41. Mala Suerte

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Clarke Griffin llevaba esperando bastante rato sentada en la camilla de la enfermería de Bradford Creek, la prisión tenía una pequeña área médica que ocupaba al menos dos salas de examen, un pequeño despacho y una hilera de camas separadas por cortinas blancas y verdes.

Se sujetaba un pedazo de algodón contra el pliegue del antebrazo tal y como el médico le había pedido que hiciese nada más extraerle sangre, además le habían dado algo para la fiebre y estaba a la espera de que le diesen los resultados para poder volver al patio o a su celda ya que aún era de día.

Las luces de los fluorescentes del techo llevaban ya rato molestándola y no paraba de moverse inquietamente en la camilla dejando que sus pies bailasen a cada momento.

Finn Collins, el guardia que la había acompañado a la enfermería y que no podía dejarla sola allí, estaba sentado en una silla junto a la puerta ojeando una vieja revista de famosos y recetas que había conseguido por allí esperando también que el medico volviese.

—Como sigas así vas a hacer un agujero con el culo en la camilla —le dijo él al ver la forma en la que se movía cada dos por tres acomodándose.

—¿Pero cuánto más se supone que tengo que esperar aquí? —replicó Clarke algo malhumorada observándole—. Dijo que tendría los resultados en media hora y ya van casi cuarenta y cinco minutos —le recordó Clarke señalando el redondo reloj de la pared con acritud.

—¿Qué prisa tienes? ¿te esperan en el Ritz y no me he enterado? —intentó bromear él para hacerse más amena la espera pasando a la siguiente hoja.

Clarke estuvo a punto de soltarle una bordería pero escucho la puerta abrirse de nuevo y vio al médico entrar por ella.

—Ya era hora, creía que ya se había olvidado de mi —protestó ella saltando de la camilla casi de inmediato aún sujetando el algodón—. Está todo bien, ¿no? —dijo Clarke sin darle siquiera tiempo a saludar disponiéndose a coger la chaqueta del uniforme para salir de allí—. Ya me puedo ir.

Fin que también se alivio de ver al médico cerro la revista tirándola junto a las otras en la pequeña mesita y se puso en pie dispuesto a devolverla a su celda pero en cuanto le vio la cara al médico supo que no iban a ir a ninguna parte por el momento.

—Clarke, vuelve a sentarte ahí, ¿quieres? —dijo él antes de ver como Clarke se detenía en el sitio y volvía la cabeza para verle contrariada—. En serio, siéntate.

Clarke que miro a Finn y después al médico se dirigió de nuevo a la camilla algo exasperada e impaciente sentándose de nuevo.

—¿Qué pasa?

El doctor Stevens se paso la mano por la frente como si a él también le doliese la cabeza y arrimó una de las sillas para sentarse frente a ella, con su informe preliminar y sus analíticas delante.

—Tengo que hacerte algunas preguntas que quiero que me contestes, y que me ayudarán a hacer un mejor diagnostico, ¿vale?

Clarke que se sentó de nuevo casi sonrió por inercia al verle tan serio viendo al guardia Collins volver a tomar asiento cogiendo nuevamente la revista.

—¿Cuánto hace que te encuentras así? —quiso saber el médico dispuesto a completar el informe.

—No sé, unos pocos días —respondió ella encogiéndose de hombros ya que con lo del traslado, su brazo roto y demás no había estado nada atenta a aquellas molestias las cuales consideraba mínimas—. Quizás algo más.

—¿Has tenido otras molestias o...tal vez algo a lo que no le hayas prestado demasiada atención y que te haya podido hacer sentir indispuesta? —inquirió él lentamente observándola atento.

Clarke que para nada entendía a que podía estar refiriéndose tan solo se encogió de hombros sin más.

—Doctor, si quiere decirme algo directo, dígamelo, ¿quiere? —le interrumpió ella exasperada por sus adivinanzas—. Odio los rodeos.

Finn que la miro por encima de la revista frunció el ceño ya que le parecía poco educado que le hablase así al médico que tan amablemente estaba dirigiéndose a ella.

—Bien, como tú quieras —le dijo el doctor Stevens antes de darle el diagnostico y los resultados que había obtenido en la analítica—. Tienes hepatitis B.

La expresión en la cara de Clarke cambió drásticamente al escuchar eso y se quedo completamente helada. ¿Hepatitis B? ¿cómo que hepatitis B? ¿qué clase de hepatitis B era esa?

Finn que levantó la vista de la revista abrió los ojos un tanto sorprendido.

—¿Pero qué dice? ¿está usted flipando o qué? ¿cómo coño voy a tener hepatitis B si no me he acostado con nadie en meses? —preguntó Clarke de lo más ofuscada antes de señalar el papel que tenía entre las manos él—. Esa analítica no es la mía, tiene que haberse equivocado.

—No, no lo estoy —le respondió él muy seguro de aquella respuesta suya—. Acabo de hablar con el doctor Rafel de Debnam Bay y me ha dicho que Anya Lachman la tiene. Y tú la mordiste durante aquella pelea al principio de tu estancia allí, ¿recuerdas?

La expresión en la cara de Clarke cambió de inmediato porque en ningún momento pensó que al defenderse podría causarse a si misma un daño aún mayor. Pero si que recordaba haberla mordido con fuerza hasta hacerla sangrar justo antes de que Anya le rompiese el brazo.

—Su sangre entro en contacto con tu boca y creemos que es ahí donde la contrajiste ya que en los exámenes iniciales cuando entraste a Debnam Bay no tenías patologías previas serias.

Clarke que parpadeó al escucharle comenzó a temblar mientras se señalaba como si no le estuviese escuchando bien.

—¿En serio me está diciendo que esa puta loca me ha contagiado de hepatitis sin yo saberlo? ¿en serio?

Finn volvió a dejar la revista esta vez sobre la silla teniendo que ponerse en pie por si las cosas se salían un poco fuera de control y se quedo junto a la puerta.

—Clarke, tranquilízate.

—¿Qué me tranquilice? —le dirigió una ofendida mirada Clarke bajándose después de la camilla mirándole a él y después al doctor Stevens—. ¿Ha dicho qué me tranquilice?

—No es tan grave como parece porque el incidente ha ocurrido hace relativamente poco y porque aún estás en una etapa muy inicial —intentó explicarle el médico poniéndose de pie frente a ella—. Te daremos algunos medicamentos antivirales y estaremos atentos a la evolución de los síntomas que puedan tener. Estoy seguro de que la infección no ira a más si la tratamos, por lo general algunas veces ni siquiera hace falta tratarla así que vamos a atajarla a tiempo, ¿de acuerdo?

—¡Pero que pedazo de hija de puta, joder! —se crispó Clarke perdiendo absolutamente los nervios antes de darle un puntapié a la silla la cual lanzó contra la camilla—. ¡Me la voy a cargar en cuanto salga de aquí, ya puede darse por muerta!

Finn se dispuso a acercarse para pararla pero el doctor Stevens alargó la mano para pararle y darle tiempo para procesar aquella información.

La hepatitis B era una enfermedad viral bastante común y tratable en prisión, podía contagiarse por el contacto sexual, por la sangre y la saliva y todo el mundo podía ser susceptible de contraerla tan solo debía someterse a análisis constantes para vigilar que su hígado no resultase del todo dañado y aquello no se complicase y podría hacer una vida totalmente normal entre aquellas paredes.

—Vas a estar bien, ¿vale? —quiso tranquilizarla él y transmitirle confianza en ello—. Lo peor pasará en dos o tres semanas y después seguiremos sometiéndote a analíticas durante un par de meses más para asegurarnos de que tu hígado continúe bien. No lo pienses mucho más, solo has tenido mala suerte.

Si, muy, muy mala suerte después de todo.

Una suerte de mierda.

Continuara...

La Fugitiva. Nuevos Comienzos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora