Capítulo 131: Final

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*Narrador*

Los poderosos y magníficos dioses olímpicos se movían ansiosos en sus imponentes tronos de cuatro metros, mientras esperaban la llegada de Hades. Era la primera vez en mucho tiempo que Hades era llamado para una reunión en el Olimpo. Normalmente solo tenía permitido pisar la ciudad de los dioses el día del solsticio de invierno. El día más oscuro de todo el año, acorde a la apariencia y el carácter del tenebroso dios.

Cada dios se mostraba diferente ante la noticia de la inminente llegada de Hades. Algunos parecían satisfechos y contentos por la noticia, mientras que otros parecían a punto de vomitar. Y luego, como no, había un reducido grupo que solamente tenía miedo. Hades era un dios oscuro. Y a los Olímpicos, la oscuridad y las sombras no les apasionaban hasta el fundo de fundirse con ellas; como sabían que Hades y algunos de sus hijos podían hacer.

Aunque realmente daba igual lo que opinasen o pudiesen llegar a pensar. Zeus le prometió a su hermano un deseo a cambio de que les ayudase contra el tártaro. Hades había cumplido muy bien su parte del trato, ahora le tocaba a él.

Zeus, tratando de adelantarse a la petición del dios de inframundo, había llevado a Perséfone a la reunión. Dudaba de que su hermano se atreviera a pedir un hijo con su mujer delante.

Las pesadas y excesivamente decoradas puertas del salón se abrieron con un silencioso susurro, dejando a la vista la majestuosa figura de Hades acompañado por sus tres temidas furias; quienes aleteaban alrededor de su señor mientras blandían sus látigos en el aire. A pesar de que el Olimpo era un lugar, la mayoría del tiempo, alegre; la presencia del dios había llenado la sala de frío y miedo. Las densas sombras le rodeaban y parecían acompañarle. Como si le rindiesen pleitesía. Como si fuese su dueño y señor.

Hades esbozó una pequeña sonrisa torcida y se regocijó, con indiscutible satisfacción, al ver las caras asustadas de su “familia”. Se veía a distancia que su presencia no era de su agrado, que no era bienvenido. Pero su hermano le había prometido lo que él quisiese, y él pensaba cobrárselo.

Caminó con paso lento y pausado hasta la silla dispuesta para él, dejando que Alecto, Tísifone y Megera se posaran al lado suyo cuando se sentó. Realmente no las necesitaba, pues no corría peligro alguno y él lo sabía, pero le gustaba ver el miedo latiendo visible en los rostros de los inmortales cuando miraban sus garras, alas o látigos.

Hades miró a Zeus con las cejas arqueadas y una pequeña sonrisa burlona. Quería saber que tenía que decir el gran “Dios de Dioses”.

- Estoy seguro de que todos vosotros estáis al tanto del éxito de la misión que llevaron a cabo los semidioses del Campamento Mestizo – dijo – Pero no vale solo con eso. Es cierto que los monstruos se han dispersado, incluso que tardaran bastante tiempo en poder salir ahora; pero no podemos quedarnos sentado aquí esperando a que vuelvan a unirse. Lo más probable es que los pocos que quedan con vida salgan al mundo mortal y vayan directos a por los mestizos, además del peligro potencial que representan los gigantes y los titanes.

- ¿Y qué sugieres?

- Voy a mandar a unos pocos dioses menores al tártaro para que se aseguren de que todo está en orden. También voy a necesitar a todos los mestizos experimentados para que protejan los Campamentos – la mirada azul de Zeus se centró en Hades, quien permanecía impasible. No le estaban contando nada que no supiera o que no fuera capaz de adivinar por sí mismo - ¿Crees que podrás devolver a la vida a algún mestizo importante para que nos ayude? Abstente de que sean de la guerra de Troya, por favor. Ese conflicto aún me da dolor de cabeza.

Hades asintió con la cabeza en su dirección, pero sin mirarle realmente. Tendría que hablarlo con Perséfone y Thánatos, pero ya tenía unos cuantos guerreros que valdría la pena revivir.

- ¿No crees que también podemos usarla a ella? – le dijo Ares a Zeus – Sabes de sobra que nos sería de gran ayuda.

