5. No Es Real

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A Lexa Woodward le resultaba muy extraño estar en un centro comercial pero aún más raro estar allí con su hermana. Luna le había pedido que la acompañase a hacer la compra porque quería organizar una cena especial aquella noche para celebrar que los resultados de Lexa habían salido por primera vez tal y como esperaban Lincoln y ella, perfectos.

Su cuerpo estaba dando señales inequívocas de mejoría y no podían estar más felices y contestos por ello. Lexa le había dicho que no hacía falta toda esa parafernalia pero Luna se había empeñado en ello y si antes era terca desde que se encontraba embarazada era realmente difícil llevarle la contraria de alguna manera.

Lexa llevaba reprimiendo la risa desde hacía al menos tres pasillos mientras veía a Luna empujar el carrito seleccionando cosas de los estantes de aquí y de allá, Luna no parecía darse cuenta pero caminaba como un torpe patito. Pisando las baldosas como si la separación de lado a lado de sus caderas fuese inmensa y a Lexa le hacía muchísima gracia ver como aquel vestido premamá se balanceaba dándole un aspecto de mesa camilla.

—¿Crees que a Jackson este vino le podría gustar? —le preguntó Luna a Lexa deteniéndose para ojear una botella.

Lexa que sonrió un poco alargó la mano para quitarle la botella y leer por encima la etiqueta.

—A Jackson no sé pero a mi me encantaría.

Luna que puso una cara al oírla le quitó la botella antes de meterla en el carro.

—Tú no puedes beber, estás con medicación Lexa.

—¿Ni un sorbito siquiera?

—Ni un sorbito —le recordó Luna antes de echar a andar empujando de nuevo el carro.

—Ni un sorbito —la imitó Lexa poniendo una vocecita algo fastidiada siguiéndola—. Nunca he oído que no se puedan mezclar anticoagulantes, antiinflamatorios y antidepresivos con alcohol, ¿qué médico recomendaría eso?

Luna que volvió la cabeza al oírla tuvo que sonreírse con gracia.

—¿Todos?

—Pues los médicos no tienen razón y no me caen nada bien ahora mismo incluido Lincoln —le quitó el carrito a Luna para seguir empujándolo ella.

—Vamos, no te enfades si lo piensas yo tampoco puedo beber —le recordó Luna echando a andar para seguirla.

—¿Lo ves? —replicó Lexa poniendo una cara al mirarla—. Culpa de Lincoln también.

Luna tuvo que reírse y sacudió la cabeza antes de acercarse a ella colocando las manos sobre sus hombros con cariño.

—Te prometo que cuando de a luz y tú estés bien del todo nos correremos una buena juerga tú y yo, y Lincoln se quedará en casa con el bebé como castigo —le prometió Luna besando su cabeza con ternura.

A Lexa aquello le pareció estupendamente bien así que le sonrió de vuelta.

—Secundo completamente ese plan.

Luna le sonrió de vuelta y cuando Lexa levantó la vista para decirle algo vio a lo lejos a un tipo en camiseta negra sin mangas con una enorme pantera tatuada en el hombro andando con una niña subida a sus hombros y un niño de unos seis o siete años agarrado a su mano mientras parecía tratar de convencerle de que les comprase algunas chocolatinas.

Tras ellos una mujer que tiraba de una cesta mientras parecía regañarles a los tres mientras el tipo agarraba un paquete de caramelos del estante y se lo pasaba a su hijo cómplice. La niña pasaba las manitas bajo su cabeza agarrándose con fuerza para no caer dejando escapar una infantil risita pero el rostro de Lexa palideció, se desencajo por completo y retrocedió con el carro tan bruscamente que por poco golpea a Luna que estaba inclinada cogiendo otra botella de vino que sabía que le gustaba a Lincoln.

La Fugitiva. Nuevos Comienzos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora