Después de abandonar la comisaría, Lexa Woodward había caminado y caminado bajo la fría brisa de la noche durante horas.
En un principio con toda aquella ira aún recorriendo cada pequeño centímetro de su cuerpo, pero pronto aquella ira se había ido convirtiendo en una potente tensión que cargaba sus hombros y que hacía que una intensa sensación de hervor, de ardiente ebullición la inundase por dentro.
Lexa aún no podía creer que hubiesen aceptado su acuerdo, sus términos.
Que todo aquello al fin hubiese acabado.
Mentalmente no estaba nada preparada para ello. Llevaba semanas, meses preparándose interiormente para pelear, para confrontar aquella dispar batalla que amenazaría con mermarla, con agotarla en el tiempo y en las formas y ahora, de pronto, tenía el más absoluto y certero convencimiento de que no sería así.
Cuanto vértigo daba eso, menudo pavor porque al mismo tiempo que calmaba aquellas ansias internas suyas, aquel temor, también le quitaba una de las razones para seguir viviendo.
Como si necesitase esa rabia, esa cólera, el coraje para subsistir.
Verdaderamente no sabía que había pasado. De donde había sacado las fuerzas para imponerse una vez y otra vez así, tanto que sentía que algo de su antiguo yo había resurgido como el ave fénix de sus cenizas.
Lo único que sabía era que todo termino.
Venció.
A medida que el corazón le iba más y más rápido dentro de su pecho, Lexa tuvo que apoyar las manos de la barandilla de las escaleras del Primes a donde sin saber como siquiera había logrado regresar, e inclinando hacia delante su cuerpo inspiro hondo sintiendo todo aquel temblor.
Como si el suelo estuviese a punto de desaparecer bajo sus pies, como si las paredes y el techo se moviesen a su alrededor incapaz de alcanzar el ascensor.
No supo de donde salió aquella mano pero pronto la sintió sobre su espalda acariciándola en círculos, una larga melena oscura junto a ella, unos oscuros y encandiladores ojos cargados de preocupación, una lejana voz.
Estaba sufriendo una crisis de pánico tan fuerte que le impedía conciliar su mente con la realidad en aquel momento.
Y sin saber como ni porque los ojos se le llenaron de lágrimas y su rostro comenzó a sonreír, a reír mientras aquellos ojos la miraban angustiados como si estuviese perdiendo la jodida cabeza porque incluso ella misma era algo consciente de aquel destello histérico en la voz, pero mientras se cubría la cara con la mano poco después descubrió que ya no reía, que lloraba de puro dolor.
La explosión emocional que la abordaba era tan grande que la sacudió amenazándola con destrozarla entera, y haciéndola caer de rodillas sobre la larga alfombra azul mientras que las manos de Costia que se encontraba en la recepción cuando la vio entrar por la puerta y le hablo sin recibir siquiera contestación la sujetaron.
Por una vez en su vida no le importó nada quien estuviese o no delante y sencillamente se derrumbo.
Desquebrajándose por entero mientras toda la tensión acumulada, todo el dolor subyacente salía al exterior en forma de lágrimas.
Oía a Costia hablar, preguntarle una y otra vez que había pasado, que necesitaba, si le habían hecho daño, pero tan solo se abrazo a ella como a nadie jamás y lloró mientras que Costia de algún modo sintió aquella necesidad suya y la estrecho entre sus brazos con fuerza, necesitando llevarse consigo todo ese dolor que la veía sentir.
Costia dejo caer una de sus rodillas al suelo sosteniéndola cn su cuerpo y la dejo llorar y llorar entre sus brazos todo cuanto pudo sabiendo por como lucía que llevaba demasiado tiempo ya aguantando.
Fuese lo que fuese lo que le había pasado ella no la dejaría sola de nuevo, no si podía evitarlo porque la queria en su vida, deseaba poder ayudarla y formar parte de ella todo cuanto aquella chica le permitiese, y Costia no se rendiría hasta ver restablecida aquella sonrisa suya que tanto la había cautivado en su coche poco después de conocerla.
Si Lexa lo permitía ya no volvería a estar nunca más lejos de ella.
Continuara....
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La Fugitiva. Nuevos Comienzos.
FanfictionII Parte de La Fugitiva. Cuando la vida te golpea tanto y tan fuerte ya solo queda una cosa por hacer, una única cosa. Levantarse. Y a veces por muy difícil que te parezca no te queda otra que poder. Sufrimos, reímos, lloramos y sentimos con ellos...