47. Fantasia

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Cuando Monty Green cayó hacia atrás sobre el asiento del copiloto y volvió a enterrarse la placa metálica que había caído junto al resto de su cinturón, la pistola enfundada, un par de guantes de cuero negro, los grilletes, la pequeña linterna, y la fina funda de la navaja emitió un quejido que Niylah rápidamente se encargó de acallar con sus labios mientras le desabrochaba el resto de la camisa y deslizaba sus manos por la caliente piel de su torso mientras las manos de Monty se agarraban firmemente de su trasero para no caerse.

Un sonido bronco, agudo y rasposo salió de la radio del salpicadero, pero Niylah tan solo echo la mano hacia atrás y la golpeó varias veces consiguiendo del todo apagarla.

—Niy.. lah... Nay... de.. deberíamos contestar...—consiguió articular Monty torpemente sintiendo como las manos de Niylah le acariciaban y se perdían por su cuerpo mientras atrapaba sus labios con fuerza—. Podría... podría ser importante.

La ardiente y traviesa sonrisa de Niylah en sus labios mientras llevaba la mano a su cara buscando nuevamente sus labios con pasión hasta hacerle gemir y con su mano se rodaba la ropa interior fue suficiente para disipar todas sus dudas.

—Esto lo es aún más —ronroneó ella en sus labios empujando sus caderas hacia delante en busca de su punto más caliente sintiendo como el cuerpo de Monty reaccionaba y se reacomodaba en su entrada.

Niylah se inclinó hundiendo la cara en su cuello mientras le deslizaba la camisa desesperadamente por los hombros para tenerle para ella y en cuanto Monty la sintió en cada fibra de su cuerpo al Niylah dejar caer las caderas contra él permitiéndole que se metiese en lo más profundo de ella. Monty alargó la pierna necesitando sujetarse del bajo del coche, y de la ventanilla torpemente abierta por un momento situados en aquel callejón a plena sombra del día.

—Dios —fue cuanto escuchó murmurar a Niylah cerrando sus ojos mientras se aferraba a sus hombros con fuerza no pudiendo evitar enterrarle las uñas en el éxtasis del momento.

La visión de Niylah con la blusa del uniforme completamente abierta y con aquel sujetador purpura a la altura de su cara, con los pantalones sujetos solo por los separados tobillos y en braguitas fue una visión casi tan erótica para Monty que por poco se corre en el momento.

Pero esta no era la primera vez que la tenía así para si mismo, no era la primera vez que veía aquella expresión previa en su cara, ni que escuchaba pronunciar su nombre de aquella manera tan erótica que escapaba a toda comprensión, y tampoco la primera que sentía su cuerpo moverse de aquella deliciosa y fantasiosa manera contra el suyo.

Llegados a ese punto Monty tampoco podía pensar con demasiada claridad, y el contacto de la lengua de Niylah sobre la suya le llevo casi a la más absoluta y completa perdición.

Mierda, Niylah se movía como las diosas.

Se lo hacía tan jodidamente bien que era todo un sueño para su libido.

Tan descarada, tan directa y tan deliciosamente húmeda que el solo hecho de permitirle hundirse en ella le suponía un placer.

Un efímero y corto placer porque Monty sabía que cuando el momento de calentón se le pasase, cuando Niylah estuviese plenamente satisfecha y ya no necesitase de él volvería a tratarle como al pelele que le consideraba que era y no como al hombre que en realidad es.

Entendía aquella urgencia en ella.

Aquella necesidad.

La constante tensión entre ellos que les hacía vibrar y que hacía que saltasen chispas cuando se encontraban el uno contra el otro pero también entendía que ella tampoco le tomase muy en serio por aquella forma suya de ser.

Niylah tenía un carácter fuerte y dominante, él uno mucho más dócil y sumiso. Dos piezas del mismo puzzle que encajaban a la perfección.

Aquella situación venía repitiéndose desde hacía unas pocas semanas y cada vez había ido a más y a más, tanto que la importancia y el recelo a la hora de escoger el lugar había pasado a formar parte de un segundo plano aún a riesgo de poner en juego su trabajo.

El sexo con ella primaba más.

No porque fuese sexo en si, si no porque lo que Niylah conseguía hacerle sentir no lo había conseguido sentir hasta ahora jamás. Con nadie. Ni siquiera cuando había manifestado aquel pequeño y tonto bromance con Octavia.

Niylah era puro fuego. Una torrente y una fuerza de la naturaleza descomunal, una que le abrasaba hasta hacer que le doliesen partes del cuerpo que ni sabía que existían una vez había acabado con él y es que en esos momentos ya no le importaba nada que no fuese ella.

Monty se aferro con fuerza a los muslos de Niylah tratando de inclinarse hacia delante para volver a besarla al sentirla jadear y gemir de aquella deliciosa manera mientras empujaba su centro contra él.

Menos mal que podía recordar que estaba sentado en el coche y no sobre un colchón porque bien podría haberse dejado hundir en él.

—Niyl... Niylah...

Pero no, ella no iba a permitir que la bajase de la nube en la que estaba montada en aquellos momentos y tan solo volvió a buscar sus labios devorándolo mientras llevaba las manos a las de Monty para colocarlas sobre sus pechos haciendo que se los apretase ligeramente queriendo distraerlo de su preocupación.

—Shh... solo... cállate bésame —le pidió ella con total excitación antes de perder su mano entre ellos para acariciarle aún sintiéndole metido en ella haciéndole estremecer—. Y muévete

Jesús.

Por Dios.

Aquello no era real.

Simplemente no podía ser real.

Su mente debía estar jugando nuevamente con él, creándole fantasías casi imposibles pero en cuanto el orgasmo le cosquilleo en lo más profundo de ella y la sintió apremiar aquellos movimientos suyos hasta hacerle estallar en su interior exhalando su nombre con un vehemente sonido.

Monty supo que no era ninguna ensoñación, que aquello estaba ocurriendo de verdad y que ese orgasmo que había seguido al suyo de parte de ella que se había arqueado contra él con aquella expectante y excitante sonrisa en su cara tan solo había sido una premisa de lo que estaba por venir aquella tarde noche porque desde luego Niylah querría ir a por más y él como siempre estaría dispuesto a dárselo de más.

Aunque luego las cosas volviesen a ser como siempre. Aunque luego los dos fingiesen que nada de aquello había ocurrido pero mientras Niylah, y aquel buen sexo, eran todo realidad. Una realidad para la que Monty no había estado nada listo.

Continuara...

La Fugitiva. Nuevos Comienzos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora