Capítulo 36

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Era miércoles y Maura estaba limpiando la nevera. Se quejaba mentalmente por no haberla limpiado antes, porque sólo había conseguido que se ensuciara más y, aunque le fastidiaba hacer lo que estaba haciendo, odiaba muchísimo más verla tan desaseada. Miró la hora en el mircoondas y suspiró con pesar; ya debía ir recogiendo las cosas.

Faltaba la mitad, aún no estaba limpia del todo, pero debía irse a "dormir" para que a las 4pm su hijo hiciera su llamada diaria y así no descubriera que ella ya sabía que él lo hacía. Guardando las cosas en su sitio, sonrió, pareciéndole cómica la actitud de su pequeño al respecto o, más bien, su forma de pensar. Esperaba a diario que ella se durmiera a esa hora para hacer su llamada, lo que quería decir que llamaba a diario, sin falta, y, ¿en ningún momento habría pensado que tal vez ella lo había escuchado?

Obviamente lo había hecho. Y siempre fingía irse a dormir para que él pudiera llamar con tranquilidad, para que no se sintiera espiado, pero, a veces, como esa, desearía poder quedarse haciendo otras cosas que no fueran ir a su habitación, mirar el techo por una media hora, para no levantar sospechas, y luego continuar con su vida.

Sin embargo, sabía que no era posible. O quizá sí lo era, sólo que ella no quería hacerle eso a Niall, por lo que, suspirando por enésima vez, colocó la esponja en el fregadero y se quitó los guantes. No los alejó demasiado porque, de igual forma, los volvería a usar para terminar con la nevera después de su maravillosa siesta, y tomó agua y se sentó en el sofá por unos minutos.

Sabía que tendría que quitarse pronto, pero quería descansar unos minutos. Cerró los ojos, respiró varias veces y, cuando estaba a punto de quedarse dormida, escuchó sonar el teléfono. Abrió los ojos de inmediato, impactada, y miró la hora. Aún faltaban quince minutos para las 4 y nadie solía llamar a esa hora —o, en realidad, nadie solía llamar. Al menos, no a ese teléfono, que era prácticamente para Niall, debido a que ella y su esposo tenían celulares propios y se comunicaban a través de ellos.

Tomó aire, asustada, y atendió.

—¿Hola?

—¡Hola, buenas tardes! —sonó la voz de un adolescente masculino—. ¿Estoy llamando a la casa Horan?

Tragó saliva.

—No eres Samuel, ¿verdad?

—No. ¿Quién es Samuel?

Maura suspiró, aliviada.

—Bien, perfecto. Sí, hijo, esta es la casa Horan.

—¡Gracias! ¿Está Niall?

Y un pensamiento le atravesó la mente.

—¿Luciérnaga?

—¿Qué?

La madre negó con la cabeza.

—Disculpa un momento, hijo. Ya lo llamo —Se despegó del teléfono y gritó desde la sala para que su hijo bajara, diciéndole que lo requerían en el teléfono—. Listo, hijo —afirmó sonriendo mientras volvía a ponerse el aparato en la oreja.

—Muchas gracias, señora.

Niall bajó las escaleras, fue a la sala y su madre le tendió el teléfono. Le dijo que iría a dormir un rato, que estaba cansada, y el adolescente asintió con la cabeza. Esperó a que su progenitora entrara a su habitación y, cuando estuvo seguro de que ya no estaba escuchando —o cerca—, tomó el teléfono.

—¿Diga?

—¿Niall? ¡Es Zayn! ¿Cómo estás?

El rubio alzó las comisuras de los labios y se sentó en el sofá.

El chico de las sopas de letras #JustWriteItLGBTQ+ Ziall AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora