En el trasporte, cuando regresábamos a casa, el cachorro no hablaba mucho. Mejor dicho, no hablaba, pero siempre parecía escucharme y prestarme atención a pesar de que resolvía sus sopas de letras. Estando en el mismo sitio que los sábados anteriores, esperando por él, lo pensé mejor y me di cuenta de que quizá no se trataba tanto de que, contrario al principio, dejaba de hacer lo que hacía por escucharme, sino que ahora seguía haciéndolo y me escuchaba al mismo tiempo.
¿Eso era algo bueno? ¿Significaba que comenzaba a acostumbrarse más a mí y que por ello ya podía seguir haciendo su actividad favorita aunque yo estuviera allí? ¿O significaba que no se sentía presionado? ¿O que no le incomodaba mi compañía, que se sentía cómodo cuando estaba cerca, y que por eso podía resolver sus sopas de letras en paz?
La verdad, con él... no era tan fácil saberlo. Él era como esos rompecabezas que, aunque sabías que valían la pena, eran difíciles. Y a veces la respuesta, la pieza correcta, estaba justo frente a ti y tú sólo no la veías, pero otras veces la pieza sólo no podía ser encontrada, la respuesta no estaba frente a ti, estaba escondida y, aunque morías por encontrarla, no podías hacerlo.
Algunos días con él eran así. La respuesta se me era bastante obvia, podía descifrarlo, podía entenderlo. Pero otras veces en serio me costaba y no podía descubrir qué era lo que pasaba en su cabeza y... era estresante. Porque no hablaba mucho y, bueno, yo no quería precisamente ir a hacerle mil preguntas sin siquiera saber si podría o querría responderlas, porque me gustaba hacerle entender que respetaba su privacidad pero —pero algunos días eran complicados. O momentos. O cosas, más bien.
Como esa. O como cuando de la nada me miraba a los ojos de forma tan intensa. O como el simple hecho de que yo le hablara, contara cosas y chistes estúpidos todo el tiempo y él no respondiera mucho pero aún así siguiera oyendo y no me dijera que me callara o que lo estaba hartando o que lo aburría —sí, era cruel, pero ya me había pasado. Y no había sido muy lindo, la verdad.
Me parecía cómico —por decirlo de alguna manera— que, al estar en el trasporte, sólo yo hablara y él estuviera tan concentrado en su pasatiempo. A veces se me acababan los temas de conversación o simplemente no sabía qué más decir, y me dedicaba a verlo, y notaba que, en ocasiones, él no veía algunas palabras.
En esos momentos yo sonreía y me preguntaba si no las veía porque lo aturdía por hablar tanto, si interrumpía su concentración al hablar o estar allí, si sólo se concentraba tanto en las palabras que no lograba verlas o si se debía a algo más. Porque, es decir, para ser su pasatiempo favorito y llevar haciéndolo bastante tiempo me esperaba que fuera mejor en él.
¿O sólo no había sido tan bueno desde algún punto en específico?
En fin, la cosa era que lo ayudaba con sus sopas de letras. No mucho, obviamente, porque tampoco quería que sintiera que le estaba diciendo que creía que él no podía hacerlo solo, o que quería hacerlo por él, porque sabía que era de esos que necesitaban hacer ciertas cosas por sí mismo, pero a veces sólo me quedaba sin temas de conversación, veía el cuaderno que tenía en frente, encontraba una palabra y se lo decía.
La señalaba, la marcaba con un lápiz y, en ocasiones, esa palabra terminaba trayéndome algún recuerdo a la mente y hablaba de ello —y, en otras ocasiones, no me recordaba a nada, no decía nada y simplemente seguíamos allí, en silencio, sentados al lado del otro. La verdad, me gustaba cuando esto ocurría, no tanto por el hecho de que pudiéramos estar en calma y con comodidad —al menos, a mi parecer—, sino porque él no se quejaba de que lo ayudara y sabía que eso era bueno.
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El chico de las sopas de letras #JustWriteItLGBTQ+ Ziall AU
FanfictionNiall sólo resuelve sopas de letras en clases. Y Zayn decide que Niall será su nuevo amigo. Historia LGBTQA+. Romance homosexual.