121. Fatales Consecuencias

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Traspasando las abatibles puertas de Urgencias Luna Woodward corrió lo más rápido que pudo mientras escuchaba sonar el busca del bolsillo de su uniforme, el doctor Gabriel Santiago necesitaba de toda la ayuda posible ya que habían entrado dos pacientes en estado crítico que requerían de atención inmediata y se encontraba desbordado como el único médico de guardia en planta en ese momento.

Luna diviso mucha gente y mucha policía en la sala de espera pero apenas reparo en ello mientras atravesaba uno de los pasillos en dirección a los quirófanos corriendo.

Cuando llegó a la antesala del quirófano dispuesta a lavarse y prepararse para entrar a la intervención, se encontró un problema de lo más inconveniente ya que Lincoln con la cara absolutamente desencajada y el pijama azul de quirófano manchado de sangre la esperaba ya allí.

En cuanto Luna vislumbro su cara se detuvo en seco temiéndose lo peor por su hermana pero nada más acercarse y mirar a través de la cristalera al interior del quirófano solo vio a algunas enfermeras recogiendo el material quirúrgico, y limpiando el lugar mientras que un cuerpo permanecía cubierto por una sabana azul aún manchada de sangre por encima.

A lo lejos, en el otro quirófano podía oír como el doctor Santiago gritaba ordenes metiéndoles prisa para que trajesen más sangre para poder estabilizar al paciente y continuar con la intervención viendo salir y entrar a varios enfermeros a toda prisa con más material quirúrgico y algunas bolsas de sangre.

Luna que abrió los ojos con impresión se llevo la mano a la barriga en ademán protector mientras el shock la paralizaba por entero, pero Lincoln tan solo corrió hacia ella nada más verla así.

—No es Lexa, no es Lexa, tranquila Luna, tranquila —quiso calmarla él sosteniéndola para que no cayese al verla tener que apoyarse de la pared con la mano fallándole un poco las piernas.

—¿Quién es? ¿qué ha ocurrido? —no pudo evitar preguntar entrecortadamente Luna conmocionada mientras veía como una de las enfermeras retiraba la sabana sucia para comenzar a ocuparse de limpiar el cuerpo y cubrirlo con una limpia.

Cuando la mujer deslizó la sabana y Luna reconoció a Ontari sobre la camilla pálida y con parte del torso aún lacerado y lleno de sangre se llevo la mano a la boca completamente horrorizada y temblorosa mientras el pavor y la incomprensión por lo que podía haberle ocurrido cruzaban su mente creyendo que se había tratado de un brutal accidente quizás junto a otra persona.

Lincoln que la sostenía aún coloco la mano en su espalda viendo a través de su hombro como la enfermera deslizaba las gasas para adecentarla y poder así cubrirla con la sabana limpia cerro los ojos al recordar cuanto se había esforzado por salvarla de aquel fatidico destino.

—Roan... él...

Luna reaccionó al escuchar el nombre y se separo ligeramente aturdida para mirarle.

—¿Se encontraban juntos en el momento del accidente?

—No, Luna, no ha sido un accidente —escuchó decir a Lincoln mirándola aun afectado—. Roan le ha hecho eso.

Luna que creyó haber oído mal, le miro aturdida y confusa.

—¿Cómo?

—Roan... Roan la ha atacado. La ha apuñalado hasta... Lexa es quien ha llamado a la ambulancia, ella ha sido quien...

Pero Luna ya no podía escuchar nada más porque en el momento en que escuchó el nombre de su hermana y la imagino envuelta en aquella atroz situación, todo pareció volverse de lo más borroso y un enorme calor, un inesperado sofoco la aquejo y sin siquiera ser consciente de ello, Luna se desplomó.

Lincoln trató de sostenerla para que no cayese del todo y se arrepintió de no haber podido evitar a tiempo que el doctor Santiago la convocase pero él no podía ni imaginar lo relacionados que tanto Luna como él estaban con Roan y con Ontari ni cuanto podría afectarles todo esto.

Ontari había perdido su jóven vida a manos de la persona a la que había entregado todo su amor, aún recibiendo un daño terrible y continuado por su parte, y ahora Roan se debatía entre poder volver a caminar o no en el quirofano con buena parte de su columna seccionada.

La de vueltas que podía dar la vida en un solo instante.

Lo triste y devastador que podía volverse todo en un momento.

El error fatal que podía ser confiar en quien no debías, y las fatales e irremediables consecuencias a las que eso podía llevarte.

Dudaba que por la mente de Ontari hubiese pasado alguna vez la posibilidad de que Roan pudiese hacerle algo así a pesar de todo, y dudaba que por la mente de Lexa e incluso de ellos le hubiesen visto capaz de cometer una monstruosidad así.

Nunca.

Jamás imaginaron una cosa así.

Jamás le vieron venir, y eso resultaba casi tan escalofriante como perturbador.

Que alguien que en apariencia, que a ojos de todos se tuviese por una persona común y corriente, que alguien como Roan al cual consideraban un buen chico, un chico normal, fuese capaz de urdir en su mente y de llevar a cabo algo tan horripilante como aquello tan solo era algo totalmente inimaginable.

Algo que aún no eran capaces de asimilar, algo que quizás nunca asimilarían.

Roan había puesto fin a la vida de Ontari por una causa puramente egoísta y enfermiza, y ahora no solo había perdido a Lexa, las había perdido a las dos, y había tirado el resto de su vida por el desagüe porque saliese adelante o no su operación, iría directo a prisión y tal vez, pasaría allí el resto de su vida.

Continuara...

La Fugitiva. Nuevos Comienzos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora