Capítulo 91: Viaje

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- ¿Queda mucho para llegar? - pregunto frustrado.

Llevamos en este coche al menos dos días. Como Jules Albert no es humano no hemos parado en ningún momento. El coche tenía comida y bebida; por lo que hemos comido y dormido dentro de él, algo realmente incómodo. Solo hemos parado unas cuantas veces porque me estaba quejando de que tenía que ir al baño.

¿Que? Es normal.

- Ya queda menos, James - replica Nico mirando por la ventanilla del coche.

Su rostro serio me pone los pelos de punta. No es que no lo haya visto antes serio; es que ahora es realmente espeluznante. Su ceño se mantiene permanentemente fruncido y sus labios unidos en una fina línea. Su humor ha empeorado visiblemente; y sus comentario son más mordaces y sarcásticos que nunca.

- ¿James? - me llama Nico.

- ¿Si? - pregunto nervioso.

Me apuesto lo que quieras a que sabe que besé a su novia y me va a pegar por eso.

- Sé lo del beso - dice inexpresivo.

Mierda.

- Ya bueno... - me remuevo incomodo en mi asiento de cuero negro.

- ¿La quieres? - me interrumpe.

- ¿Qué?

- ¿Quieres a Daisy, James? - pregunta mirándome directamente a los ojos.

¿Que si la quiero?

Si, joder. ¡Claro que la quiero!

Su precioso cabello negro azabache que brilla con la luz del sol, sus ojazos verdes mar, su tierna personalidad; provocan que no pueda dejar de mirarla. La pequeña manía que tiene de arrugar de manera adorable la nariz cuando algo no le gusta, o cuando se muerde el labio cuando está nerviosa. Esa sonrisa que tiene; tan grande que deja ver toda su hilera de pequeños y blancos dientes, una sonrisa de verdad; de esas que ya no se ven.

- Si, Nico - le digo apartando la vista de sus penetrantes ojos negros como la obsidiana.

- Creo que... - respira hondo - Creo que ella también te quiere.

Asiento mirando el paisaje que se ve a través de la ventanilla del coche.

- Pero no tanto como a ti - le digo en un susurro.

No veo su reacción; pero escucho como se hunde en su asiento y mira él también por la ventanilla.

- La echo de menos, ¿sabes? - me dice - Todo de ella. Me estoy volviendo loco. Y eso que solo llevo un par de días sin ella. No sé como voy a sobrevivir en el Inframundo. No sin ella.

- Yo... - susurro - También la echo de menos, Nico.

El asiente y se gira en el acolchado asiento.

- Es como una tortura para mi - sus ojos observan sin atención el paisaje desértico - Recordar su voz; cada vez que me dijo te quiero, ella pronunciando mi nombre, murmurando con voz queda en sueños cosas completamente incoherentes... Su sonrisa, cada vez que me sonreía. Recuerdo sus pequeños brazos abrazandome por la cintura y su cabeza apoyada en mi pecho. Casi puedo sentirla de nuevo a mi lado; su calor, su olor, el rápido mayor de su corazón... recuerdo todo de ella; y eso me duele. Me duele saber que estuvo al alcance de mi mano pero no supe apreciarla cuando la tuve a mi lado y que ahora que no la tengo es cuando más la necesito.

«Suele pasar»

- La gente tiende a querer algo que no puede tener - respondo de forma simple.

El hijo de la muerte (Nico di Angelo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora