Capítulo 88: Última noche.

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- Nico - susurro abarazandome más a él - ¿Volverás?

Me estremezco y hundo mi cabeza en su pecho, intentando disfrutar lo máximo posible del contacto de su cuerpo, sabiendo que mañana le tendré que dejar marchar y ya no volveré a sentir su presencia a mi lado reconfortandome diariamente.

- Por supuesto, Daisy - susurra contra mi pelo - Te quiero, no pienso dejar que nada me separe de ti.

Me acurruco más contra él y me vuelvo a estremecer.

- No quiero que te vayas, Nico - gimoteo.

- No quiero irme - susurra acariciandome con ternura el pelo - Te lo aseguro.

Sollozo contra la negra tela de su camiseta y estrujo la prenda entre mis manos en un puño.

- Ésta va a ser mi última noche en el Campamento Mestizo - susurra - Y no quiero verte llorar, Daisy. Quiero que cuando me recuerdes; en tu mente veas todos esos momento de felicidad compartida y risas alegres. No quiero que cada vez que me recuerdes sufras.

- Pero sufro si no tengo a mi lado - le digo con voz aguda.

- Y yo - me estrecha con más fuerza - Mientras esté en el inframundo te recordaré; recordaré cada tarde tumbado en el campo de fresas o en la orilla del mar, cada vez que me has dicho que me quieres, cada noche a tu lado, cada beso que nos hemos dado. Y gracias a eso, a lo mejor, no me vuelvo loco ahí abajo.

Las lágrimas que tanto he intentado reprimir - y lo había conseguido hasta ahora - empiezan a salir a borbotones.

- Ehh - se separa levemente de mi y me mira a los ojos - No llores, por favor - me suplica con voz dulce limpiándome las lágrimas con los pulgares.

- No quiero que te vayas - digo con las lágrimas cayendo por mis mejillas en abundancia.

Pareceré la típica niñata estúpida, superficial y malcriada que llora por todo, pero realmente no quiero que se vaya. No sé como van a ser estos días sin él. Desde que llegué a sido su presencia lo que me ha animado a seguir a delante y superar cada problema que se ponía en mi camino. Él.

Y sin él a mi lado no se lo que va a ser de mi. Sin él y sin James.

- No me voy para siempre - me sonríe - Nos volveremos a ver. No es un hasta siempre, es un hasta pronto.

Asiento al tiempo que más lágrimas caen. No puedo impedirlo, aunque para ser honestos, tampoco quiero. Ya es inútil intentar evitar lo inevitable; y es que haga un drama de ésta situación.

- Vale - susurro en un hilo de voz - vale.

Me acuna el rostro con dulzura y me besa con delicadeza, probablemente saboreando las lágrimas que aún caen sin piedad de mis hinchados ojos. 

Arrimo mi cuerpo al suyo y apoyo mi peso en su cuello, pegándome a él lo máximo que me permite ésta incomoda posición. Necesito el consuelo que me proporcionan sus labios y el sentimiento que me hace sentir querida y amada que solo me brindan sus caricias. Sus manos vuelan rápidamente a mi cadera y me estrecha con fuerza entre sus brazos. Un sentimiento de seguridad se instala en mi corazón, que rápidamente se ve sustituido por uno de tristeza al recordar que mañana ya no podré volver a besar esos labios tan adictivos que tiene Nico, ni le podré volver a ver sin camiseta tumbado en la cama; con el rostro angelical que significa que aún duerme. Ya no podré sentir sus fuertes brazos a mi alrededor, ni su ronca - y sensual - risa; que despierta miles de sensaciones en mi interior que algunas chicas llaman mariposas. No podré volver a mirar esos ojos negros que tanto me atraen, ni tocar el cabello ya largo de Nico que me mata.

Amo cada parte de él. Desde sus hermosos y cautivadores ojos negros hasta la más grande de sus imperfecciones. Pero es que para mí Nico es perfecto; no porque en realidad lo sea, si no porque esos pequeños detalles que para los demás son imperfecciones, a mi me parece que lo vuelven aún más perfecto. Porque él es perfecto.

Él.

Él chico que viste siempre de negro y no se relaciona con nadie. Que siempre va rodeado de un aura oscura y pertenece a la cabaña 13. Él. Ese chico. Mi chico.

Nico nos transporta a los dos hasta su cabaña y me tumba en su litera antes de tumbarse encima mío.

- Creo que esto es una de las cosas que más de menos voy a echar - susurra con voz ronca y una sonrisa traviesa en su cara. Su pelo le cae por la frente de una manera sexy - demasiado sexy - y mis ganas de apartarselo y acariciarlo son indescriptibles.

- No creo poder pasar estos días sin ti, Nico - susurro mordiéndome el labio, intentando que no caigan más lágrimas.

- Shhh, Daisy - me mira suplicante - olvida eso por un momento, en mi ultima noche aquí. Disfrutemosla.

Asiento y me siento sobre la cama.

- ¿Pero como se supone que voy a disfrutar de ésta noche sabiendo que mañana te tendrás que ir? - pregunto en un susurro.

- Volveré tan pronto como me lo permita mi padre, Daisy - me dice acunandome en rostro.

Sus ojos negros como el carbón brillan tenuemente, y yo sé que él realmente quiere llorar; pero no lo hace por mí. Para que mi depresión no aumente. Para no hacerme daño con su dolor. Porque él es fuerte. Es suficientemente fuerte como para evitar las lágrimas. Algo realmente imposible para mi. Es fuerte para ocultar todo el dolor que siente, ha sufrido mucho para saber ocultar el dolor tan bien.

No importa lo mucho que lloro ayer, importa el esfuerzo que está haciendo por no llorar ahora; un esfuerzo que hace solo por mi.

Nico di Angelo es como un sueño inalcanzable. Puedo creer que lo entiendo, que es mío, que yo comprendo por que es así. Pero no tengo la más mínima idea de por lo que ha tenido que pasar. Siempre me sorprende su capacidad de minimizar su sufrimiento por mí.

Él es simplemente complicado. Todo él. Cada experiencia que ha vivido le ha echo más fuerte y le ha obligado a darse cuenta de los horrores del mundo real. Todo lo que ha vivido lo ha cambiado interna y externamente.

La muerte de su hermana, las experiencias de los Campamentos, estar encerrado en una vasija, su tiempo en el tártaro...

Y aún así es él el que se mantiene firme y seguro de si mismo mientras soy yo la que llora a mares por tonterías.

Porque él puede.

Porque él es Nico di Angelo.

El hijo de Hades.

El niño que tubo que pasar por el abandono - y más tarde muerte - de su hermana mayor, el crío que se vio obligado a cambiar su forma de ver el mundo, el chico que paso gran parte de su vida en el Inframundo por miedo al rechazo, el muchacho que ahora mismo ésta delante mía; preocupado por mi llanto cuando mi sufrimiento probablemente no es ni una centésima parte de lo que el siente.

Él.

El chico que me ha enseñado a ser segura de mi misma, que me a enseñado quien de verdad soy, quien me ha sacado de la depresión en la que estaba sumida.

Quien me vio bonita cuando nadie más lo hacia. Quien creyó en mi cuando nadie habría apostado nada en mi favor. Quien insistió - y sigue insistiendo - en que yo soy fuerte, que soy capaz de hacer lo que me proponga. Y que nadie me va a parar.

Porque él cree en mi. Cree en mi fuerza cuando ni siquiera yo lo hago.

El hijo de la muerte (Nico di Angelo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora