48. Trato Hecho

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Lexa Woodward solo era consciente de que estaba subida en un coche por las suaves vibraciones que este hacia al acelerar su marcha. Aquella chica, Costia, conducía con las dos manos en el volante y con sus reflejos atentos a la carretera. Llevaba puesta algo de música muy baja desde hacía varios kilómetros y mientras giraba rumbo a la ciudad de cuando en cuando volvía la cabeza para ver lo que sucedía a su lado con Lexa.

Apenas la había visto levantar la cabeza mientras jugaba distraídamente con sus dedos en su regazo pero al menos había conseguido dejar de llorar, o dejar de llorar tanto como la había visto hacer en un principio.

Se había fijado bien en ella en cada pequeña oportunidad que había tenido desde que le había echado el ojo en aquel borde de la carretera, y era una chica verdaderamente preciosa y llamativa así que imaginaba que estaría así por una pelea con su novio o tal vez por alguna mala situación en la que se habría podido ver metida.

Iba vestida en pijama aún a pesar de ser pleno día, y lo único destacable en ella eran aquellas deportivas blancas que llevaba puesto y que parecía llevar el cabello algo enmarañado como si ni se hubiese molestado en peinarse antes de salir.

Sus verdes ojos estaban lo suficientemente rojos e hinchados como para saber que llevaba horas llorando y la enrojecida punta de su nariz, delataba lo mismo otorgándole una expresión triste, vulnerable y congestionada.

Aquellos últimos rayos de sol que recaían sobre ella aquella tarde contrastaban mucho con la sensación que Costia tenía de ella en aquellos momentos pero debía reconocer que le preocupaba un poco el no saber en donde se había metido al recogerla.

—Vas a tener que guiarme un poco cuando lleguemos a la ciudad porque llevo muy poco tiempo en ella y aún no la conozco muy bien, ¿vale? —confeso Costia mientras la miraba fugazmente—. ¿Tú siempre has vivido aquí?

Lexa que levanto la vista al oírla sacudió con la cabeza ligeramente antes de mirar a través de la ventanilla como el rastro de árboles iba poco a poco desapareciendo bajo su vista.

—¿En serio? —se sonrió un poco Costia volviendo a posar los ojos en la carretera—. Es un rollo tener que empezar de nuevas en algún lugar, ¿verdad?

Si, si que lo era.

—Yo he venido desde Seattle porque mi prima se ha vuelto a meter en líos y porque mi tía quiere que me haga cargo de su negocio hasta que ella esté más recuperada y vuelva pero si te digo la verdad, no sé muy bien que hago aquí —admitió Costia con sinceridad encogiéndose después de un hombro—. Pero bueno uno no escoge a la familia y es importante apoyarse en momentos así, supongo.

Lexa que tembló ligeramente abrazándose al oír aquello ultimo tan solo apartó de nuevo la mirada de ella recordando lo que Lincoln le había dicho sobre él y Luna, lo ocurrido con Roan la noche anterior, y los ojos volvieron a llenársele de lágrimas.

Costia que se fijo fugazmente en ella cambió ligeramente la expresión de su cara intuyendo que quizás había metido un poco la pata y alargó la mano colocándola sobre las de ella en su regazo.

—Eh, vamos no te pongas así —intentó consolarla Costia fijándose en la carretera y luego en ella con expresión preocupada—. ¿Tu familia sabe que estás así?

Lexa se llevo una de las manos a la cara y se apartó las lágrimas muy apagada negando.

—No puedo volver con ellos.

Aquello hizo que Costia se desviase ligeramente de la carretera deteniéndose junto al arcén antes de llegar a la ciudad.

—¿Por qué no? ¿te han hecho daño? —se preocupó ella examinándola con la mirada no viendo nada angustiosamente reseñable en su piel a la vista—. ¿Es de ellos de quien estás huyendo?

La Fugitiva. Nuevos Comienzos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora