126. Doloroso Camino

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Clarke Griffin deslizó su mano por debajo de su mejilla retirándose los rastros de lágrimas que le habían quedado tras verse sometida a aquella última y dolorosa prueba que la mantenía recostada sobre una de las camillas del hospital en el que llevaba ingresada hacía ya más de un mes y medio.

Había logrado atravesar victoriosamente la fase más aguda de su enfermedad pero las complicaciones que habían surgido a raíz de esta, era lo que estaban alterando su ritmo de vida.

Sintió la mano del doctor Santiago dentro del guante de látex deslizarse por la parte baja de su columna en la que acababa de realizarle una nueva punción y cerro los ojos a la espera de que aquella incomoda y persistente sensación desapareciese mientras él le hablaba pero lo cierto es que no le estaba prestando atención ninguna.

Su mente llevaba ya rato divagando, recordando una y otra vez el desafortunado y fortuito incidente que la había llevado allí, y el como y el porque había acabado en aquella situación una vez dentro de prisión, y carecía de fuerzas en aquel momento para poder ir más allá.

—Esta vez ha sido más rápida que la anterior, te ha dolido menos también, ¿verdad? —le pregunto Gabriel mientras le limpiaba la zona con una gasa llena de povidona yodada dejando su piel de color rojo antes de cubrir el pequeño corte con un enorme apósito sopesando si utilizar un vendaje o no para terminar y que este cerrase bien del todo.

El doctor Santiago extendió la mano hacia la enfermera que le paso varios apósitos limpios que dejo a un lado en la bandeja, y termino de elevar el tirante hilo negro con las pinzas asegurándose de que el corte se mantuviese del todo cerrado justo antes de cortar, y disponerse a terminar de realizar el procedimiento.

—Es posible que sangres un poco con la orina, y que sientas algunas molestias en las próximas horas pero con lo que te hemos dado para el dolor será soportable, te lo prometo —le recordó él mientras buscaba un mejor ángulo para el vendaje—. No quiero que te muevas mucho durante estos días y si te duele quiero que nos lo digas, nos ocuparemos de darte algunos analgésicos cuando el efecto de la anestesia local se te pase. Si notas algunas manchas de sangre o algún filtrado en el apósito, avisa a la enfermera de guardia y ella me hará venir. No te preocupes, es normal que ocurra eso pero preferiría asegurarme de que todo va perfectamente bien durante estos días. ¿Tú madre se quedará contigo?

Clarke que estaba tendida boca abajo cerro los ojos y simplemente negó con la cabeza agarrándose con las manos del borde de la camilla.

A Gabriel le dio pena aunque entendió la clase de restricciones a las que tanto Clarke como Abby se habían visto sometidas estos últimos días donde Clarke había tenido que permanecer en aislamiento por el grado de infección que había alcanzado, y también por la situación penitenciaria que vivía.

—Bueno, estoy seguro de que todo ira bien, y de que pronto podrás verla de nuevo como antes.

Clarke si que no estaba tan segura de ello pero estaba tan hundida que se encogió sin muchas ganas de hablar de todo ello.

—En cuanto tengamos los resultados de la biopsia renal yo mismo vendré a hablar contigo, ¿vale? —le propuso él mientras la enfermera retiraba la bandeja con los apósitos sucios, y la cambiaba por otra con instrumental más estéril—. Ahora te pasaran a una sala de recuperación y alguien se quedará contigo en las próximas horas, después te subiremos de nuevo a planta. Como te decía vas a sentir algunas molestias y algo de dolor cuando el efecto de la anestesia se pase pero tú eres una chica fuerte y yo sé que podrás con ello, cualquier cosa que necesites no dudes en pedírnosla, ¿de acuerdo?

—De acuerdo —fue cuanto musitó Clarke sintiendo a la enfermera pasar por delante de ella con la bandeja y a él moviéndose junto a uno de sus adormecidos costados.

—Buena chica —sonrió Gabriel con aprecio terminando de colocarle el vendaje procurando que se elevase un poco para poder ponérselo del todo.

En unas horas sabrían si el daño renal que habían sufrido sus riñones se volvería permanente o si la diálisis inicial y los numerosos filtrados habían hecho bien su trabajo.

Por suerte para ella, el tratamiento hasta ahora le había conseguido evitar el tener que recurrir a un trasplante de hígado como en un primer momento suponían que requeriría a consecuencia de la hepatitis que se había diseminado de forma aguda e implacable por su sistema, pero habían logrado atajar la infección y que su cuerpo reaccionase bien al tratamiento paliando esos síntomas agudos.

Lo que por desgracia no tenían aún claro es si sus riñones iban a ser capaces de tolerar el daño y la ralentización que hasta ahora había venido sufriendo y que casi le habían costado uno de ellos, al menos.

Hasta ahora habían podido paliar ese dolor, esos síntomas con los tratamientos menos invasivos pero cada vez eran peores las pruebas a las que debían someterla para dar con el autentico problema y poder curarla en el camino.

Clarke Griffin podía permanecer enferma el resto de su vida o necesitar de un trasplante de riñones para no debatirse nuevamente entre la vida y la muerte mientras su sangre contaminada por el virus destruía sus células por dentro colocándola en una posición muy pero que muy delicada.

Ojala los resultados fuesen del todo positivos porque de no ser así, Clarke tendría por delante un muy largo y doloroso camino.

Continuara...

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