- Ya sabes lo que opino sobre este tema – replicó Zeus.

- Creo que me he perdido ¿Me lo explicas? – dijo Hades.

- Digamos que el Casino Loto no es el único lugar atemporal de la tierra, hermano – dijo Zeus – Y que no fuiste el primero en ocurrírsele la idea de ocultar a sus hijos allí.

- Disculpa mi falta de originalidad a la hora de ocultar a mis niños – dijo Hades poniendo los ojos en blanco, un gesto mortal que le había enseñado Nico y que él ahora adoraba hacer – Pero dinos, Zeus ¿cuántos hijos más tienes ocultos de la ira de tu querida esposa?

- Fue hace mucho – se excusó el dios – Mucho antes de que se sellara el trato o que se creara la profecía. Además, solo es una chica. No representa peligro alguno. Irá al Campamento Mestizo lo antes posible.

Hades sonrió y se puso una nota mental para Nico. Si esa hija de Zeus iba a acabar en el mismo Campamento que su hijo, se iba a encargar personalmente de que le contara todos los detalles sobre ella. A Nico no le gustaría hacer de espía, pero al final era un chico obediente.

- ¿Qué hay de mi? – preguntó.

Zeus suspiró teatralmente y miró con algo de duda a los otros once dioses olímpicos. Ya les había comentado con anterioridad el acuerdo que tenía con Hades, pero aún así no sabía cómo se iban a tomar la noticia.

- Adelante, Hades.

- Veréis – Hades le regaló una sonrisa malvada a los Olímpicos - cuando vuestro querido dios vino a rogarme por ayuda, me permitió cumplir un deseo. Lo que yo quisiese – las furias sisearon con sorna a su espalda, disfrutando con cada instante de pánico de los dioses – Mi primera opción fue pedir que me dejaseis venir al Olimpo y al mundo mortal cuando quisiese, pero mi gran amigo Thánatos me hizo darme cuenta de que realmente yo no quería eso. Estoy perfectamente en el inframundo sin vosotros, siendo mi propio rey. Siendo el dios. Con mis reglas y mi poder – se rió – Mi segunda opción fue pedir que el juramento por el cual no se me permite tener hijos se disolviese. Mis dos hermanos lo han roto, pero yo no. Nico nació antes de eso, pero eso no quita que quiera tener más hijos. ¿Pero sabéis que? No quiero más hijos si eso va a herir a Perséfone – Demeter, quien había estado al lado de su hija todo el rato, puso los ojos en blanco con fastidio cuando Perséfone suspiró encandilada – Entonces pensé en una solución. Algo que me beneficiase. Algo que yo desease, y al fin di con lo que yo más deseaba.

Hades se detuvo y observó con satisfacción esas expresiones de incertidumbre y pánico que cruzaban por el rostro de los dioses. Seguro que pensaban que iba a exigir sacrificios humanos.

- Deseo tener un campeón – pronunció al fin – Mestizo, mortal o inmortal. Será mi protegido, como si fuese mi hijo adoptivo – los rostros se llenaron de alivio – Pero yo podré elegir a quien desee. A quien yo quiera y cuando lo quiera. Solo uno, pero podrá ser cualquiera.

Eso ya no les hacía tanta gracia a los dioses. Dioses como Poseidón, Atenea o Afrodita veían a Hades eligiendo a sus hijos solo por molestarles. Otros como Ares, Hefesto o Hermes creían que Hades escogería a un niño pequeño, casi bebé. Y Artemisa tenía miedo de que cogiera a una de sus cazadoras.

Iban a tener que renunciar a un hijo o a una amiga, y no podrían hacer nada para cambiarlo.

- ¿Y quién será? - preguntó Demeter acariciando el cabello de su hija con seriedad.

- Todo a su debido tiempo, querida. Todo a su debido tiempo.

Y esté es el final de la historia :3

En uno de estos días subiré el epílogo y la nueva temporada (pues decidí dividirlo en dos).
Esperó que os haya gustadoRealmente jamás creí que llegaría a ser conocido.
Os adoro

El hijo de la muerte (Nico di Angelo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora