138. Elección

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Octavia Blake se llevo el vaso de café a los labios sentada en una de las sillas plegables que se encontraban situadas frente a un pequeño estrado en el sótano del centro comunitario local y permaneció escuchando como un hombre de mediana edad les soltaba un sermón sobre como las malas y precipitadas decisiones en un momento de debilidad podían arruinar todo el proceso de rehabilitación que tanto se habían esforzado en construir.

Llevaba meses acudiendo tres o cuatro veces por semana incluso al principio solía acudir cada día porque realmente quería recuperarse y sobretodo recuperar el control de su vida y aunque fuera de allí parecía tener todo controlado desde hacía ya tiempo, lo cierto es que no era algo que resultase tan sencillo de entender.

Una vez te convertías en adicta, en dependiente del alcohol, las drogas, el sexo o cualquier otra cosa a la que aferrarte desesperadamente para no hundirte y poder pasar tu vida de puntillas ya no había vuelta atrás.

A veces incluso en los mejores días tenía la sensación de ser empujada hacia una piscina profunda y oscura donde o nadabas o te hundías.

No mucha gente era ser capaz de entender el frágil equilibrio que esta clase de vida te obligaba a llevar, y lo incomprensible y solitario que resultaba algunas veces.

Existían días en que el solo hecho de despertarte y salir de la cama de por si era un logro, otros en los que la exaltación, el entusiasmo y la euforia por la vida hacía que estuvieses dispuesto a comerte el mundo, y otros en que la tristeza, la desesperanza y la apatía lograban hacer que quisieses rendirte y tirar la toalla para siempre hundiéndote en la peor de las miserias.

Y lo más jodido y gracioso de todo es que no tenía que ocurrir nada verdaderamente grave para que eso ocurriese.

Te encontrabas sentada en primera fila al borde de una hilera de vagones de una montaña rusa que subía, bajaba, se enrollaba, caía, ascendía, se curvaba conduciéndote a toda prisa a través de tu propia existencia en la que tú misma dejabas de tener completamente todo el control. Y es que de eso se trataba, ¿no?

Todo aquel rollo, toda aquella mierda trataba de control. De la incapacidad de asumirlo, de la impotencia de perderlo, de tener que recurrir a algo ajeno a ti para poder sentir que lo recuperabas un poco, que tú no tenías responsabilidad alguna en cuanto a las circunstancias que abocaban tu vida al fracaso porque resultaba mucho más fácil eso que asumir la realidad.

Y la realidad es que llegamos a este mundo sin manual de instrucciones, y vagamos por la vida sin rumbo fijo y sin la promesa de un mañana mejor o peor. Que por mucha gente de la que te rodees, tú y solo tú debes ser quien marque la diferencia en tu propia vida y que por difícil que parezca o sea, solo tú puedes asumir ese control perdido y responsabilizarte de tus acciones sin meter a terceros de por medio.

A Octavia algunas veces le resultaba gracioso escuchar el que todos tenemos elección.

En su trabajo, en su día a día solía ver personas maltratadas, adictas, asesinas, personas que perpetuaban una vida de pobreza, personas en las peores circunstancias que se entregaban al vicio y a la adicción incapaces de sostener una vida mínimamente digna, y aún así allí repetían aquel ciclo constantemente.

"Todos tenemos elección"

Alguna vez había había mostrado su disconformidad, su desacuerdo con aquella invalidante idea y los argumentos que había recibido la habían hecho muy pocas veces el plantearse si cambiar de opinión.

Las personas maltratadas contaban con la elección de pedir ayuda o de no hacerlo, las adictas podían decidir si consumir o no, las asesinas podían escoger no cruzar esa línea jamás, las personas más pobres podían decidir si trabajar para labrarse un futuro mejor o si simplemente abandonarse a su suerte, las personas que caían y recaían en aquel ciclo de destrucción, en el vicio, en la adicción siempre podían elegir pedir ayuda, ponerse en manos de las personas correctas y decidir tratar sus problemas o seguir ignorando el problema y seguir a lo suyo.

La Fugitiva. Nuevos Comienzos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora