John Murphy permanecía sentado en el borde de la cama con las palmas de sus manos apoyadas a cada lado del colchón y una de sus piernas flexionadas mirado algún punto en el suelo. Se sentía como un imbécil por haber albergado la esperanza de que Ontari pudiese cambiar de opinión acerca de Roan, y de poder ver en algún momento en él a alguien deseable a quien tener a su lado.
Él jamás la trataría de la forma en la que lo hacía él. Él no la menospreciaría, ni jugaría con ella estando con otras, no la rechazaría a su conveniencia ni la buscaría cuando le apeteciese un rato de simple distracción, él cuidaría de ella, la mimaría, la haría sentir importante de todas las maneras posibles y la querría el tiempo que ella se lo permitiese pero estaba claro que había que ser un chico malo solo para poder gustarle tal y como había comprobado una vez más.
Ontari que se había puesto la toalla encima y había tardado algunos minutos en poder salir del jacuzzi se acercó a la puerta de la habitación encontrándole allí así.
Aún mojado y tembloroso sobre el borde de la cama. Murphy no sabía cuanto le dolía el verle así, ella no lo hacía a propósito pero le veía de una manera distinta, no tal y como veía a Roan.
—Murphy... —se atrevió a decir ella con cautela acercándose despacio a él antes de darse cuenta de la innecesaria distancia que ponía entre ellos necesitando corregirse un poco—. John...
Murphy que apartó la mirada para que no le viese así, sintió a Ontari sentarse junto a él alargando la mano para acunarle la mejilla y obligarle a que la mirase.
—Por favor, entiéndelo. No te pongas así.
Murphy que cerro los ojos al sentir aquel contacto cálido de su mano tan solo los abrió viendo los suyos muy cerca.
—Él no te quiere, Ontari. No como te quiero yo. Roan nunca será capaz de hacerte sentir tan bien como tú te mereces, ¿es qué no te das cuenta de ello?
—Es... es complicado, John.
—No, no lo es. Es muy sencillo, prefieres a alguien que te haga pasarlo mal antes que a alguien que se muera por hacerte feliz, tienes un problema, Ari —la interrumpió él no dejando que terminase de hablar—. De verdad, lo tienes.
Ontari que fue ahora quien apartó la mirada algo avergonzada por sus palabras se paso la mano por los muslos sobre la toalla lo bastante removida por dentro como para replanteárselo del todo.
—Le pegue, ¿sabes? —confeso Murphy cerrando sus ojos por un momento rememorando con rabia la situación—. No... no te haces una idea de lo mal que estaba hablando de ti, y yo... yo le pegue. Le pegue porque no soportaba escuchar lo poco que le importabas y lo mucho que te utilizaba para saciarse.
Ontari que volvió la cabeza al oírle tan solo la ladeó comenzando a negar porque no hacía ninguna falta de llegar a eso.
—Para él no eres más que un simple juego. Un objeto, Ontari. Algo que usar y después tirar.
—No, Murphy eso... eso no es del todo verdad.
Murphy que la miro dolido tan solo se recreo en su decepción al escucharla hablar así.
—¿Ah no? ¿quieres verlo?
Ontari que dudo apenas tuvo tiempo a contestar porque Murphy alargó la mano cogiendo su móvil de la mesilla antes de marcar a Roan y poner el manos libres dejándolo en su mano.
El teléfono dio un tono, luego dos, Ontari miro a Murphy confusa no sabiendo que pretendía demostrar con todo aquello cuando la voz de Roan irrumpió al otro lado.
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La Fugitiva. Nuevos Comienzos.
FanfictionII Parte de La Fugitiva. Cuando la vida te golpea tanto y tan fuerte ya solo queda una cosa por hacer, una única cosa. Levantarse. Y a veces por muy difícil que te parezca no te queda otra que poder. Sufrimos, reímos, lloramos y sentimos con ellos...