Capítulo 7

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—Tú no aprendes, ¿verdad? —preguntó Louis viéndome con una expresión que indicaba decepción.

Me encogí de hombros.

—Tú cállate, idiota, que el que no aprende de rechazos eres tú —gruñí mirándolo por encima del hombro, orgulloso—. Además, ¿qué tengo que perder?

Sacudió la cabeza, enojado por la referencia a un cierto ojiverde, quizá más dolido que enojado, la verdad, porque ese siempre había sido un tema un tanto delicado, y se fue a la cafetería. Yo suspiré, nervioso, y me quité el sudor de la frente. Eché de nuevo un vistazo al salón, asegurándome de que Niall no se hubiera ido, y sonreí cuando lo observé recogiendo sus cosas. Tragué saliva y me tranquilicé, repitiéndome mentalmente que no era nada del otro mundo y que simplemente actuara con naturalidad.

Parecía que el tiempo era eterno —por Jesucristo. ¿Por qué tardaba tanto? ¿Por qué no podía salir de una vez y así ahorrarme los nervios que comenzaban a comerme por dentro? ¿Por qué no...?

Mierda.

¡Salió!

—Oye, eh, Niall —dije en un tono lento, acercándomele con cautela. Él se detuvo de su camino para ir a la cafetería, como todos los estudiantes del instituto, y aproveché el momento para colocármele en frente—. Lo siento mucho por lo del otro día, yo...

Negó con la cabeza, apenado, y se rascó el mentón.

—Discúlpame a mí —comentó con la vista gacha—. Los viernes son... —suspiró, pasándose la mano por la frente, intentando calmarse—. Los viernes son mi peor día, la verdad. Lamento mucho lo que te, eh, lo que hice, sé que no fue justo, porque tú sólo...

—Sí, yo sólo quería ayudar, lo lamento —lo interrumpí—. Debí imaginarlo.

Negó con la cabeza una vez más.

—No había... —carraspeó—. No había forma de que lo, bueno, lo supieras —tragó saliva—. Lo siento.

Y entonces me armé de valor e hice lo que había ido a hacer desde el principio. Introduje mi mano en mi bolso y saqué una bolsa pequeña.

—Te traje esto —Le tendí la bolsa y él quedó boquiabierto—. Espero que te guste.

La tomó con delicadeza y un poco de incredulidad. Suspiró y la revisó, pasando a mirarme con desconcierto de inmediato.

—¿La hiciste tú? —preguntó con un hilillo de voz.

—Sí —Asentí con la cabeza con una sonrisa enorme en el rostro—. La hice ayer.

—Es... —vio el pastel de chocolate con ternura, como si aún no creyera que de verdad se lo había preparado—. Es hermoso.

Solté una carcajada.

—Ni siquiera lo has probado.

Negó con la cabeza.

—No hace falta —Alcé una ceja y él carraspeó—. Me refiero, sé que debe estar riquísimo.

Sonreí aún más y comencé a caminar, indicándole que me siguiera el paso para ir juntos a la cafetería. Le agradecí, él asintió con la cabeza y yo quedé complacido. Duramos unos segundos en silencio, caminando, y él todavía miraba la bolsa con un poco de incredulidad e incomprensión. Se rascó la cabeza, apenado, y comenzó a hablar.

—¿Por qué me...?

Lo interrumpí, rascándome la cabeza, avergonzado, y sonreí con nerviosismo.

—Era por si no querías, ya sabes, disculparme por lo del otro día —Me miró como si no pudiera creer lo que dije y volvió a asentir con la cabeza, como si le costara creer que de verdad todo eso estaba ocurriendo—. Por favor —rogué después de carraspear, tomando más valor e intentando imprimirlo en la conversación—. Pruébala.

Sonrió con las comisuras de los labios y abrió la bolsa. Tomó un poco y lo introdujo a su boca. Yo lo miré porque quería percatarme de su reacción, de si de verdad le gustaba —y lo que vi no me decepcionó. Una sonrisa se dibujó en su rostro —era pequeña, pero era una sonrisa que sólo hizo que la mía creciera aún más y suspiré con alivio.

—Te lo dije, está riquísima —comentó. No pude sentirme más feliz y asentí con la cabeza, sonriente—. Deberías venderlas —dijo después de unos segundos, mientras llegábamos a la fila para comprar la comida—. Ganarías mucho dinero.

Solté una carcajada.

—¿Tú las comprarías?

Se encogió de hombros.

—Supongo. ¿También venderías brownies?

Alcé una ceja con diversión e interés.

—¿Te gustan los brownies?

—Son mis favoritos —afirmó—. Gracias.

—Oye, y... ¿estás mejor? —pregunté después de unos segundos de él estar en silencio simplemente comiendo—. Me refiero a lo que...

—Sí —dijo tomando un aire serio—. La gimnasia no es mi, eh, mi fuerte.

Asentí con la cabeza.

—Estaba preocupado —suspiré, aliviado—. Creí que te había pasado algo.

Me miró de nuevo y tragó saliva.

—Tranquilo. Estoy bien —Volvió su vista hacia el suelo—. Gracias.

Y, a continuación, lo llamaron por el parlante a la oficina del director.

—¿Ocurrió algo? —inquirí de inmediato.

Negó con la cabeza.

—Quieren hablar conmigo por lo del, eh, lo del viernes —su vista se mantenía gacha y su voz sonaba tan avergonzada que parecía que fuera a llorar allí mismo—. No te preocupes.

—Podría llevarte la...

Volvió a negar con la cabeza y salió de la cafetería.

Y yo sólo me quedé allí, suspirando, preguntándome si no debí haberle llevado un brownie para conseguir que almorzara conmigo y que me hablara con naturalidad, como había hecho hacía unos minutos.


[N/A: Hola <3 Sería lindo si comentaran, saben? :) :) :)

*muere*

¿Qué opinan de la historia? ¿Creen que Zayn se dará por vencido tan pronto? Cuentenme lo que opinan 8)

All the love, Ker]

El chico de las sopas de letras #JustWriteItLGBTQ+ Ziall AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora