124. Sin Vuelta Atrás

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Un Mes y Veinte Días Después...

Luna Woodward mantenía los ojos cerrados mientras inspiraba aire muy lentamente por la nariz y lo expulsaba por la boca de pie apoyada junto a la encimera de la cocina. En el suelo, bajo ella un claro liquido acuoso y algo amarillento formaba un pequeño charco entre sus pies y una enorme mancha en su largo vestido marron.

Era una de las sensaciones más extrañas y desconocidas que había experimentado en toda su vida y lo peor de todo es que aunque aún faltasen diez días para salir de cuentas no se consideraba lista para todo aquello.

De hecho, respiraba de esa manera no debido a las contracciones si no al pánico que le generaba que el momento más temido hubiese llegado justo en aquellos momentos porque se encontraba sola y aterrorizada por ello.

Resultaba curioso porque a pesar de que la ginecología no fuese del todo su especialidad en sus años como enfermera había asistido a más de un parto y sabía exactamente qué decir y qué hacer para que la paciente en cuestion mantuviese la calma pero ahora que la paciente era ella, la cosa era muy distinta.

Intentó mover el pie evitando pisar el charco con el zapato con la intención de alcanzar el móvil que se encontraba sobre la mesa pero una punzada indescriptible y como recién surgida de la nada la atravesó de entre los muslos hacia arriba obligandola a emitir un siseo de dolor y a sujetarse aún más con la mano del mueble mientras que llevaba su otra mano al bajo vientre tratando de buscar algún tipo de alivio y sujeción.

Expulsando el aire largamente trató de concentrar su atención en la respiración y dejó que aquella nueva contracción pasase a través de ella dandole algunos minutos más antes de volver a intentar dar aquel nuevo paso.

En cuanto logró alcanzar su móvil su primer instinto fue llamar a Lexa, el segundo a Lincoln pero rehuso hacer cualquiera de las dos y tan solo llamo a emergencias. Sabía que tenía el tiempo justo antes de que empezase el verdadero trabajo de parto de verdad ya que notaba una especie de fuga entre su ropa interior que no cesaba del todo mientras que el liquido amniotico se deslizaba por sus piernas bajando hasta empapar uno de sus pies metidos en el zapato.

No quería asustarles.

No quería que se alterasen.

No quería verse inmersa en medio de una situación de lo más incomoda en aquellos momentos y quería poder evitarlo todo cuanto pudiese, al menos.

Una vez que estuviese en el hospital seguramente les llamaría pero la sola idea de tener a alguien ahora mismo a su lado, resultaba demasiado para ella porque Luna Woodward en el fondo de su corazón seguía pensando que algo en todo aquello no saldría nada bien y seguía sintiendose demasiado expuesta y vulnerable a ser la culpable de algún modo de todo aquello.

Habían sido unas semanas muy, muy duras. Un embarazo algo complicado sobretodo en aquel último trimestre.

Todo lo vivido con Lexa, con Lincoln. Lo ocurrido con Roan y Ontari hacía prácticamente nada, habían hecho que su estado de animo durante el embarazo no fuese el más optimo y todas aquellas emociones negativas e inquietantes lo único que habían logrado es que su cuerpo reaccionase de forma instintiva. Tensandose, protegiendose, cerrandose de algún modo a vivir plenamente toda aquella experiencia por temor a ser otra más fallida.

Desde el funeral de Ontari había estado experimentando un sentimiento inesperadamente invalidante, horrible.

Ella jamás vio venir a Roan y mucho menos lo creyó capaz de actuar de aquella manera, por tanto ya no era capaz de confiar en su instinto y la culpa que le generaba aquel suceso la llevaba afectando ya muchos días.

Días en los que había sido incapaz de gestionarlo por si misma y había tenido que acudir a alguien que la ayudase con todo aquello.

Jackson le había presentado a una colega suya a la que había estado visitando tres días por semana en secreto todo aquel tiempo.

No era porque no quisiese preocupar a Lexa o que pudiese causarle algún tipo de rechazo, era porque le avergonzaba no ser capaz de ser algo más fuerte cuando Lexa habiendo pasado por mil cosas peores si que a sus ojos lo había sido.

Luna había prometido cuidar de ella, ocuparse de que estuviese bien y al final, quizás todo esto la había logrado alcanzar haciendo que sus miedos se interpusiesen, logrando inhabilitarla, paralizarla y sesgarla hasta sentirse una completa inutil por sentirse mal por todo lo vivido estos ultimos años.

Haciendo un repaso de su vida y aunque no se hubiese llevado la peor parte de las dos, sus experiencias la habían marcado de una manera muy distinta y su ruptura con Lincoln había sido la punta del iceberg para detenerse y pensar en todos los ultimos acontecimientos vividos a su lado.

Las perdidas de sus bebés, toda aquella culpa y frustración, la tristeza, la desolación, la incomprensión, el no entender el porque a otras si y a ella se le había negado tal oportunidad de poder ser madre hasta ahora, toda la inherente presión, los altibajos con Lincoln, la traición...

El terror de que pudiese volver a repetirse una de aquellas perdidas ahora con el bebé a punto de nacer.

De solo pensarlo quería morirse de la pena, pero no podía, y no podía porque ahora mismo estaba lo suficientemente asustada por el bebé como para negarse a caer en la desesperación que aquello le generaba.

¿Iba a poder hacerlo de verdad? ¿iba a ser capaz de dar a luz sin ningún problema? ¿y si algo salía mal? ¿y si el bebé o ella no lo lograban? ¿y si lo lograba y una vez feliz y tranquila, algo resultaba ir mal? ¿y si el bebé parecía estar bien y de pronto se moría? ¿y si Lincoln la culpaba por ello? ¿y si no la perdonaba jamás?

Inspirando por la nariz y soltando el aire por la boca, Luna tembló necesitando acuclillarse un poco mientras marcaba a duras penas el numero de emergencias y se llevaba temblorosamente el telefono al oído con los ojos cerrados aún.

Fuese como fuese ya no existía vuelta atrás.

Ese bebé iba a venir al mundo le gustase a ella o no.

Y por lo rápido que aquellas constracciones se sucedían juraría que iba a ser más pronto que tarde porque en un lapso de tiempo muy corto habían pasado a ser mucho más dolorosas y seguidas.

Ahora ya solo quedaba esperar, solo quedaba empujar.

Pero sobretodo intentar llegar a tiempo para dar a luz en el hospital.

Continuara...

La Fugitiva. Nuevos Comienzos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora