Capítulo 8

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El rubio llegó cabizbajo a su casa. Odiaba cuando todo le salía mal y no podía hacer nada para evitarlo —lo odiaba más que nada. Lo peor era que ni siquiera había sido su culpa; no había sido a propósito. ¡No era como si él en realidad hubiera deseado que le pasara! ¡Simplemente pasó y ya! ¡Eran cosas involuntarias; no podía controlarlas!

Pero, obviamente, los demás no lo veían así. No veían eso. No entendían lo que le ocurría. Y claro, él no los culpaba, porque no sabían nada de lo que le había pasado, pero eso no les daba derecho a juzgarlo o a tacharlo de loco por ello.

No le parecía justo.

Esas cosas... ocurrían sin su consentimiento. No podía predecir cuándo, dónde o por qué lo harían —lo único que podía con respecto a ellas era querer que no le pasaran en público. También odiaba cuando le pasaban en casa, era cierto, pero era peor cuando era en la calle; sólo quería que se lo tragara la tierra. No bastaba con que lo que veía era horrible, que le partía el corazón, que hacía que quisiera morirse —ni con el hecho de que siempre llorara cuando finalizaban, que sólo quería que se detuvieran, que ya no quería ser fuerte, que ya no le importaba si Samuel estaba orgulloso de él o no.

También estaba la desesperante respuesta de quienes lo observaban.

Algunos lo hacían con lástima. Otros, con odio. Los mejores escenarios habían sido tristeza, pero los peores habían sido, sin duda alguna, burla. Odiaba a más no poder cuando se burlaban de él porque le pasaba eso, porque parecía un idiota mientras le pasaba o porque lloraba cuando acababa.

Sus padres y Marianne le habían dicho que era normal, que eran signos de progreso, pero eso no hacía que los odiara menos o que quisiera que siguieran pasando —sólo quería ya terminar con todo y que lo dejaran en paz de una buena vez por todas. No le importaba mejorar, no le importaba la seguridad que le daban de que todo volvería a estar bien, como antes —porque ni siquiera recordaba el antes, siendo honesto, así que tampoco tenía mucho a lo que aferrarse—; de hecho, ya ni siquiera le importaba la promesa que le habían hecho de que, al mejorar, volverían a ir a Irlanda a ver a Samuel y...

Suspiró con pesar.

Bueno, no. Eso sería mentir. Claro que le importaba Samuel. Claro que le importaba que le prometieran volver a ir a verlo porque, por amor a Dios, era Samuel, su Samuel, su mejor amigo, su todo y... Bien, bien. Estaba decidido: lo soportaría todo por él. Porque aunque no respondiera el teléfono, sabía que él querría que lo hiciera todo y que volviera a ponerse bien, como antes —aunque no sabía qué antes, pero eso no importaba— y, más que eso, sabía que se pondría orgulloso en cuanto se enterara.

Cuando Niall pensó en esto, sonrió de oreja a oreja; cuando se enterara. Cuando respondiera el teléfono. Cuando encontrara tiempo libre y contestara uno de sus mensajes de voz. Cuando finalmente volviera a verlo.

—¿Niall? —preguntó su madre viéndolo en el sofá con una mirada extrañada—. ¿Todo está bien?

El adolescente asintió, saliendo de su ensimismamiento, y tragó saliva.

—Me llamaron hoy —confesó—. Por lo del viernes.

La señora suspiró con pesar y sacudió la cabeza, pasándose la mano por la frente.

—¿Les dijiste que ya...?

—Sí —interrumpió el joven—. Ya les dije.

Maura se acercó y le palmeó la espalda a su hijo.

—Está bien, ¿sabes? No te preocupes por ello ni te tortures, ¿sí? Que sabes que es normal que ocurra.

El rubio asintió con la cabeza y desvió la mirada.

—Sí. Lo sé. Sólo... me gustaría que ya no pasara más.

La madre vio con melancolía a su hijo y se mordió el labio, acongojada. Le hizo señas para que se acercara aún más y lo abrazó levemente, porque sabía que eso del espacio personal era un tema delicado con él.

—Todo saldrá bien, Niall —aseguró la señora, reteniendo las lágrimas—. Todo saldrá bien.

El adolescente no dijo nada y, después de unos minutos, se fue a su habitación. Se quitó las lágrimas que habían comenzado a correr por su rostro porque sentía que su madre le mentía y quería creerle, en serio que quería, pero era difícil hacerlo porque ya tantas veces le habían dicho esas palabras sin ser reales que no sabía qué hacer, y se acostó en su cama, mirando el techo, y continuó pensando en lo que estaba antes de la interrupción de su madre de hacía unos minutos en el sofá.

Cuando ese momento llegara, cuando viera de nuevo a Samuel, cuando se reencontraran —lo sabía, así como se sabía la tabla de multiplicar y que su postre favorito eran los brownies—, sentiría que todo había valido la pena.

O, al menos, eso creía él.


[N/A: Holaaaa <3 :D

Quería darles las gracias por leer esta historia :') 

Significa mucho para mí que la lean y voten y todas esas weas /u\


Me emociona mucho que les cause intriga saber lo que pasó con Niall 6u6 Obviamente lo irán descubriendo a lo largo de la historia, pero mientras, pueden hacer teorías 6u6

¿Creen que lo superará? ¿Creen que por eso es así de tímido o piensan que así es su personalidad desde siempre? ¿Qué creen que pasará a continuación?

Comenten 6u6 Así me motivo para escribir, sjsjsj

Ah, por cierto, ya abrí una página en fb donde publico frases, imágenes y cosas así, poemas, extractos de historias y tal. :D Se llama "Constelación de palabras" y el link está en el enlace externo, por si la quieren visitar y compartir y apoyarme con eso... que no me molestaría :D

:DDDD


Bien, creo que eso es todo por ahora.

Dedicación a Zayn_loves_Niall porque la amo, asdfghjngfdertyuik


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All the love, Ker]

El chico de las sopas de letras #JustWriteItLGBTQ+ Ziall AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora