Capítulo 40: Frustración.

7.2K 368 86
                                    

*Nico*

Me pongo la almohada de mi cama en la cara y grito frustrado. ¿Porque siempre que estoy con Daisy tiene que aparecer alguien para fastidiarlo todo? Parece que lo hacen aposta y me pone furioso. Vuelvo a gritar otra vez, pero se de sobra que nadie me escucha, para eso está la almohada. Ahora mismo la necesito a ella; necesito sus labios, sus caricias, sus besos, sus suspiros... necesito todo de ella. Y la necesito aquí a mi lado, abrazandome, permitiéndome sentir el rápido latir de su corazón y agitada respiración, reacciones que la causa mi cercanía; aunque lo que ella provoca en mi no se queda atrás.

Vuelvo a gritar, pero esta vez grito su nombre, como si haciendo eso pudiera traerla aquí conmigo. Lo que desearía que estuviera aquí y no con ese estúpido hijo de Afrodita en ese estúpido ritual.

Me levanto de la cama rápidamente tirando la almohada por los aires sin importarme donde caiga y me acerco a la pared. Le doy un puñetazo sintiendo un dolor agudo en el puño, pero lo ignoro y vuelvo a golpear la pared, ésta vez dejando que toda la rabia, ira y cólera que me provoca verla con otros chicos (incluso con James y Nick que son como hermanos para ella) fluya y tome el control. Suelto un gemido cuando mi mano empieza a sangrar por culpa de los golpes pero no me detengo.

La recuerdo hoy en la playa, cuando la pregunté si la había gustado el beso; la furia que sentí cuando no me respondió, y el miedo a que me dejara me inundó por completo. Ella es tan hermosa, tan especial, y es mía. Única y exclusivamente mía.

Apoyo la cabeza en mis manos y suspiro. Golpear una pared no me servirá de nada, aunque el dolor me ayude a olvidarme un segundo de toda la mierda que me rodea.

- Nico - un estremecimiento me recorre al oír esa voz.

Me giro lentamente hasta quedar cara a cara a ese horrible mensaje iris que esta proyectado en la pared enfrente mía. La imagen muestra a un hombre de unos 30 años, de pelo y ojos negros con el pelo cayendole largo por el rostro. Todo en él emana superioridad, y unas conocidas ganas de servirle se apoderan de mí.

- Padre - digo resignado ignorando los impulsos de arrodillarme ante él.

- ¿Porque golpeabas la pared? - me pregunta sin emoción - Que yo sepa los objetos inanimados no pueden cabrear a nadie.

- Desde cuando te importo - le pregunto cansado de todo - puedes acabar con la farsa ya, si lo que te preocupa es lo que puedan pensar los demás, no te preocupes, les diré que has sido un padre atento conmigo.

- Soy tu padre - parece indignado.

Buena actuación Hades - pienso poniendo los ojos en blanco cansado de sus juegos.

- Muy bien - digo - has tardado en darte cuenta si te enteras ahora.

- Nico - me interrumpe con voz dura - soy tu padre, pero también soy un dios, y como tal no pienso permitir que me hables así.

- Si tu lo dices - hago un gesto de desprecio con mano y me siento en el suelo, apoyando la espalda en unos de los postes de mi cama.

Sus ojos brillan peligrosamente y su mandíbula se aprieta.

- ¿Que querías? - pregunto indiferente - si solo estas aburrido y necesitas que alguien te entretenga, te has equivocado de persona - le digo - y si quieres hacer de padre a estas alturas puedes irte por donde has venido, no te necesito. No necesito a nadie.

La necesitas a ella - me recuerda de forma inoportuna mi subconsciente.

- Creo que si que necesitas a alguien - dice Hades sonriendo leyendome el pensamiento, odio cuando hace eso - y por eso quiero hablar contigo.

El hijo de la muerte (Nico di Angelo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora