Era extraño, Lexa Woodward se sentía muy nerviosa, ansiosa, como si de una cita se tratase, sentía mariposas en el estomago, las manos sudorosas y es que no había visto a Raven Reyes, su mejor amiga desde hacía meses y la echaba tantísimo de menos que saber que iba a reencontrarse con ella era toda una razón de peso para sentirse así.
Raven era genial, maravillosa. Nunca había conocido a nadie como ella y dudaba que existiese alguien así.
Se sentía como si fuese a recuperar a su hermana por segunda vez en su vida y temblaba por ello.
Se había esmerado mucho en arreglarse en casa de Roan porque quería ante todo que Raven la viese bien, no tan sumamente mal como la había visto otras veces en aquellos dos años y medio que se conocían.
La mayor parte de la ropa que poseía se la había regalado Luna, mucha de ella nueva, otra porque ya no le servía a consecuencia del embarazo así que no era del todo su estilo pero estaba bien. Era útil. Ambas compartían un gusto un tanto similar así que optó por una blusa blanca y un par de pantalones negros, unos botines y una chaqueta.
No es que hiciese tanto frío pero últimamente ella siempre lo tenía. Siempre acababa temblando y con las manos heladas.
No por el tiempo en si, si no por toda aquella medicación.
Su cerebro llevaba semanas recuperándose del trauma de la intervención y de cuando en cuando parecía querer actuar por libre haciendo que su cuerpo le siguiese un ritmo muy distinto al que le marcaba Lexa.
Lo odiaba.
Detestaba el sentirse impotente e indefensa ante aquello. Era una sensación desagradable e incomoda que le podía.
Habían acordado en verse en casa de Raven aunque ella había insistido en recoger a Lexa para llevarla allí, Lexa la había convencido de ir por su propio pie a verla. Realmente, no se fiaba de como pudiese actuar su corazón si se la encontraba de golpe en aquella puerta así que necesitaba prepararse mentalmente para reencontrarse con ella.
No sería la primera vez que pudiese darle un infarto pero si la primera lejos del hospital así que necesitaba tomar las cosas con algo más de calma.
Es más ahora agradecía el hecho de haber tomado aquellas pastillas en la mañana porque en su interior las aguas parecían calmadas a pesar de toda aquella emoción.
No, no era tanto indiferencia pero si ahora mismo un autobús pasase por su lado y la arrollase probablemente a Lexa ni le importaría porque verdaderamente no se enteraría.
Dejar atrás el barrio malo y cruzar el centro para ir a uno de los mejores barrios era como irte de viaje a otra ciudad.
Un sitio en nada tenía que ver con el otro y ella sentía que no pegaba nada estando allí pero era un lugar agradable. Había niños corriendo por la calle con sus uniformes escolares, algunas madres con carritos de bebés y bolsas de compras. Algunos grupos de personas haciendo colas fuera de algunas oficinas, otros reunidos charlando como si estuviesen tomándose un descanso. Había pájaros, muchos pájaros piando en las copas de los arboles y picoteando sobre los céspedes que encontraba fuera de las casas y en el borde de las aceras. Columpios. Y los coches iban a una velocidad constante y ordenada por el asfalto, nada que ver con la ruidosa calle donde estaba situada la tienda o donde Roan vivía.
Orientarse aún era algo que le costaba un poco pero logró dar con la urbanización en la que vivía Raven y cuando llegó a la cantina, uno de los vigilantes ya tenía orden de dejarla entrar.
Le indicó con el dedo a lo lejos una de las primeras casas situadas a lo largo de la calle cerrada y le dijo que era allí donde Raven vivía.
El corazón de Lexa le dio un vuelco cuando comenzó a andar hacia allí y de pronto vio a Raven en lo alto de una de las ventanas moviéndose de un lado a otro inquieta como si llevase rato esperando verla aparecer por allí.
En cuanto Raven volvió a mirar a través de la ventana una vez más y la vio, enseguida pareció volverse loca de alegría y la saludo con la mano efusivamente antes de desaparecer de la ventana.
Lexa que no pudo evitar sonreírse al devolverle el saludo con emoción aunque algo más tímidamente que ella, siguió andando por la acera hasta que escuchó la puerta de la casa abrirse y vio a Raven aparecer por ella corriendo a su encuentro, Lexa apretó el paso y cuando Raven estuvo a menos de medio metro de ella se fundieron en un cálido, acogedor y emocionante abrazo que las sobrecogió a las dos e hizo que se les saltaran las lágrimas de pura felicidad y alegría.
No podían creerlo.
No podían creer que después de tanto tiempo en el infierno, que después de tanta lucha atroz que casi les cuesta la vida ahora volviesen a estar juntas y en un lugar tan pero que tan distinto fuera y lejos de allí.
Era casi un milagro.
Ahora mismo ninguna de las dos sería capaz de explicar aquel sentimiento mezcla de alivio, nostalgia, dolor, amor, felicidad, alegría y conmoción que sentían, era algo estremecedor y a la vez algo único.
Cuando se separaron mínimamente, Lexa vio la forma en la que Raven le sonrió tomándola de la cara como si aún no creyese que estuviese del todo allí.
—Oh por dios, no puedo creer que estés aquí, no puedes imaginar cuanto te he echado de menos, Lexa, cuanto —dijo ella llena de emoción entre lágrimas de felicidad fijándose bien en ella y en aquellos verdes ojos suyos—. ¿Cómo estás? ¿estás bien? ¿estás bien?
Lexa que sentía su corazón palpitar fuertemente en su pecho y sus nervios templados por la medicación, tan solo sonrió entre lágrimas al igual que ella colocando las manos sobre las suyas como solía hacer en Fortress Kirk Bay siempre que ella acababa consolándola y la miro con la mayor ternura del mundo asintiendo.
—Al final sigo aquí —intentó consolarla ella con una amarga y triste sonrisa que lleno a Raven de emoción—. No me he muerto, como dijeron que haría. No me he muerto, Raven.
—Claro que no —volvió a atraerla Raven contra su cuerpo abrazándola llena de dolor y de emoción sin dejar de sonreírse esperanzada al estrecharla con fuerza entre sus brazos—. Eres fuerte, y esos cabrones no van a poder contigo, no.
A Lexa le hubiese gustado pensar igual que ella pero tan solo cerro los ojos sintiendo las lágrimas surcar lentamente su cara y prefirió tan solo disfrutar de aquel abrazo suyo devolviéndoselo con la misma necesidad y amor.
—Me alegra saber que ya no estás allí dentro. Siento no haberte podido buscar antes, mi cabeza... yo... —la voz a Lexa se le quebró por el arrepentimiento y por aquel cumulo de emociones que la embargaban en aquellos momentos, había tanto que querría explicarle que la sensación simplemente la desbordó.
Raven sacudió la cabeza de inmediato sonriéndole al coger sus manos.
—Eh, eh, lo sé —insistió ella para que la creyese besando sus manos con devoción viendo después los afligidos ojos de su amiga—. Sé que no has podido hacer mucho más pero yo estoy bien. Mírame, estoy bien, en serio. No tenías porque preocuparte por mi, se arreglármelas sola, como siempre he hecho —la consoló Raven llevando la mano a su cara para retirarle las lágrimas con cariño—. A mi también me hubiese gustado poder buscarte mucho antes pero las cosas no han salido como ninguna querríamos y aún así eso no nos ha detenido para reencontrarnos.
Lexa asintió llevándose las manos a las mejillas para limpiarse las lágrimas teniendo que reírse al escuchar a Raven hablar así, como hacía siempre que estaban mal en prisión y ella caía en el pozo más profundo y oscuro de desesperación.
—Ahora nadie va a volver a separarnos jamás, nadie así que no importa quien o cuanto lo intenten, estaremos juntas en todo esto y en todo lo bueno que sé que está por venir para nosotras —la consoló Raven con una sonrisa rodeándola ahora con el brazo al verla temblar incontrolablemente así para conducirla a la casa—. Vamos dentro, ¿quieres?
Lexa que unió su cabeza a la de ella como hacían sentadas en la celda cuando estaban mal y Raven le acarició el rostro mientras andaban hacia el interior.
—Tenemos mucho de que hablar —repuso Raven en tono indulgente y protector queriendo animarla aún más.
Iba a ser fantástico el poder volver a recuperarla en su vida.
Absolutamente, maravilloso.
Nada más que decir.
Continuara...
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La Fugitiva. Nuevos Comienzos.
FanfictionII Parte de La Fugitiva. Cuando la vida te golpea tanto y tan fuerte ya solo queda una cosa por hacer, una única cosa. Levantarse. Y a veces por muy difícil que te parezca no te queda otra que poder. Sufrimos, reímos, lloramos y sentimos con ellos...