Capítulo 101

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[N/A: No he actualizado estos días porque la situación en mi país ha estado demasiado delicada. Pasé como 3 días sin internet, luego no podía pensar en más que la gente que salía a protestar porque quieren un cambio de gobierno, porque quieren libertad, y la mataban o apresaban... Han sido días difíciles. Gracias por no presionar para que actualice y por preocuparse por mí. Los amo <3 Gracias por todo]


Nos abrazamos por dos horas. Después de mi confesión, el cachorro se acercó a mí con ojos brillantes, me abrazó, y —obviamente— le correspondí. Nos sentamos en el piso de la azotea al mismo tiempo que continuábamos oyendo música, pero fue siempre abrazándonos y nada más.

Mientras estábamos allí, tan cerca, de vez en cuando él levantaba el rostro y me veía fijamente, con atención, con su mirada intensa y a la vez suave típica de sí, y en ocasiones me parecía que quería besarme. Sin embargo, lo que hacía en ese momento era verlo con la misma atención que él a mí, como si intentara descifrarlo, y cuando llegábamos tan cerca que nuestras narices se tocaban, le daba besos esquimales o pasaba a dejarle uno en la frente.

¿Estaba siendo cruel? No lo sabía. Tal vez un poco.

Pero no iba a arriesgarme a besarlo y que comenzara a hablar de Samuel de nuevo; mi pecho no estaba preparado para eso, y sabía que probablemente no iba a soportarlo.

No obstante, a pesar de que no nos besamos, la pasamos genial. Era relajante estar en tanta calma con una persona —tal como lo decía Quiet, canción que había acabado de decir que era nuestra, lo que lo hacía todo incluso más especial. Cuando la batería de mi teléfono se agotó, decidimos irnos, y antes de apagarse fue que logramos ver que habían transcurrido dos horas desde que habíamos llegado.

—¿Crees que tu mamá se moleste porque llegarás tarde a casa?

Se encogió de hombros mientras bajábamos las escaleras tomados de las manos.

—Quizá haya momentos por los que vale la pena un buen regaño.

Sonreí y seguí bajando. Al llegar a la camioneta de mi madre, subimos, y cuando logré hacer que arrancara el rubio volvió a hablar.

—¿Y si dormimos en el auto y regresamos mañana a nuestras casas? Creo que uno de mis sueños siempre ha sido dormir en un auto.

Mi sonrisa se hizo presente una vez más. Sin embargo, no detuve el auto ni dejé de conducir. Se me vino a la mente algo que había tenido tiempo pensando, y como estaba TAN feliz por las dos horas anteriores, me atreví a decirlo.

—Algún día, después de convencerte de que te cases conmigo, haremos eso, ¿te parece? Dormiremos en un auto aunque tengamos una casa esperando por nosotros, tendremos más salidas como estas, a azoteas de edificios en las que gritaremos y bailaremos y nos abrazaremos, nos bañaremos desnudos en un lago... Haremos lo que quieras, ¿sí? Pero después de casarnos.

Suspiré y me concentré en el camino. Describir cuán nervioso y vulnerable me sentía era imposible.

—¿Quieres... casarte... conmigo?

—Niall Horan: ¿estás proponiéndome matrimonio en el auto de mi madre?

Se echó a reír y sonreí. Oh, me encantaba su risa. Era la más hermosa del mundo.

—Imbécil.

—Sí, un poco.

—¿Eso es un sí?

—¿En serio me estabas proponiendo matrimonio? No tienes ni 18 aún.

—¡Uy, disculpe, señor mayor! Olvidaba que como usted es un anciano todo era diferente. Es más, ¿sabes qué? No debería ni estar en este auto, porque podrían meterte preso por salir con un menor de edad.

El chico de las sopas de letras #JustWriteItLGBTQ+ Ziall AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora