Luna Woodward salió de una de las habitaciones del hospital con una bandeja metálica en las manos llena de material desechable y los guantes de látex aún puestos ya que acababa de terminar de suturar una herida y sentía los pies algo hinchados dentro de los suecos.
Normalmente estos le bailaban porque siempre había tenido los pies pequeños pero con el paso de las semanas sus pies habían ido adquiriendo mucho más tamaño y ya no aguantaba tanto de pie como antes.
Se encontraba enorme, y mientras se dirigía a la recepción sentía unas punzadas en la parte baja de la espalda y en el bajo vientre como si el bebé de algún modo se estuviese encajando. Sabía que aún era pronto para eso pero la molestia estaba ahí y quizás se debiese a las horas que debía permanecer de pie en posiciones algo forzadas para las curas o que fuese cosa del estrés porque hoy lo notaba especialmente activo.
En dos días alcanzaría los siete meses de embarazo y aunque su jornada laboral se había visto reducida quizás fuese hora de tomarse un alto y dedicar aquellos últimos dos meses a preparar la llegada del bebé.
Luna se había propuesto trabajar el máximo tiempo posible no solo porque quedarse en casa sería un tanto frustrante para ella si no porque el dinero ahora no le sobraba precisamente teniendo a Lexa a su cargo y aunque no había querido preocuparla con ese tipo de temas, se había estado apretando el cinturón y mucho últimamente.
No se lo reprochaba. Hacer frente a los gastos médicos de Lexa le había supuesto todo un reto para ella y hasta ahora había contado con la ayuda de Lincoln y del crédito del banco pero ahora que se había propuesto alquilar algo otra cosa para ella, para Lexa y para el bebé iba a tener que replantearse la manera de hacerlo.
Lexa le había dicho que aceptaría aquel dinero que le ofrecían por el acuerdo y se le había ofrecido una parte para compensarla por todo lo que había estado haciendo por ella pero Luna se había negado a cogerlo. Ella lo había hecho de todo corazón porque Lexa era su hermana y le importaba. Ese dinero no le pertenecía a ella y le parecía deshonesto cogerlo.
Ya se las arreglaría.
Siempre podría pedir otro crédito o aceptar un par de turnos extra cuando naciese el bebé.
Había tenido otra clase de idea sobre lo que ocurría cuando naciese pero Luna era realista y sabía adaptarse a las circunstancias. Que los planes cambiase no quería decir que fuesen a peor.
Dios, los riñones la estaban matando.
Luna apoyó las manos del mostrador y se inclinó hacia delante ligeramente arqueándose intentando permitir que el bebé se le acomodase mejor y esa presión disminuyese un poco cerrando los ojos mientras hacía una pequeña mueca de dolor.
Abby que llegaba al mostrador dejando un par de informes la vio así y llevo la mano a la zona baja lumbar y le frotó un poco escuchando a Luna murmurar un sonido de alivio al mirarla dándose cuenta de que era ella.
—Deberías sentarte un rato, trabajas demasiado Luna —ya que siempre que coincidían la veía de acá para allá,
Luna que repitió aquel ultimo gesto justo antes de incorporarse del todo apoyándose del mostrador puso una cara.
—Les doy dos días más a mis tobillos para que desaparezcan por completo —comentó ella con queja.
Abby que tuvo que reír un poco bajo la mirada a sus pies viéndolos bastante hinchados.
—Tranquila, es normal. Luego mejora.
—Eso espero porque si no voy a tener que meter los pies en botas de agua para poderme calzar —bromeó un poco Luna fijándose en ella y en la expresión serena de su rostro—. ¿Es cosa mía o hay mucha gente hoy?
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La Fugitiva. Nuevos Comienzos.
FanfictionII Parte de La Fugitiva. Cuando la vida te golpea tanto y tan fuerte ya solo queda una cosa por hacer, una única cosa. Levantarse. Y a veces por muy difícil que te parezca no te queda otra que poder. Sufrimos, reímos, lloramos y sentimos con ellos...