33. Miserable

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Cerca del edificio de apartamentos donde estaba situada la morada de Roan, a un par de mugrientas y malolientes calles del estudio, Lexa Woodward permanecía sentada en el escalón de un callejón totalmente descalza y vestida en pijama con las manos juntas y metidas entre sus rodillas mientras su cuerpo entero temblaba y sus alicaídos hombros la sostenían con la mirada gacha.

Hacía tanto frío allí, tanto que se le había metido en los huesos pero no era esa la causa de aquel temblor suyo, la causa era su miedo.

El volver a pasar por otro violento encuentro no solo con Roan si no con cualquiera en aquellos momentos.

Su corazón permanecía escondido y apretujado en el interior de su pecho apenas latiendo, y es que el efecto de las pastillas que había tomado a medianoche la mantenían en un calmo estado de ensimismamiento y aturdimiento.

No era la primera vez que tenía que salir huyendo de algún sitio en plena noche pero si la primera vez que lo hacía estando tan ida como se encontraba, y con una salud tan frágil al hacerlo.

Había sido una mala idea el no haber esperado mucho más para decirle a Roan la verdad de sus sentimientos, tendría que haber esperado a que fuese por la mañana o tal vez no decírselo nunca así su actitud con ella jamás habría cambiado. Ahora sabía que había estropeado estrepitosamente las cosas y que ya nada volvería a ser completamente igual entre ellos.

Cerca del puñado de contenedores que se apilaban en la trasera de varios locales en el callejón escuchó el agudo sonido de un par de ratas que correteaban pegadas a la pared pasando con sus pequeñas patitas por encima de un charco no muy lejano y por primera vez en mucho tiempo pensó en su vida y en como ella misma se había sentido como una de ellas.

Sucia, escurridiza y miserable.

¿Por qué no era capaz de sentirse como una persona normal? ¿por qué no era capaz de merecerse el amor de otras personas por el simple hecho de existir y no porque estás esperasen algo a cambio de ella? ¿por qué no podían pasarle cosas buenas como a los otros?

Tenía algo bueno con Roan, algo tremendamente bueno y lo había echado a perder por su inseguridad.

Se había equivocado en las formas y muy probablemente también en el contenido porque él era lo único bueno en su vida que tendría y ahora ella había generado un conflicto en lugar de dejar las cosas tal como estaban permitiendo que él siguiese cuidando de ella y queriéndola como lo hacía.

Había sido una idiota al creerse que su opinión o sus sentimientos iban a contar en definitiva para algo en todo aquello, y ahora sentía que el haberle hecho caso a Raven suponía un error.

Por primera vez en su vida alguien la quería, la quería de verdad y se esforzaba en demostrárselo a cada momento, y ella como siempre había tenido que joderlo todo con sus inseguridades.

En el fondo lo que más le dolía es que Clarke había tenido mucha razón. Nadie iba a quererla después de todo aquello, y ella de haber tenido mucha más paciencia, de haber podido aguantar mucho más en Fortress Kirk Bay la habría tenido a su salida.

Era patética, y nunca sería alguien normal si seguía por ese camino. Debía volver y disculparse con Roan por lo que había hecho, intentar que todo volviese a ser como había sido al principio y durante aquellos pocos meses, debía arreglar las cosas con él y convencerle de algún modo de que le quería de la misma forma en la que él la quería a ella.

Solo así iba a poder volver a sentirse bien, y solo así iba a conseguir aquella seguridad perdida.

Estaba convencida de que con aquel gesto suyo, Roan no pretendía hacerle ningún daño solo que la había tomado por sorpresa, y la había hecho regresar a mucho tiempo atrás cuando un gesto así tan solo suponía una premisa de lo que le esperaba por delante en aquellas celdas.

Reconocía que se había asustado, y mucho porque tal y como se encontraba no se veía capaz de poder volver a defenderse de la manera en la que lo había estado haciendo constantemente a pesar de no ganar nunca pero aquello tan solo era una sucia jugada de su mente.

Algo con lo que quebrarla y que una vez más ellos, y solo ellos habían conseguido hacerle provocándole aquel temor interno.

Ahora mismo era incapaz de hilar bien aquellos pensamientos suyos que la acosaban y fustigaban pero algo en ella había vuelto a romperse, algo que la hacía sentirse realmente mal y vapuleada, hostigada.

Escuchó rápidos pasos a lo lejos, voces que la tensaron de inmediato pero tenía la vista tan nublada por las lágrimas que fue incapaz de distinguir a aquella enorme figura que se acercaba.

—¡Lexa!

Lincoln que había estado recorriendo desde hacía ya rato aquellas calles abrio los ojos en cuanto la distinguió en aquel callejón y corrió de inmediato hacia ella.

—¡Oh por dios, Lexa! —dijo aprensivamente abrazándola con fuerza nada más encontrarla allí de esa manera mas que presa del mayor de los alivios—. ¡Por dios!, ¿estás bien? —preguntó él angustiado al separarse de ella tomándola del rostro mientras la examinaba rápidamente con la mirada en busca de alguna herida visible, encontrándola descalza, helada y temblando llevando las manos a ella.

Roan que le había visto meterse en aquel callejón corrió enseguida tras él abriendo los ojos y mucho nada más verla de aquella manera.

—¡Santo dios, Lexa!

Lincoln que la vio encogerse en el escalón temblando como estaba tan solo dirigió una dura mirada a Roan ya que de ningún modo le había dicho que la encontraría de aquella manera.

—Ni te le acerques —le advirtió severamente él separándose ligeramente de ella para quitarse la chaqueta y ponérsela—. Tú y yo ya hablaremos en otro momento.

Lexa que sintió el caliente roce de la tela cubriéndola tembló aún mucho más mientras se abrazaba a si misma por el frío las piernas y sintió a Lincoln rodeándola con el brazo para ayudar a levantarla.

Roan que se había quedado parado en el sitio ante la reacción de Lincoln trago con fuerza al ver lo que había provocado en ella e intento volver a disculparse de nuevo.

—Lo siento, Lexa.

Lincoln que la levantó del suelo para que no pisase toda la basura del callejón tan solo la cogió entre sus brazos disponiéndose a llevarla hasta su coche estacionado a mitad de la calle por allí cerca.

No podía creer que Roan no le dijese lo que iba a encontrarse cuando la hallasen, Lexa parecía una frágil criaturilla indefensa y ahora mismo de lo único que Lincoln tenía ganas era de ajustarle las cuentas a Roan de la peor manera.

—De... de verdad, lo siento.

Lexa que ocultó la cara en el pecho de Lincoln con aquellos ojos verdes llenos de lágrimas se encogió al sentir como él la sostenía sin siquiera poder evitarlo y no pudo siquiera aferrarse a su cuello para no caerse.

—Solo mírala —le recriminó Lincoln al pasar muy enfadado por su lado con ella bajando la voz para arrastrar aquellas palabras al escucharla llorar en silencio—. ¿En qué coño estabas pensando, eh?

Roan que se sintió aún peor tan solo trago con fuerza al ver como Lincoln la alejaba de él, y se llevo la mano a la cara arrepentido totalmente de la actitud que había tomado en aquella terraza con ella.

—Lo siento... —fue todo cuanto Roan musito alicaído al ver como desaparecían de aquel callejón y le dejaban completamente solo entre basura y ratas en mitad de la oscuridad de la noche.

Continuara...

La Fugitiva. Nuevos Comienzos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora