116. Allá Ella

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El regreso a la ciudad para John Murphy y para Ontari, había sido en un primer momento algo incomodo. Apenas habían cruzado un par de palabras en todo el trayecto pero poco después de llegar a casa, a la Guarida, las cosas habían ido poco a poco volviendo a la normalidad.

A Murphy le había decepcionado un poco que aquella escapada no se hubiese prolongado un poco más ya que había planeado pasar la mañana y quizás parte de la tarde en el lago con ella pero tras la desilusionante situación de ayer noche, sabía que las cosas no saldrían tal y como él querría que fuesen.

Ontari se había cambiado de ropa nada más llegar y él se había metido en la ducha para desperezarse un poco y poder comenzar la larga lista de tareas pendientes que todos aquellos encargos iban a demandar.

Mientras se secaba, escuchó a Ontari tocar en la puerta y decirle que iba a salir que no tardaría nada en volver, que si quería que le trajese algo pero él simplemente por orgullo no le había contestado.

Ontari le había dicho que le quería, y que esperaba que las cosas volviesen a ser iguales entre ellos y poco después, Murphy había escuchado como se cerraba una de las puertas que daban a lo lejos a la calle.

Se había tomado su tiempo para salir en primer lugar porque quería evitar la incomodidad de cruzarse con ella para algo que no implicase trabajo, y porque su orgullo herido aún no le permitía mirarla del todo sabiendo lo que Ontari pensaba ahora mismo de él.

Murphy había puesto las cartas sobre la mesa la noche anterior, y había perdido.

Aquello había dolido, y mucho porque Ontari no le veía como realmente era, tan solo como un niñito enamoradizo.

Muy en el fondo de su ser, no podía evitar sentirse herido al no verse tomado en serio por ella, y decepcionado también de algún modo.

Cuando Murphy salió del baño y una ligera nube de vapor se coló fuera de este, cruzó la sala para dirigirse a la pequeña cocina a por algo de beber y le sorprendió encontrar allí el móvil de ella.

Ontari nunca salía sin él a menos que la urgencia de la situación lo requiriese.

En un primer momento, Murphy lo ignoró y entro a la cocina dirigiéndose a la nevera para sacar un refresco de cola. Mientras abría la lata, sus ojos se posaron sobre el teléfono que permanecía boca abajo sobre la esquina de la mesa y le pareció que permanecía ligeramente iluminado.

Ontari no lo dejaría desbloqueado a menos que fuese un despiste por las prisas, ¿pero a donde querría ir con tanta urgencia ella como para dejar su teléfono sin protección alguna? ¿qué requeriría su atención con tanta urgencia?

No, no lo iba a mirar.

Eso sería realmente desleal por su parte.

Él nunca haría eso.

Bajando los ojos a la anilla de la lata mientras jugaba distraídamente con ella entre sus manos, la curiosidad le picó un poco. Él nunca haría eso a menos que... bueno, tal vez...

Murphy se preocupaba por ella, ¿no? ¿Y preocuparse por ella a veces implicaba también el poder ser un poco cotilla?

No les había dado apenas tiempo de atender alguna llamada desde que llegaron temprano en la mañana así que dudaba que fuese un cliente quien la hubiese hecho salir con tanta prisa.

Estaba seguro con lo orgullosa que Ontari era que no visitaría a Roan, ni siquiera para reprocharle lo que había oído al otro lado de la línea cuando Murphy había tenido a bien dejarle caer la venda de sus ojos. Quizás Lexa era la razón por la que Ontari había decidido salir antes de las diez de la mañana de casa. Tal vez querría ir a verla y disculparse con ella por lo ocurrido.

La Fugitiva. Nuevos Comienzos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora