Capítulo 3

2.8K 320 231
                                    


Pasé otra semana sin hablarle a Niall. El cachorro no explicó —ni tuvo el más mínimo interés en hacerlo, según vi después— por qué había huido ese día en la cafetería. Cuando íbamos por los pasillos no me miraba, ni en el salón, en el trasporte seguía sentándose solo y en la cafetería igual. Continuaba resolviendo sopas de letras con la misma pasión y frecuencia que antes —y yo, claro está, sólo tenía más curiosidad por él.

Yo lo observaba con interés porque me parecía fascinante. Los profesores lo miraban con preocupación porque a veces parecía estar en otro planeta. Y los demás del salón... lo veían como un cazador mira a su presa.

Porque, para ellos, eso era Niall —una presa.

El martes, después de la hora del almuerzo, antes de entrar a la siguiente clase, le prepararon una broma. Colocaron un bote lleno de pegamento encima de la puerta, la cual estaba entreabierta, y esperaron a que Niall la atravesara. Sabían que no se daría cuenta, ni que levantarían sospechas al respecto porque él estaba demasiado concentrado en sus sopas de letras —las resolvía incluso caminando, como si nada más importara— y, cuando yo me di cuenta, ya era demasiado tarde.

Niall estaba caminando hacia la puerta. Los demás estaban alrededor, esperando que su perfecto plan se llevara a cabo, y yo me encontraba hablando con Louis. Cuando dejé de reír por algo que me había dicho, me fijé en que mis compañeros de salón estaban demasiado callados, por lo que giré a verlos, dándome cuenta de que miraban al rubio con interés, expectación y un poco de burla. De inmediato, dirigí mis ojos a la puerta, viendo una sombra extraña debajo de esta, y algo en mi mente hizo click.

Corrí lo más rápido que pude hasta el inmueble, el cual ya Niall comenzaba a presionar, debido a que quería entrar en salón a sentarse, como siempre, y la cubeta quedaba cada vez más inestable, aunque esto él no lo sabía, y, como no vi más escapatoria, desesperado, empujé al rubio hacia un lado, fuera del salón, haciendo que se cayera y también sus pertenencias, cosa no intencionada, definitivamente, y yo quedé debajo de la puerta, por lo que, oh, sí, me cayó todo el pegamento encima.

Seguidamente, se escuchó un click y un montón de plumas quedaron pegadas a mí. Y para completar, porque no podía faltar, un chico pasó corriendo a mi lado y me colocó un guante de hule rojo en la cabeza.

Genial.

Parezco una gallina.

Escuché repetidos flashes de cámaras y risas provenientes de teléfonos y personas inmaduras. Suspiré, estresado, y pasé mi mano por mi cara, quitando los excesos y el guante de hule. Louis corrió hasta donde estaba, me vio de pies a cabeza y suprimió una carcajada, divertido.

—¿Te parece gracioso, imbécil? —pregunté enojado.

—¿Qué dices? —fingió no oírme, haciéndose el desentendido—. Disculpa, no entiendo gallinez.

Lo fulminé con la mirada y le di un golpe en la cabeza.

—Eso te pasa por imbécil.

—No sé de qué te quejas —se encogió de hombros con una mueca divertida, sobándose la zona golpeada. Me sonrió y parpadeó varias veces, haciéndose el inocente—. Las plumas te resaltan los ojos; te ves precioso.

Le di otro golpe y me gruñó. Fue a su pupitre y yo me sacudí como un perro al que acababan de bañar, intentando librarme de las plumas, y escuché que la profesora llegó.

El chico de las sopas de letras #JustWriteItLGBTQ+ Ziall AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora