Capítulo 28: Campo de fresas

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Disfruto de la sensación de paz y tranquilidad tan inusual. Estoy tumbada de cualquier manera en medio del campo de fresas con la cabeza tumbada en el regazo de Nico, mientras él me trenza el pelo con las pequeñas flores que hemos encontrado. El sol brilla en todo su esplendor dándole un toque hermoso e irreal a todo. El lago suena a lo lejos, un sonido relajante que consigue hacer desaparecer la preocupación que estrujaba mi corazón. Las manos del chico que hay detrás de mí se mueven ágiles por entre mis largos mechones de pelo negro azabache, al igual que el suyo.

Agarro una delicada flor con cuidado y la alzo para olerla. La sostengo para observarla y me quedo mirándola anonadada. Las caricias de Nico son como una droga, me atontan, consiguen que todas mis preocupaciones desaparezcan.

- ¿Como es que sabes hacer trenzas? - pregunto curiosa rompiendo finalmente el silencio.

- Mi hermana me enseño - dice riéndose. Un sonido ronco y alegre que provoca que mi corazón pegue un brinco.

- ¿Y eso? - pregunto sonriéndole.

Me acaricia con ternura el rostro.

- No sé - se encoge de hombros - mi hermana siempre tubo unas ideas muy especiales.

- Seguro que era fantástica - digo segura.

- Si - esboza una lenta y triste sonrisa - lo era.

Le observo. Tiene el pelo negro cayendole largo por la frente, y sus ojos están mas brillantes de lo normal. Sus finos y perfectos labios están esbozando una pequeña pero verdadera sonrisa. Alzo vacilante la mano y le acaricio la mejilla. Nico toma mi mano entre las suyas y se las pega al pecho.

- Observa lo que provocas en mí - dice poniendo mi mano encima de su corazón, que late muchísimo más deprisa que normalmente y su respiración es agitada.

- Eso no es nada comparado con lo que yo siento - le digo.

Me mira fijamente para inclinarse lentamente hacia mí. Presiona sus labios contra los míos mientras me acaricia con ternura la mejilla. Mi mano localiza su corazón, que late desbocado, a la par con el mío.

- No estoy de acuerdo para nada - dice una vez nos hemos separado.

- ¿Que? - pregunto jadeando.

- Te aseguro que lo que tú provocas en mí es mil veces mayor a lo que yo provoco en ti.

- Permiteme disentir.

- Pues no te lo permito.

Hago un puchero y el únicamente se ríe.

- No hagas eso - dice mirándome risueño.

-¿Porque? - hago otro puchero.

- Porque me dan ganas de besarte.

Me sonrojo y sonrió tontamente, al tiempo que entrelazco mis manos sobre mi abdomen.

- ¿Como era tu hermana, Nico? - pregunto vacilante.

Espero que se tense y me fulmine con la mirada pero únicamente se estremece casi imperceptiblemente.

- Era especial - dice con voz triste - tenia el pelo castaño oscuro ondulado siempre recogido en una coleta o una trenza - sonríe, y yo entiendo porque sabe hacer trenzas - sus ojos eran color café, siempre brillantes, bastante grandes, que encajaban a la perfección con el resto de su cara, de un tono más moreno de lo habitual. Yo siempre he sido más parecido a Hades, tal vez porque soy un chico. No se.

»  Era dos años mayor que yo. Como nosotros nunca tuvimos padre o madre ella siempre fue la mas madura. Ocupaba el papel de madre, cuidaba de mí... Tubo que madurar antes de lo normal, solo tenia 12 años - sonríe con sus ojos llenos de lágrimas - debió de ser duro para ella. Yo era un crio que no hacia nada por salir adelante, únicamente me preocupaba un estúpido juego que me gustaba. Creí todo lo del juego, me lo aprendí, creyendo que seria fantasía, pura fantasía. - se ríe irónico - ahora entiendo por que me abandono.

Le miro fijamente, pero únicamente alcanzo a verle parte del cuello y la barbilla.

- Ojala yo tuviera un hermano - comento rompiendo el silencio - o una hermana.

Nico se ríe y me vuelve a trenzar el cabello con delicadeza.

- Tienes a Percy - dice con una sonrisita.

- Ya sabes a lo que me refiero - digo mirando el cielo.

Noto como unas miradas nos observan con fijeza y me giro para encontrarme con las miradas de desagrado de las Cazadoras.

Nico sigue la dirección de mi mirada y frunce el ceño.

- ¿Que problema tenéis? - pregunta con odio e ira.

- Ese no es tono para hablar a mis campeonas - le reprocha una voz.

Las chicas se apartan dejando pasar a Artemisa, que ahora ha adoptado la apariencia de una mujer de unos 25 años, de larga cabellera negra y unos ojos amarillos intimidantes.

- Me da igual como quieras que hable a tus campeonas. - dice entre dientes.

Le observo fijamente, la ira que siente hacia Artemisa y sus campeonas es desmesurada.

Me incorpora lentamente para darle un dulce beso. Nico me agarra de la nuca y profundiza el beso.

Delante de las Cazadoras.

Y de Artemisa.

Cuando nos separamos estamos jadeando y el apoya su frente en la mía. Me acaricia los labios con los dedos mientras sonríe.

- Me gustaría hablar con Daisy - dice Artemisa con voz tirante.

Nico se separa de mí sonriendo y se gira hacia las cazadoras con una sonrisa arrogante.

Me levanto con paso elegante y me acerco a Artemisa.

- Irónico, ¿no es así? La persona que te hace fuerte es también tu mayor debilidad.

Entrecierro los ojos.

- ¿Me has llamado para decirme solo eso?

- Te he llamado para recomendarte que te alejes de él. A tu padre no le agrada que estés con un hijo de Hades.

- Nico no es como su padre.

- Ni tú como el tuyo. Yo solo he venido a avisartelo.

- ¿Avisarme o amenazarme?

- Comunicartelo.

Asiento y me giro apenada, me acerco a Nico con la cabeza gacha. Me coge con delicadeza del mentón y me sube la cabeza. Tiene el celo fruncido y se rostro deja ver toda su preocupación.

- ¿Estas bien? - pregunta con voz dulce.

Niego con la cabeza, no tiene sentido mentirle, no me encuentro bien.

- ¿Puedo hacer algo por ti?

- Solo quiero que me abraces - contesto.

El hijo de la muerte (Nico di Angelo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora