Capítulo 118: Disculpas

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*James*

- ¿Porque has echo eso? - me pregunta Bianca cuando Daisy sale corriendo.

- Solo la he dicho la verdad - me defiendo - No quiero que esté aquí. Es peligroso.

- ¡Eres un hipócrita! - estalla - Lo entiendo de Nico, pero de ti no. ¡No tienes derecho! Ella también es una semidiosa, una de los tres grandes. También tiene poderes y, encima, lleva más tiempo que tú en el Campamento. ¿Es porque es una chica?

- ¡¿Que?! ¡Claro que no! - la miro dolido - El tártaro es un lugar muy peligroso, estoy preocupado por ella.

- No te creo - murmura entre dientes ella.

- ¡Bianca! - exclamo exhasperado.

- Entiendo que estés preocupado, pero solo te has portado tan mal con ella, ¿esque acaso no te preocupas por los demás?

Frunzo los labios disgustado. No puedo decirle que la razón de que me preocupe por Daisy es porque la quiero. Que su cercanía me provoca cosas inexplicables. Que despierta sensaciones que nunca antes había experimentado. Que ella, con su pelo negro y sus ojos verdes, me parece la chica más perfecta de este mundo.

Simplemente no puedo.

- Los demás son semidioses experimentados - replico sin saber que decir.

- ¿En serio? - Bianca me mira enfadada - Tu amigo Nick - Oh, mierda - Tu mismo me dijiste que llegó al Campamento el mismo día que tu. Si la misión es peligrosa para ella, también debería de serlo para él y para ti.

Abro la boca indignado, odio que Bianca tenga razón.

- ¿Porque la defiendes? - inquiero.

- ¡Porque tu actitud me parece injusta! - espeta.

Miro a mi alrededor y veo que los demás se han ido.

- Si - escupe ella - los demás de han ido. Lo más probable es que ha consolarla. Ellos al menos tienen corazón.

La miro con la boca abierta y me acerco a ella.

- No has querido decir eso - susurro.

- Si, si he querido - replica ella obstinada.

- Bianca... - murmuro entre divertido y exhasperado.

- ¡Vale! - grita - ¡No he querido decir eso! Pero deberías ir a hablar con ella, para disculparte.

Frunzo los labios y cierro los ojos. Apoyo mi frente contra la suya y suspiro.

- Quizás tengas razón- murmuro.

- No, cielo - niega con la cabeza Bianca - Seguro que tengo razón.


*Nico*

Corro detrás de Daisy hasta que la veo entrar en una habitación al azar y cerrar la puerta de un golpe. Me apoyo en la oscura madera y respiro hondo.

Claro que me alegro de verla. La echaba malditamente de menos, todo de ella. Sus ojos verdes, su pelo negro; hasta echo de menos su manía de corregirme.

Pero ir al tártaro… es demasiado. No me puedo creer que Percy la haya dejado ir ¿que clase de hermano es? ¡Por dios! ¡Solo tiene 14 años! Me da igual si la ha estado entrenando un hijo de Atenea, como si lo era de Ares. La misión es peligrosa por si misma, no importa lo experto que te creas.

Daisy es fuerte, eso no lo dudo, pero no puede con esto; ni siquiera yo puedo.

Llamo a la puerta y la abro un poco para llamarla, pero Daisy lanza algo contra la puerta y yo la cierro de golpe.

El hijo de la muerte (Nico di Angelo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora