez Wallace habían tardado en conseguir que su traslado a Bradford Creek se hiciese efectivo. Veintiún días donde había terminado con una nariz fracturada, un brazo roto y algunas costillas magulladas. No a consecuencia de los guardias si no de las propias internas que habían terminado averiguando que era policía y que había jodido a alguna pobre desgraciada ahí fuera.
Tenía claro que la prisión resultaría dura para ella, especialmente por tratarse de un miembro de las fuerzas del orden. Si ya para cualquiera de por si lo era, siendo policía y cayendo del lado incorrecto de las rejas lo normal es que nadie te acogiese con demasiado entusiasmo y pagases cierta penitencia. Y por supuesto, Clarke lo había hecho.
Durante veintiún días, nada más y nada menos.
Cuando se vio provista del traslado a Bradford Creek el lugar donde inicialmente iba a cumplir condena rodeada de otros polis acusados de corrupción y algunos otros delitos menores o algo más serios, realmente respiró aliviada. No sabía cuanto tiempo más podría sobrevivir a aquella incertidumbre, a aquella sensación de indefensión constante, de necesidad de alerta y de peligro que no le permitía dormir y la hacía respirar con miedo.
A veces se preguntaba como Lexa había podido sobrevivir tantísimo tiempo en un lugar mucho, muchísimo peor que ese si Debnam Bay a ella ya le parecía un infierno. Y desde luego había despertado tanta fascinación en ella como admiración. Antes de todo eso ya sabía que Lexa había tenido una vida muy, muy dura y que se las había ingeniado para sobreponerse a ella una y otra vez, que era dura de verdad, ¿pero ahora?
Ahora la consideraba casi indestructible. Irrompible y excesivamente insumergible.
Si a ella aquella experiencia le había valido lo suficiente como para replantearse el rumbo entero de toda su existencia y necesitar cambiar su forma de ver las cosas, no era capaz de imaginar cuanto le habría afectado emocionalmente todo eso a Lexa. Físicamente lo había ya visto y mentalmente podía hacerse una idea, ¿pero emocionalmente?
Una cosa así podía hundirte en lo más hondo y arrastrarte aún más bajo la superficie, mantenerte ahí anclada, aferrada sin dejarte respirar, sin dejarte levantar cabeza y completamente inservible.
Por suerte para ella contaba con que en Bradford Creek en comparación con Debnam Bay o con Fortress Kirk Bay, serían vacaciones.
Joder, pero si hasta contaba con piscina.
Tenían talleres, salas de juego, aula de video, clases de meditación, gimnasio, y los viernes recibían natillas de postre. Los funcionarios molestaban poco o nada ya que esa prisión el modulo donde se encontraba ella prácticamente lo autogestionaban los presos ya que como parte de las fuerzas del orden sabían exactamente como solventar las cosas.
Compartía celda con tres presas más, una militar retirada que había extorsionado a su marido para conseguir la custodia de sus hijos, una inspectora de policía a la que habían pillado con un importante alijo de drogas el cual se había agenciado tras una importante redada y otra secretaria judicial que había amañado varias sentencias importantes aceptando dinero bajo cuerda.
Allí quien no conocía a uno, conocía a otro por el motivo que fuese y se consideraban entre todos compañeros aunque siempre hubiese una o dos manzanas podridas buscando hacer ruido y manejar las cosas a su manera.
Su madre ya había ido a verla hacía unos días y habían podido abrazarse, esta vez la visita tocaba a través del cristal y el teléfono que colgaba de la pared.
—Si, si que la he visto —mencionó Clarke fijándose en una chica menuda y morena que hablaba a lo lejos con otra mucho más alta—. No sabía que su hermana estuviese aquí dentro.
Abby que había coincidido con aquella antigua compañera de academia de Clarke en la cola para entrar a la visita se la quedo viendo con preocupación mientras Clarke seguía con aquel brazo en cabestrillo.
—¿Te han dicho ya cuando te lo quitaran? —refiriéndose al yeso que le habían puesto en la enfermería de Debnam Bay.
—Puede que mañana o el jueves, dependiendo de lo que el doctor decida —le dijo Clarke sin más no queriendo prestar demasiada atención a aquello ni a aquel mal recuerdo—. ¿Cómo te va a ti? ¿te tratan bien en el nuevo hospital? ¿te gustan tus compañeros?
—Si, no está mal pero es diferente —contestó Abby bajando la mirada para jugar con un rayón garabateado en la mesa—. Es un asco ser la nueva.
—¿Me lo dices o me lo cuentas? —le mostró el brazo Clarke casi por inercia haciendo una mueca.
Abby que jamás pensó que viviría momentos así a veces se sorprendía de la falta de empatía que podía llegar a mostrar Clarke, a veces su conducta era completamente incomprensible.
Clarke que se dio cuenta de como había sonado aquello se disculpó de inmediato avergonzándose.
—Perdona mamá, no... no quería... lo siento... —suspiro un poco frustrada ella—. Estoy irritada e irascible, solo quiero que me quiten esto ya y lo que me están dando para el dolor no me calma en nada. Apenas he podido pegar ojo estos días, lo siento de verdad.
Abby que en cierto modo se compadeció de ella alargó la mano tocando el cristal con anhelo. Así si que reconocía a su niña.
—Intentaré venir el viernes pero es posible que no pueda hacerlo. Tenemos un congreso y es importante que asista, intentaré encontrar a quien me sustituya pero si no lo consigo te veré el martes, ¿de acuerdo?
Clarke asintió con la cabeza sabiendo que ella no tendría ningún plan interesante.
—Aquí estaré, cuando quieras.
Si, pasase lo que pasase ella estaría allí al menos por uno o dos años más dependiendo del comportamiento que tuviese y del acuerdo finalmente al que llegasen el gabinete jurídico del departamento con el Tribunal Supremo. Fuese como fuese, cumpliría allí el resto de su condena por lo que Abby podría respirar más que tranquila.
Continuara...
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La Fugitiva. Nuevos Comienzos.
FanfictionII Parte de La Fugitiva. Cuando la vida te golpea tanto y tan fuerte ya solo queda una cosa por hacer, una única cosa. Levantarse. Y a veces por muy difícil que te parezca no te queda otra que poder. Sufrimos, reímos, lloramos y sentimos con ellos...