80. Delatada

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Niylah se encontraba frente a la máquina de café con los ojos fijos sobre la taza mientras una fina línea de café oscuro que fue haciéndose algo más gruesa al final caía directamente en el interior de esta comenzando a llenarla desde el fondo.

Su rostro estaba mucho más serio de lo habitual y su actitud impaciente y exasperada parecía mucho más tensa que otra cosa.

Seguía irritada y molesta por lo vivido en el despacho de Kane apenas una hora y media o dos antes pero lo que de verdad la mortificaba era la manera en la que estaba siendo injustamente castigada siendo relevada de las calles para despachar papeleo el resto de la jornada.

Odiaba terriblemente sentirse tan inutil.

No, no es que el papeleo, las denuncias, y el resto de las investigaciones no es que fuesen importante pero ella no estaba hecha para hacer trabajo de oficina, más bien todo lo contrario.

Esta vez no había hecho nada para merecerlo y eso era lo que la mantenía tan frustrada porque sabía que Kane solamente la estaba castigando por otros motivos que no fuesen el honrado cumplimiento de su trabajo.

Ella era una buena policía, joder.

Se había ganado el estar allí, había trabajado muy duro estos últimos siete años para ajustarse al mismo nivel de sus compañeros pero el corporativismo era algo que jodía tremendamente sus nervios y la crispaba sobremanera, especialmente cuando se trataba de algo injusto y aquello lo era.

Kane estaba cabreado con ella porque había recibido una llamada de Lexa Woodward, muy temprano en la mañana y porque cuando había ido a buscar la documentación sobre el caso, Niylah había dejado constancia en el informe de lo que sus ojos habían visto sobre los detalles del caso, sobre Raven Reyes, sobre lo que había descubierto acerca de Lexa Woodward y sobre Clarke Griffin y se había negado en rotundo a falsear nada tal como él le había sugerido en su momento que hiciese.

Niylah no era así. No era esa clase de mierda corrupta vestida de uniforme que se paseaba haciendo gala de integridad moral y todas esas mierdas totalmente indecentes, no.

Ella no iba a cambiar aquel informe saliese el sol por donde saliese sin importarle cuanto Kane o alguno de sus superiores la amenazase.

El caso era lo suficientemente serio y jodido como para causar un sufrimiento aún mucho más innecesario a las victimas, no. Se negaba absolutamente a ello.

Por mucho que todos pudiesen pensar sobre ella, su trabajo le importaba de verdad y tenía claro que ciertas líneas podía cruzar y cuales no. Y esa que Kane pretendía que pasase de largo no iba a saltársela ni de coña.

No era la primera vez que el teniente Kane le reprochaba su papel allí y lo mucho que la había ayudado admitiéndola pero Niylah no era de las que se quedaba callada y permitía que la pisoteasen y siempre le recordaba que había salido ganando mucho más él al tenerla allí que ella ya que no era a Niylah a quien le había hecho el favor.

Como fuese, ahora mismo no estaba de humor para tolerar gritos o gilipolleces de nadie, incluido a Kane en su lista, bastante tenía ya con todo lo demás y con tener que lidiar con mierda ajena a ella.

Monty que había regresado a comisaria tras un aviso con Harper en el que habían detenido a un ladrón en una tienda de comestibles no muy cerca de una de las avenidas esperaba mientras Harper procesaba al tipo cuando la vio a lo lejos y se acercó a ella por detrás viendola allí.

—¿Va todo bien?

Niylah que ni siquiera se volvió vio acabar de caer la última gota antes de alargar la mano cogiendo la taza y dos sobres de azúcar del dispensador.

La Fugitiva. Nuevos Comienzos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora