20. Regalo

101 29 11
                                    


Menudo desastre.

Cuando Lexa trató de levantar aquel panel del suelo, la madera astillada del biombo se deslizó y quedo colgando de la tersa tela rasgada formando un agujero medio deforme en mitad de una de las cinco hileras que lo conformaban.

Lexa se lo quedo viendo por un momento y después cogió una de las camisas de Roan de una silla tratando de cubrir el agujero con ella colgándola de la parte superior.

No funcionó.

Tendría que contarle que lo había roto después de todo, decir que se había levantado muy dormida y que había tropezado con él sin querer. Quizás no se enfadase con ella del todo.

Lexa se encontraba mucho mejor, había permanecido tumbada en la cama hasta que el sol hasta que el sol se había elevado del todo en el cielo y había comenzado a descender en él.

La medicación la había ayudado y mucho. Ahora mismo flotaba entre un mar de indiferencia y una casi plena consciencia de si misma.

Resultaba extraño sentirse así. Como sosteniendo la cabeza fuera del agua en un ondeante mar a la deriva pero al menos los temblores y el llanto, se habían esfumado del todo y solo quedaba ese enorme vacío en medio de su pecho. Igual al de ese metafórico panel.

Había logrado asearse un poco y limpiar bien sus manos de los rasguños, la sangre algunas veces era mucho más escandalosa que realmente el daño sufrido y no había quedado ni rastro de ella o de nada sobre su piel salvo dos o tres ligeros arañazos casi imperceptibles a simple vista que escocían un poco si cogía alguna cosa con las manos.

Nada que no fuese tolerable.

No había terminado de ceder ante aquel primer impulso y llamar a la doctora Sydney, cosa que se alegraba de no haber hecho o ahora mismo estaría teniendo que responder a una cantidad ingente de preguntas profundas y carentes de sentido que no le apetecería en nada responder.

En la sesión de mañana por la mañana no sacaría el tema y mucho menos mencionaría a Greyston. Sería como si nada de eso estuviese ocurriendo y sería lo mejor. Tratarían otros temas, quizás menos dolorosos o menos privados y humillantes. Total le quedaban años y años de terapia para meterse de lleno a ello, ¿por qué explayarse ahora?

No, no había ninguna necesidad de entrar en eso por el momento.

Lexa se dirigió a la silla cogiendo la ropa que había sacado de la secadora y se dirigió con ella a la cómoda para comenzar a guardarla. Eso podía hacerlo por ahora. Ordenar era fácil, las camisas con las camisas, los pantalones con los pantalones, los calcetines con los calce...

La expresión de Lexa cambió cuando se fijó en que en el cajón de los calcetines había un sobre amarillo pastel con su nombre, y dejando la maraña de calcetines a un lado, metió la mano para sacarlo, llevándose consigo justo debajo una tarjeta de algo parecido a publicidad.

"Sky Technology", leyó y el corazón le dio un vuelco porque reconoció aquel nombre. Raven Reyes, su amiga en Fortress Kirk Bay, la única persona en la que había podido confiar en aquellos dos años de infierno y terror le había hablado de ella, de su empresa.

Las elegantes letras con su nombre algo más pequeñas debajo del rotulo enseguida llamaron su atención.

Raven Reyes, directora ejecutiva.

Asistencia técnica en sistemas de seguridad.

Lexa observó aquella bonita tarjeta en diferentes tonos de azules con el logo de la compañía de Raven impreso en blanco, una especie de flor hueca hecha que llamó su atención, y cuando le dio la vuelta reconoció la letra de Raven con una dirección escrita a mano y otro número de teléfono que supuso que sería algo más personal.

La Fugitiva. Nuevos Comienzos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora