Capítulo 30

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Bobby entró a su casa con una sonrisa. Odiaba trabajar los sábados, pero al menos le pagaban bien y con eso podía cubrir todos los gastos de la casa y las terapias de su hijo. Colocó una bolsa llena de gomitas en el mesón de la cocina, tomó agua, y se sentó a descansar unos segundos; estaba exhausto. Quería dormir el resto del día o quizá sólo pasarlo viendo televisión en la sala con su pequeño.

Sonrió de nuevo al recordarlo y, tomando la bolsa de gomitas que sabía que eran sus favoritas, se dirigió hasta su habitación. Tocó la puerta, esperó una respuesta y, al no recibirla, se asustó.

—¿Niall? —preguntó con miedo—. ¿Estás ahí?

Esperó de nuevo y nada; no respondían. Preocupado, decidió abrir la puerta y se encontró con lo peor del mundo: estaba vacía. La habitación estaba vacía. Pensó en mil cosas que pudieran haberle pasado, preguntándose si debía llamar a la policía y reportarlo como perdido o comenzar a pegar pancartas en todos los postes de la calle —incluso pensó en mover ese contacto que de seguro accedería a poner la noticia de inmediato en la televisión—, cuando escuchó a su esposa llamándolo.

Suspiró, intentando calmarse, y cerró de nuevo la puerta y bajó a la sala. El amor de su vida lo recibió con una sonrisa y un beso lleno de ternura, lo cual de alguna forma hizo que se sintiera mejor y, después de unos minutos de conversación breve, más que todo por parte de ella hablando de las maravillas que le estaba haciendo al jardín, le preguntó por Niall.

—Fui a su habitación y no estaba allí. ¿Salió a comprar gomitas o algo? —Levantó la bolsa que tenía en la mano, mostrándosela—. Porque le traje.

Maura rio, encantada por la actitud de su esposo, y negó con la cabeza.

—No, cariño, no salió a comprar gomitas, pero sí salió y le pedí comprarme unas pocas —Tomó la bolsa y agarró unas cuantas—. Aunque ahora veo que no era necesario.

Pero Bobby sólo estaba más confundido.

—¿A dónde salió?

La mujer suspiró, intentando controlarse.

—Niall salió, cariño. Salió.

El señor frunció el ceño y se quedó pensando unos minutos. Su esposa sonrió, sonriendo, y dijo que volvería al jardín a terminar lo que estaba haciendo. Bobby se sentó en el sofá, anonadado ante el entendimiento de lo que el amor de su vida le había dicho, y después de lo que se sintió para siempre escuchó cómo alguien entraba por la puerta de la casa.

Era Niall. Su Niall. Su pequeño. Y estaba entrando. Solo.

—Mamá, te traje las gomitas —comentó con una bolsita en la mano yendo hasta el jardín.

Y mientras, Bobby seguía ahí, sentado, impactado, shockeado, boquiabierto y completamente impresionado por lo que había visto.

Se sentía tan feliz que quería llorar —lo cual, de hecho, no tardó demasiado en suceder. Su hijo estaba avanzando, estaba mejorando, estaba superándose. Estaba demostrándoles a todos que sí era capaz de más de lo que habían temido, que habían hecho bien en creer en él, que no los iba a decepcionar.

¡Y se sentía tan orgulloso de él!

—¿Papá? —preguntó el rubio viendo con preocupación a su progenitor—. ¿Por qué estás llorando?

—Porque estoy orgulloso de ti —confesó el hombre quitándose las lágrimas del rostro y sonriendo—. En serio, Niall, estoy tan orgulloso de ti que no sé ni cómo expresarlo.

El menor se sonrojó, bajando la mirada, y asintió con la cabeza.

—Gracias —masculló en voz baja y su padre negó con la cabeza.

—Gracias a ti, pequeño —Sonrió aún más—. Por no rendirte. Por seguir intentándolo. Por hacer que me sienta orgulloso de ti. Por hacerme tan feliz.

El rubio alzó las comisuras de los labios y volvió a asentir con la cabeza.

—¿Puedo darte un abrazo? —pidió el padre y el menor negó con la cabeza—. Está bien, está bien; no importa. Sólo... —Le tendió la bolsa de gomitas que le había traído—. Son para ti. Sé que son tus favoritas.

El adolescente asintió con la cabeza de nuevo y la tomó.

—Gracias.

—A ti, pequeño —Le revolvió el pelo—. Por todo.

Niall lo miró con minuciosidad.

—Ya no estás llorando, ¿verdad?

El mayor negó con la cabeza.

—No, pequeño. Ya estoy bien.

El rubio asintió con la cabeza y metió la mano en la bolsa.

—Ten una gomita —Se la tendió y el padre la recibió con alegría y ternura—. Para que te sientas mejor.

—Ya estoy mejor, cariño, pero gracias —El hombre sonreía de oreja a oreja y Niall comenzó a alejarse—. Pero, oye, no las compartas, eh, que las compré especialmente para ti.

—Hay tesoros que, si no los compartes, te matan —respondió el rubio de inmediato y el mayor negó con la cabeza, sonriendo.

—Es verdad, hijo —dijo más para sí que para su hijo en voz baja—. Hay que ser buenos y compartir la felicidad.

Y, si nos basamos en eso, deberíamos compartirte con el mundo entero para que todos puedan saber la dicha que es tenerte en sus vidas, pero creo que soy un poco egoísta, así que... mejor no.

Mejor sólo me conformaré con que nos hagas felices a nosotros.

Con eso es suficiente.



[N/A: HOLIS <3

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All the queer love, Ker]

El chico de las sopas de letras #JustWriteItLGBTQ+ Ziall AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora