Capítulo 56: Dulce despertar

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Estoy tumbada boca abajo en la cómoda cama de Nico llevando nada más que una ancha camiseta de él y las sabanas enrolladas alrededor mío. Me encuentro en un estado de inconsciencia tal que no soy capaz de percatarme de lo que ocurre a mi alrededor.

Un susurro espeluznante hace que me agite en sueños y murmure cosas sin sentido. Siento una exquisita presión en el colchón, signo de que ahora hay alguien más en la cama conmigo. Sus labios me besan con dulzura el cuello y su olor me rodea por completo, totalmente embriagador. Sus manos expertas me apartan con cuidado de no despertarme (aún no sabe que estoy medio despierta) el pelo del cuello, dándole así un mayor acceso a mi garganta.

Me besa, muerde, y lame y toda la piel que tiene cerca de su boca. Sube dejando un reguero de besos hasta mi oído.

- Te quiero tanto... - susurra con voz ronca - Tanto...

Mi cuerpo se estremece y empiezo a sentir que la temperatura sube considerablemente. Las manos de Nico me acarician la cintura bajo la camiseta al tiempo que deposita suaves y tiernos besos por toda mi mandíbula. Se alza un poco apoyando su peso en sus fuertes brazos y yo aprovecho eso para darme la vuelta en la cama. Sus ojos entran en contacto con los mios y los noto un tono más oscuros de lo normal, oscurecidos por el deseo; lo que provoca que sienta algo extraño retorcerse en mi estomago. Jadeo.

Baja lentamente y cuando su boca está a punto de entrar en contacto con la mía, cosa que deseo fervientemente, se detiene y me muerde provocativo mi labio inferior. Le observo con los ojos y la boca abiertos, totalmente a su disposición.

Me mira fijamente y se arrodilla al pie de la cama son despegar sus ojos de los mios. Me sube la camiseta hasta donde acaban las costillas, dejando a la vista mis nada sexys braguitas rosas de conejitos.

Pega su rostro a mi estomago y aspira mi aroma de una manera que me hace enloquecer. Me besa toda la tripa y muerde en los lugares exactos para que sienta que mi temperatura corporal aumenta y desee con todas mis ganas a Nico. A Nico y todo lo que sé que el puede darme.

Me abre un poco las piernas y se acuesta entre ellas apoyando su frente contra la mía. Empiezo a sentir placenteras caricias en la cara interna de mis muslos, provocando que eche la cabeza hacia atrás y gima. Sus labios me recorren la garganta mordiéndola en ocasiones, provocando que pierda definitivamente el control.

De repente sus caricias se detienen y se queda estático encima mío. Se separa de mi abruptamente y se queda de pie al lado de mi cama mirándome acusador.

- No me has echo parar - me recrimina.

- No quería que pararas - susurro.

- No sabes lo que estas diciendo - murmura.

- Enseñamelo entonces - pido con voz ronca.

Sus pupilas se dilatan y veo que respira con dificultad.

- Podría haberte echo daño

- Pero no lo has hecho.

- Pero aún podría hacerlo.

- Se que no lo harás.

Me levanto de la cama dejando caer dramáticamente las sabanas sobre el colchón. Me acerco a él y le paso las manos por los brazos subiendo hasta sus hombros para enlazar finalmente mis manos detrás de su cuello. Atraigo su cabeza hacia la mis y junto sus labios con los míos lentamente. Por una vez soy yo quien lleva las riendas.

Mi lengua explora su boca y mis dedos tiran suavemente de su sedoso cabello, provocando un ronco gemido por parte de Nico. Sus manos me rodean la cintura y me baja el hombro de la camiseta para besarme el hombro.

El hijo de la muerte (Nico di Angelo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora