118. Por Dios

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Las extrañas y desconcertantes palabras que Roan había pronunciado al otro lado del teléfono sobre Ontari, sobre interponerse en su relación con ella y la conveniente forma de culparla por lo que había pasado, había hecho que Lexa Woodward tuviese un muy mal presagio.

Tanto así que le había pedido ayuda a Costia para poder llegar al Drip Spectral Tattoo, el salón de tatuajes de Roan donde él le había pedido la oportunidad de hablar una última vez más.

Que no fuesen ni las doce del día y que la luz del sol lo inundase completamente todo a su alcance en cierto modo convertía aquel pequeño encuentro en algo seguro o al menos así Lexa lo creía.

Le sorprendió un poco al llegar encontrar las luces apagadas en el interior, y el cartel de Cerrado colgado en la entrada.

Costia que se encontraba en el coche a pocos metros de la entrada la miro no tan convencida de que debiesen estar allí pero entendía la necesidad de Lexa de zanjar todo aquel asunto finalmente con él, y en el fondo también entendía que hasta hacía prácticamente nada, Roan había sido alguien trascendental en su vida y que le siguiese preocupando un poco a pesar de haberla traicionado de aquella sucia manera con aquella chica.

—¿Estás segura de qué ha dicho en el estudio? —le pregunto Costia a Lexa fijándose de nuevo en la acristalada puerta—. No parece que este abierto.

A Lexa tampoco se lo pareció.

Aunque le pareció algo extraño no ver a algún cliente merodeando por allí o a la espera a esas horas del día. Desconocía que Ontari había anulado junto a Roan todas las citas del resto de la semana poco antes de que ella les pillase juntos por lo que no resultaba raro que nadie se hubiese presentado aún allí a pesar de tener bastante concurrida la agenda.

Lexa que se quitó el cinturón de seguridad sin apartar sus ojos de la cristalera principal de la tienda, se dispuso a abrir la puerta para bajarse pero sintió a Costia alargar la mano para pararla por el brazo.

—¿Y si mejor le llamas y le citas en otro lugar? ¿uno un poco más lleno de gente?

Lexa que se volvió a mirarla hizo un gesto colocando la mano sobre la suya en un intento tranquilizador de que se relajase, mirándola y mirando a la tienda un tanto insegura.

—Tranquila, dudo mucho que vayamos a tardar en hablar demasiado. Imagino que solo querrá zanjar las cosas al igual que yo para que los dos podamos seguir adelante así que no tardaré nada. Puedes irte si quieres, yo conseguiré llegar al Primes por mi propia cuenta —quiso apaciguarla Lexa por si tenía cosas que hacer y la estaba entreteniendo. Al fin y al cabo, ya había hecho bastante con llevarla hasta allí.

—No. Te espero —fue todo cuanto dijo Costia sacudiendo la cabeza antes de volver a fijarse en como los rayos del sol caían sobre la tienda colándose en su interior a medida que este ascendía.

Lexa asintió y le dio una mirada de aprecio justo antes de salir del coche y cerrar la puerta tras de si, dirigiéndose a la puerta principal.

Nada más empujarla, la puerta de cristal cedió hacia dentro y la tintineante campanilla rompió el silencio que reinaba por todo el lugar.

A Lexa le extraño encontrar las llaves puestas y colgando de la cerradura cuando la puerta se cerro tras ella y se dio cuenta por el llavero que estas tenían de que eran sus propias llaves.

Las que había dejado en casa de Roan al irse de allí.

Aquel detalle poco significativo llamó un poco su atención porque casi por instinto hizo que llevase la mano a las llaves retirándolas como si donde mejor estuviesen fuese en su mano y no colgando de la puerta.

Costia que la observaba a través del parabrisas del coche compartió una desconcertada mirada con ella, pero pronto la vio volverse dándole la espalda para avanzar en el interior.

—¿Roan? —preguntó Lexa insegura en voz alta queriendo avanzar un poco para ir a encender la luz ya que el interruptor principal estaba junto al espejo principal muy cerca del mostrador.

Lexa dio un paso, dio dos pero al tercero resbaló con algo viscoso que la hizo caer de bruces contra el suelo apoyando torpemente las manos perdiendo las llaves en la caída.

Aquello hizo que una sensación irritante y algo exasperante se apoderase de ella por el fastidio de haber caído con tan poca destreza pero sabía lo desordenado que era Roan por lo que tampoco le extrañaba que aquello hubiese sucedido como había ocurrido en su apartamento más de una vez al encontrar cosas tiradas por el suelo y no verlas.

—¿Pero qué...?

Lexa apoyó la mano del suelo y también del asiento de cuero para poder incorporarse sintiendo aquella viscosidad en su mano y en su rodilla que resbaló ligeramente al intentar levantarse.

En cuanto alargó la mano tanteando la pared y alcanzó el interruptor pulsándolo, todo el color de su cara desapareció.

Ontari estaba tendida boca abajo sobre un enorme charco de su propia sangre y su cuerpo sobresalía ligeramente por fuera del mostrador de modo que Lexa podía ver el reguero de sangre que había ido dejando desde los pies del asiento de cuero hasta casi el arco de la puerta que daba a la trastienda allí por donde se había ido arrastrando.

Lexa se sobresaltó cuando temblando completamente ensangrentada Ontari emitió un bajo y ahogado sonido intentando alargar una de sus manos hacia ella como si quisiese pedirle ayuda mientras que con la otra que tenía metida bajo su cuerpo sobre aquel charco se estuviese sujetando el pecho o el vientre para estremecimiento de Lexa.

Horrorizada como estaba, Lexa intentó darse la vuelta para pedir ayuda pero la fría voz de Roan la detuvo.

—Si das un solo paso más, si gritas te juro por lo que más quieres que le cortaré el cuello.

Lexa se volvió lentamente y encontró a Roan sentado en el suelo junto a Ontari con el cuchillo aún en la mano cubierto con la sangre de ella que permanecía tendida prácticamente a sus pies mientras que Roan mantenía la espalda apoyada contra la pared tras el pequeño mostrador con aspecto exhausto y cansado.

Lexa apenas fue capaz de asimilar lo que sus ojos estaban viendo mientras permanecían clavados ahora en ellos y su cuerpo entero se conmocionaba frente a aquella horripilante imagen sentenciándola para siempre.

—Oh por dios Roan, ¿qué has hecho?

Continuara...

La Fugitiva. Nuevos Comienzos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora