90. Delincuente

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Ontari Woodward estaba apoyada sobre el capo del coche desde hacía cinco o seis minutos, no entendía como es que Jenkins, uno de sus clientes e intermediarios más asiduos les había citado en un sitio como ese. Simplemente no era algo que fuese con él aunque era un tipo algo curioso y extravagante con una manía persecutoria muy acusada por lo que siempre que tenían que reunirse fuera de la Guarida lo hacía en un sitio apartado.

Pero solía ser en la ciudad.

Aquello no era la ciudad, es más no se parecía en nada a ella. No había edificios altos, ni casas, ni coches. No habían ruidos de bocinas, de bicicletas, de niños gritando o gente hablando alto por las aceras. No era gris, ni tampoco azulado o había piedra o cemento allá donde mirase.

Habían árboles, verdes, altos, frondosos. Habían rayos de sol disipándose en sus copas, había sonido de pájaros, de agua de un arroyo brotando desde algún lugar, había olor a hierba fresca, a agua limpia, a naturaleza. Y las vistas eran absolutamente espectaculares.

Las montañas se alzaban manchadas de gris y blanco a lo lejos bordeando todo el valle, y el lago que estaba frente a ellos tenía aguas azules, violetas y algo claras bajo aquella luz de la tarde.

No muy lejos de donde se encontraban se concentraban un pequeño grupo de cabañas rojizas separadas unas de otras entre los arboles como si se tratase de algún lugar de recreo o de paso, quizás un antiguo campamento o un asentamiento algo descuidado.

Fuese como fuese a Ontari le había gustado mucho fijarse en ellas y también le recordaban a uno de los posters que colgaban de su habitación de un lugar idílico al que le habría gustado ir en otra vida.

La naturaleza era algo que siempre le había gustado a pesar de considerarse una plena chica de ciudad pero es que había estado en contacto directo con ella desde muy niña por el trabajo de sus padres. Un trabajo lo bastante itinerante como para no encariñarse demasiado con ningún lugar en particular, uno para el que no se creía destinada a pesar de que no le disgustase del todo.

Ontari habría roto la norma, habría querido dar sus propios pasos en solitario, seguir su propio camino y ellos habrían estado en completo desacuerdo al igual que el resto de su gente por lo que a Ontari no le habría quedado más remedio que seguir su propio criterio e irse sola de allí sin el apoyo que hasta ahora habría tenido.

Al principio había sido duro. Verse sola en plena ciudad, rodeada de desconocidos, sin saber bien que hacer, sin un plan concreto pero era una chica lista, despierta, que aprendía rápido.

Había sido contratada para limpiar unos grandes almacenes dedicados a la actividad informática, había conocido a un chico allí que había intentado ligar con ella y el cual finalmente lo había conseguido y él le habría ido enseñando todos los entresijos del negocio en sus ratos libres pero la alumna no había tardado mucho en superar al maestro y el dinero pronto habría comenzado a suponer un problema para ella.

Ontari había comenzado a hacerse un pequeño hueco en el mundillo, haciendo pequeños trabajos decentes y legales pero a medida que avanzaba, que sus contactos crecían y demandaban algunas cosas más, ella había cruzado esa línea de peligro junto a él y habrían comenzado a hacer encargos mucho menos lícitos.

Las cosas habrían ido de autentica maravilla de no ser porque otra persona se habría cruzado en su camino, y aquella relación habría terminado finalizando por su parte ya que él habría insistido en pedirle otra oportunidad poco después de cansarse de su nueva conquista.

Ontari habría estado tan desencantada y tan disgustada que simplemente no habría querido saber nada más de él y habría ido por libre sin que sus caminos volviesen a cruzarse más.

La Fugitiva. Nuevos Comienzos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora