Abigail Griffin abandonó la habitación que Clarke ocupaba en Urgencias y paso por delante del jóven guardia de seguridad de la prisión de Bradford Creek que custodiaba la puerta sentado en una silla en la entrada.
Había obtenido un permiso especial para poder pasar el tiempo que permaneciese allí con ella de forma excepcional dadas las graves circunstancias que la aquejaban, y Finn Collins el guardia en cuestión había sido muy amable con Abby durante aquellos duros momentos para ella.
La noche había sido larga y él había relevado a su compañero por la mañana por lo que permanecía sentado en la puerta con una revista leyendo distraídamente un par de artículos médicos bastante interesantes de algunas viejas revistas que Abby le había llevado junto a un vaso de café al conseguir el suyo de una de las máquinas.
El estado de Clarke había mejorado un poco en las ultimas horas cosa que Abby no podía agradecer más, pero su vida no estaba del todo a salvo y eso le preocupaba sobremanera.
Respirando hondo y necesitando tomar algo de aire, Abby aprovecho que Clarke se había quedado al fin dormida para salir a estirar un poco las piernas y conseguir algo de comer de la máquina.
Pero la de personal estaba averiada por lo que tuvo que caminar por el pasillo y atravesar algunas puertas para acudir a las de la sala de espera.
Metiendo la mano en el bolsillo de su pantalón rebusco en el fondo hallando un par de monedas, y en cuanto las encontró se acercó a la máquina del café metiendo una de ellas en la ranura.
Nada más ver caer el vaso y escuchar el ronroneo de la máquina dejando caer el oscuro liquido escucho gritos y sollozos a lo lejos. Alguien sin duda alguna estaría recibiendo una de las peores noticias de su vida en la sala de espera contigua.
Que horror.
Esa siempre había sido la peor parte de su trabajo, poner fin a una posible esperanza, al ansiado anhelo de un ser querido. En su mente y sin quererlo reprodujo esa misma escena con Clarke. Ella de pie en el pasillo, el doctor Santiago dándole su más sentido pésame, diciéndole cuanto lamentaba no haber podido hacer nada más por su hija, y el sofoco que le entró en el cuerpo hizo que Abby tuviese que apoyar la mano de la maquina que con su peso se fue ligeramente hacia atrás sacudiendo la taza de café que cayó contra el suelo salpicándole el pantalón, los zapatos y el suelo.
La quemazón hizo que Abby se apartase por inercia y su mente contactó de nuevo con la realidad cogiendo un par de servilletas del dispensador para colocarlas sobre el charco del suelo recogiendo el vaso derramado para tirarlo a la pequeña papelera.
Mierda.
Había formado un completo desastre en un segundo, y retirándose tras absorber a duras penas con las servilletas todo el café esparcidos en un amasijo de papel empapado que lanzó de golpe a la papelera se retiro de allí dirigiéndose al baño más cercano.
Vio a un par de chicas con cara de preocupación charlando justo por fuera pero paso de largo y se dirigió a la puerta empujándola para acceder dentro. Ese baño no solía frecuentarlo demasiado pero era prácticamente igual al que había en las otras plantas.
Un acogedor espacio lleno de azulejos blancos, tres lavamanos separados y cinco cubículos con retrete. Varios dispensadores de jabón y papel, dos máquinas secadoras de mano, y una especie de ventanal que se abría solamente hacia dentro situado en lo alto, y una especie de banquito estrecho y alargado de madera situado en la pared más alejada junto a una papelera.
Abby se dirigió al lavabo más alejado de la puerta y abrió el grifo cogiendo varias hojas de papel del dispensador para humedecerlas y limpiar las salpicaduras de la bata y mientras lo hacía le pareció escuchar a alguien sollozando sordamente dentro de uno de los cubículos, uno de los dos que permanecía cerrados e instintivamente miro de reojo por el espejo.
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La Fugitiva. Nuevos Comienzos.
FanfictionII Parte de La Fugitiva. Cuando la vida te golpea tanto y tan fuerte ya solo queda una cosa por hacer, una única cosa. Levantarse. Y a veces por muy difícil que te parezca no te queda otra que poder. Sufrimos, reímos, lloramos y sentimos con ellos...