En el Nightbloods la música inundaba ya todas las plantas a pesar de faltas unas escasas dos horas para abrir sus puertas y la gran mayoría del personal había llegado ya. Mientras Raven Reyes calculaba la distancia que había entre el despacho de Octavia Blake y la sala de seguridad destinada a la videovigilancia que tenía que cablear por completo se repensaba si permanecer allí el suficiente tiempo hasta que la morena decidiese hacer la ronda por las plantas superiores o esperar a que simplemente desapareciese del todo para entrar en el despacho y comenzar con su trabajo.
Tenía una sofocante sensación al pensar en un nuevo encuentro con ella con la incluida posibilidad de otra insólita discusión y no le apeteció para nada. Sin duda, no estaba teniendo el mejor de los días hoy. Primero por la inesperada carta recibida aquella mañana, después por la malograda tarde de compras tras cerrar aquel trato ventajoso.
La cosa es que francamente no estaba de humor para aguantar tribulaciones mentales de nadie hoy. Bastante tenía ya con las suyas propias.
Le había escrito a Lexa Woodward, su mejor amiga varios mensajes desde aquella mañana en que despertó pero estaba un poco preocupada por ella porque no había recibido ni una sola contestación a ellos.
Suponía que tal vez la conversación con Roan habría ido mal y que necesitaba algo de espacio y quizás de tiempo para procesarla un poco.
Estaba bien.
Lo entendía.
Poner fin a una relación indeseada pero en la que existía cierto cariño nunca era trabajo fácil. Se ponía en su lugar y siendo capaz de empatizar con todo por lo que había pasado Lexa hasta llegar a aquellos momentos, sencillamente no le gustaría estar en su pellejo.
No es que ella no hubiese pasado lo suyo también pero era muy distinto. Ella había tenido una vida relativamente fácil casi siempre, quitando la falta de cariño y los brotes ocasionales de su madre a los que se había tenido que enfrentar desde que tenía uso de memoria, había crecido rodeada de lujos y comodidades.
Por suerte para ella jamás le había faltado la comida, la ropa o el dinero y aunque había crecido a golpe de talonario lo había hecho todo ese tiempo en el mundo real y no en una puta burbuja de cristal como lo había hecho su madre mimada y protegida del mundo.
Lexa por otra parte lo había tenido mucho más jodido. Por lo que Raven sabía de ella había nacido ya en prisión de una madre acusada de adulterio y condenada a ojos de la sociedad, había crecido siendo golpeada y rechazada por ella mucho antes de tener conciencia propia de lo que estaba bien y de lo que estaba mal, y la había acusado de la muerte de su hermana cosa que era mentira por lo que sabían ahora.
En medio de todo eso, había tenido que abandonar su país de origen para verse en otro muy distinto donde había crecido rodeada de miseria y prostitución. De abandono y desapego constante por parte de la persona que más debería haberla querido y protegido en el mundo. Apenas tenía recuerdos de su padre pero si de esa hermana pequeña a la que cuido y protegió con todo su pequeño ser y que de nada hubo servido.
Entrar a formar parte del sistema había sido terrible. Se había visto completamente perdida en él innumerables veces, pasando de un hogar de acogida a otro, y de un centro tutelado a otro aún peor hasta que había escapado y ya no había vuelto a pisar ninguno de ellos jamás.
Estar en las calles durante ese tiempo había sido duro para ella, realmente duro. Y había tenido que hacer cosas que nadie querría hacer para poder sobrevivir y salir adelante en ese cruel mundo que la rodeaba.
Se había visto obligada a mentir, a estafar, a robar y a delinquir, se había visto forzada a aprovecharse de otros para poder subsistir y había caído detenida más de una vez, la mayoría de ellas no porque la pillasen si no porque les había permitido que la cogiesen para tener asegurados un techo bajo su cabeza y comida en su plato durante al menos un par de días mientras se recuperaba de un mal momento o varios.
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La Fugitiva. Nuevos Comienzos.
FanfictionII Parte de La Fugitiva. Cuando la vida te golpea tanto y tan fuerte ya solo queda una cosa por hacer, una única cosa. Levantarse. Y a veces por muy difícil que te parezca no te queda otra que poder. Sufrimos, reímos, lloramos y sentimos con ellos...