Capítulo 29

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Sentí un alivio infinito cuando vi al cachorro llegar al sitio en el que le dije que nos encontraríamos. Caminaba más lento que de costumbre y con los ojos más atentos, como si estuviera constantemente analizándolo todo. Atribuí esto a su condición, pero eso no hacía que me doliera menos verlo así.

—¡Hola, Niall! —Sonreí cuando llegó—. ¿Todo bien? —Asintió con la cabeza—. Les dije a los demás que se adelantaran y que los alcanzaríamos luego. ¿Te parece bien? —Volvió a asentir con la cabeza y suspiré—. Bien.

Comenzamos a caminar unas calles con lentitud, adaptándome a su paso, y me rasqué la cabeza. ¿Había sido siquiera buena idea invitarlo? No por nosotros, o por mí en específico, sino por él, porque parecía en serio costarle todo eso de estar en público y yo lo que menos quería era que la pasara mal o que estuviera incómodo.

—Eh, si en algún momento quieres irte, puedes decirme —anuncié—. No me molestaré ni te creeré un cobarde ni nada por el estilo, ¿sí?

—Estoy bien —exclamó sin voltear a mirarme—. No te preocupes.

¿En serio me decía que no me preocupara? ¿A mí? ¿De verdad? Sacudí la cabeza y me concentré en seguir caminando a un paso que me permitiera tenerlo cerca y a la vez vigilado. No era que quería controlarlo ni nada, sino que quería asegurarme de que no le sucediera nada malo o que pasara por alguna incomodidad por cualquier cosa.

Hacíamos silencio. Él se concentraba en las calles, en las personas, y yo me concentraba en él. Había tenido la esperanza de que al menos hablara un poco estando fuera del colegio, pero entendí que debía ser realmente difícil y, bueno, si ya le era difícil salir de su casa e ir hasta donde estaba, ¿cuánto iría a costarle hablar?

Supuse que esto también podría deberse a que, por más que yo dijera que lo consideraba mi amigo, no llevábamos mucho tiempo juntándonos. No nos conocíamos demasiado y quizá estaba intentando adaptarse a caminar conmigo en un sitio que no fueran los pasillos del colegio y la cafetería.

Mi celular vibró en mi bolsillo y vi que era un mensaje de Louis. Estaban a punto de pasar a la fila para comprar las entradas para la película, porque al último momento habían decidido ir al cine, y me estaba preguntando si nos faltaba mucho para llegar o si siquiera debían comprarnos las entradas.

Guardé el teléfono y pasé a mirar las calles. La verdad, estábamos cerca. En diez minutos, aproximadamente, estaríamos reunidos con ellos y quizá comprando palomitas y quién sabía qué cosas más. El cachorro y yo cruzamos unas calles, siempre manteniendo un ritmo lento y pausado y, una vez llegados a una cuadra de distancia del centro comercial en el que estaba el cine, me di cuenta de que pareció congelarse.

—¿Niall? —pregunté con preocupación. Miré su rostro, la forma en la que lo bajó y se mordió el labio y volvió sus manos puños una y otra vez, y carraspeé—. ¿Sabes? Por aquí cerca queda una tienda de helados y es muy buena. ¿Quieres ir?

Asintió con la cabeza y comenzamos a caminar en otra dirección. Noté que suspiró y que relajó sus manos, asumí que aliviado, y sonreí hacia adentro. Estuvimos andando por unos diez minutos más y sentí mi teléfono volver a vibrar en mi bolsillo. No le presté atención porque creí que sería un simple mensaje, pero luego noté que continuó haciendo lo mismo y entendí que me estaban llamando.

Y era Louis.

—¿Hola, mamá? —dije al contestar.

—¿Mamá? ¿Se te dañó el identificador de llamadas o qué?

—Sí, estoy bien, gracias por preguntar.

—¿Sabes qué? No voy a ponerme a adivinar tus locuras. Como no me dijiste nada, compré un boleto para ti y para Niall. ¿Van a venir o los arrojo a la basura?

El chico de las sopas de letras #JustWriteItLGBTQ+ Ziall AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora