No sabía cómo pero Lexa Woodward había conseguido marcharse de casa de la casa que su hermana compartía con Lincoln a las afueras de la ciudad, y ahora caminaba junto a la carretera en dirección a la ciudad mientras los coches pasaban a velocidad constante en una dirección y en otra por aquellos cuatro carriles que dividían aquella zona boscosa en dos.
No hacía mucho que había logrado dejar todas aquellas casas atrás y caminaba bajo el caluroso sol de la tarde y bajo aquellas pequeñas nubes blancas que lo manchaban todo amontonándose unas sobre otras en ciertos puntos.
Había perdido por completo los nervios en cuanto Lincoln había mencionado la posibilidad de que recibiese tratamiento internada en algún lugar desconocido. Y en cuanto él había intentado recular y tranquilizarla, a la primera de cambio ella se había ido por la carretera contraria por la que sabía que Lincoln y Luna solían ir de camino a la ciudad.
Ahora mismo no quería tener nada que ver con ellos, y le aterraba la intención que Lincoln había manifestado de deshacerse de ella de aquella manera. Le aterrorizaba y mucho la sola idea de poder volver a estar aislada, encerrada, sola e indefensa rodeada de desconocidos y posibles malas personas en potencia. Preferiría lanzarse de un puente o ahogarse en aquellas aguas heladas que sabía que habían en mitad del bosque antes de que eso sucediese.
Estaba harta de toda aquella situación.
Harta de tener que sentirse así, de tener que disculparse por todo y con todos, harta de tener que sufrir por cada pequeño obstáculo que surgía en el camino. Verdaderamente harta.
Agotada.
Más allá de lo impensable. Lo imaginable.
Cuanto más tiempo pasaba y cuanto más creía ciegamente que ya no le quedaban lágrimas que llorar, era como si su cuerpo se empeñase en llevarle la contraria y utilizase todo el agua que contenía su interior solo para conseguir formarlas y que brotasen una y otra vez sin control.
Odiaba no poder tener la suficientemente fuerza como para contenerse pero había pasado por tanta mierda y su cerebro estaba tan dañado que era una suerte que aún pudiese sentir algo entre tantos fármacos y confusión.
Lo había intentado.
Dios, si es que existía ese miserable sabía que lo había intentado una y otra vez con todas sus fuerzas y el que aún siguiese allí, que no se arrojase sin pensar frente a todos aquellos coches era una buena señal de ello pero si Lincoln tenía razón en una cosa era que no podía seguir así.
Toda esa mierda a la que se había ido enfrentando a lo largo de su vida había parecido un colchón blando en comparación con aquellos dos años metida en Fortress Kirk Bay, y ahora que estaba relativamente "a salvo" otra vez era casi mucho peor.
La existencia y presencia de Luna, su hermana, había sido su autentico bote salvavidas pero ahora comprendía que tampoco podía confiar en ella.
Dios, y si no podía confiar en ella, tal vez no debía confiar tampoco en nadie, ¿verdad?
Aquel sentimiento, aquella sensación, si no hacía algo con ella acabaría pudriéndola de dentro a fuera. Descomponiéndola y desintegrándola hasta que no quedase nada de nada de ella.
Las lágrimas se deslizaban por su enrojecida y congestionada cara en silencio mientras sentía la verde hierba y la gravilla bajo sus zapatos, abrazada a si misma para poder sostenerse y seguir adelante caminando por aquel borde de la carretera y tan concentrada en aquella tristeza suya que no escuchó como un coche se desviaba del camino y se detenía junto al arcén.
Una chica de piel clara y grandes ojos negros al igual que su oscuro cabello bajo del coche y cerro la puerta justo antes de echar a andar rápidamente tras aquella desconocida que había visto andando terriblemente llorosa y frágil.
Su voz había sido tranquila, segura aunque preocupada cuando había salido de aquellos rojos labios suyos de sonrisa encantadora y una profunda serenidad.
—Eh, oye, perdona —escuchó decir a la chica en cuanto esta estuvo lo suficientemente cerca como para extender la mano hacia el brazo de Lexa parando su avance en el camino.
En cuanto Lexa lo sintió se volvió de inmediato deteniéndose entre lágrimas en el camino temblando un poco al pasarse la mano por debajo de los ojos un poco conmocionada de que alguien se le hubiese acercado de aquella manera y ni siquiera se hubiese dado cuenta alguna de ello.
—Lo siento, no pretendía asustarte y sé que no es asunto mío pero es que llevo un rato viéndote en la carretera y me preguntaba si estabas bien o si necesitabas alguna clase de ayuda con algo —prosiguió diciendo la chica bajando despacio la mano para no sobresaltarla viéndola de aquella forma con amable preocupación.
Lexa que sorbio un poco sus lágrimas se sintió algo avergonzada al ver como aquella desconocida se había fijado en ella y al instante intentó restarle importancia al hecho de su presencia allí.
—No es nada, estoy bien —musito Lexa entrecortadamente disponiéndose a seguir su camino.
La chica que volvió a dar un par de pasos más cortándole el paso insistió en su preocupación.
—Pues la verdad es que no lo parece —admitió la chica buscando aquellos ojos verdes anegados en lágrimas—. ¿Por qué no dejas que te acerque a donde sea que quiera que vayas? —le propuso ella con una pequeña y cálida sonrisa volviendo la cabeza hacia su coche fugazmente antes de volver a mirarla con preocupación—. Andar tan cerca de la carretera por aquí es peligroso, podrías tener un accidente o podría pasarte algo malo de toparte con las personas equivocadas.
A Lexa aquello casi le resulto hasta gracioso y no pudo evitar elevar su vista al cielo dejando escapar una irónica risa mientras más lágrimas brotaron en su cara. ¿Qué algo más malo podría sucederle que no le hubiese sucedido ya?
La chica que no comprendió aquella reacción suya tan solo alargó nuevamente la mano posándola sobre su brazo despacio compungida al verla llorar de aquella manera.
—Parece que no has tenido el mejor de los días, ¿eh? —añadió ella comprensiva fijándose en la manera en la que Lexa apartaba la mirada entre lágrimas—. Permite que te lleve, ¿vale? Solo para asegurarme de que llegas bien a tu destino, solo eso, por favor. Me quedaría mucho más tranquila si me dejases sacarte de esta carretera, es un verdadero peligro aunque ahora no lo veas así.
Lexa que miro aquel coche rojo y volvió la cabeza viendo aún todo el camino que le quedaba para llegar a la ciudad, divisando todos los altos edificios apiñados a lo lejos incluso pareció pensárselo. Total, tampoco tenía ya mucho más que perder, ¿no?
—¿Cómo te llamas? —le preguntó la chica viendo aquel inseguro gesto en su cara antes de sonreírle cálidamente—. Yo me llamo Costia.
—Soy... soy Lexa —musito ella entristecida bajando un poco la mirada.
Costia que tan solo se la quedo viendo largamente sonrió aún más, muy dulcemente.
—Lexa, me gusta. Es un muy bonito nombre —le planteó ella mientras se volvía junto a ella hacia el coche ofreciéndole pasar delante amablemente—. Entonces, ¿me permites llevarte, Lexa?
Lexa que se fijo en la forma en la que aquella chica la miraba y en aquella calidez innata que desprendía acabó asintiendo quedamente decidida.
Cuanto antes se alejase de aquel sitio, mejor le sería.
Continuara...
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La Fugitiva. Nuevos Comienzos.
FanfictionII Parte de La Fugitiva. Cuando la vida te golpea tanto y tan fuerte ya solo queda una cosa por hacer, una única cosa. Levantarse. Y a veces por muy difícil que te parezca no te queda otra que poder. Sufrimos, reímos, lloramos y sentimos con ellos...