Capítulo 31: ¿Paz?

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- ¡BIEN! - grito levantando las manos emocionada.

Al fin las dos diosas tan incordiantes se han ido. Todo parece misteriosamente tranquilo sin su presencia, y yo disfruto de este silencio y esta paz tan anhelada.

Pero como siempre, la paz se acaba, y es sustituida por unos gritos histéricos. Cierro las manos en puños y me acerco peligrosamente al corro creado por los curiosos campistas.

Clarisse (como no) esta peleándose contra una chica menuda mucho más delicada y pequeña que ella.

- ¿Quien te has creído que eres? - vocifera.

- Cierra la boca Clarisse - espeto con voz dura poniéndome delante de la pobre chica.

Tendrá unos 11 años y tiene el pelo rojo con toda su pequeña cara llena de pequitas esparcidas por sus sonrojados mofletes y su fina nariz.

- Hay gente que disfruta del silencio y no quiere que se vea interrumpido por tu desagradable e irritante voz, en serio cállate. Todos estaríamos mejor sin tus incesantes peleas y gritos hacia todo lo que se mueve.

Su rostro de pone rojo de furia y alza un puño, dispuesta a golpearme, pero uno de sus hermanos la detiene.

- No - se limita a decir.

Clarisse se gira furibunda hacia él, pero finalmente se calla y se dirige hacia su cabala, cerrando de un portazo.

- Gracias - me dice tímidamente la chica a la que he protegido.

- No es nada - la sonrío con ternura - la verdad es que es en serio; no quiero escuchar su voz.

Se ríe y me mira.

- Igualmente gracias.

- Creo que deberías agradecérselo también a él - digo observando al chico que a detenido a Clarisse - si no fuera por su intervención, ahora mismo estaríamos ambos en la enfermería.

El chico tiene el pelo marrón largo hasta su barbilla y unos ojos color miel preciosos. No lleva camiseta, dejando ver su impresionante anatomía. Su cuerpo chorrea sudor dándole un aspecto muy sexy. Tendrá unos años mayor que yo, aunque como mucho tiene 17.

- No ha sido nada - dice esbozando una sonrisa deslumbrante.

Asiento sonriendo y la chica pequeña se sonroja.

- Me llamo Mark, ¿tu? - pregunta enmarcando una ceja.

- Daisy - digo en susurro, incapaz de apartar la vista.

- Pequeña, - dice Mark refiriéndose a la chica pelirroja - ¿Quien eres?

- Me llamo Stacy - dice con voz dulce - acabo de llegar.

- ¿Y porque se ha puesto a gritarte esa chica?

- Me estaba enseñando el campamento y un símbolo a aparecido sobre mi cabeza, se ha puesto ha gritarme como una histérica en seguida.

- ¿Que símbolo?

- Una paloma.

Mark y yo nos observamos sorprendidos.

- Sabes peque - le dice él inclinándose hacia ella hasta estar su altura - si hubieses llegado un poco antes hubieses visto a tu madre.

Stacy parece confundida.

- ¿Mi madre? - pregunta con voz aguda - Yo nunca he tenido madre.

La miramos con compasión y yo me arrodillo a su lado, siguiendo el ejemplo de Mark.

- ¿Que te explicó ella antes de que se pusiese a gritarte? - la pregunto.

- Que aquí no nadie podría hacerme daño - dice en un susurro - pero ella me lo ha hecho. Me ha mentido.

Las lágrimas se acumulan en sus ojos, y yo no se si es por tristeza, pena o frustración.

- Las personas mienten, peque - dice él con una sonrisa amable.

Ella asiente restregandose los ojos para limpiarse las lágrimas que amenazan con caer y vuelve a sollozar, esta vez más fuerte.

- Shh - Mark se pone en pie y la abraza, pegándola a su cuerpo mientras la intenta consolar.

- Aquí estarás bien, pequeña - le dice al oído con una sonrisa deslumbrante - el símbolo que ha aparecido sobre tu cabeza es bueno.

- Pero ella...

- Ella no tiene razón - dice él con expresión seria - Hay unas cuantas cosas que debes de saber, pero te las pueden explicar los de tú cabaña.

- ¿Mi cabaña? - pregunta limpiándose las lágrimas con su pequeña manita.

- Si - le sonríe con cariño y la gira para que quede cara a cara con la cabaña de Afrodita. - esa de ahí.

- Pero yo no quiero ir ahí - dice con un mueca - no me gusta el rosa, a de más, todo ahí son muy guapos.

- Tu también - dice Mark.

- Pero yo no pertenezco a ahí, no quiero pertenecer ahí. Todos parecen estúpidamente superficiales.

Me empiezo a reír y Mark con una sonrisa en su atractivo rostro la empuja hacia los escalones, que sube con paso vacilante.

- Definitivamente es cierto - dice mirando la puerta por la que acaba de desaparecer Stacy.

-¿Que? - pregunto extrañada

- Siempre hay excepciones para todo.

El hijo de la muerte (Nico di Angelo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora