Capítulo 96: ¿Acosador?

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*James*

Me despierto por unas suaves caricias. Unas pequeñas manos me recorren la cara con la punta de los dedos.

- James - escucho que me llama alguien con voz suave y dulce.

Para nada parecida al grito histérico de Nick que me despertaba todas las mañanas desde que era pequeño.

- Arriba - canturrea esa voz.

Abro un ojo y veo a una hermosa mujer inclinada sobre mi con una sonrisa sincera en el rostro y los ojos achinados de sonreír.

- Artemisa - refunfuño girando en el colchón.

Oculto mi cara bajo la almohada y me tapo con las sabanas hasta la cabeza.

- James - Artemisa se sienta en la cama y me acaricia la espalda por encima de la fina tela de la sábana - Arriba. Ya es hora de levantarse.

Saco la cabeza y la miro.

- Es pronto - afirmo aún sin saber que hora es.

- No, no lo es - niega.

Su pelo oscuro está recogido en la parte de alante; los dos mechones de oscuro cabello más próximos al rostro están trenzados en la parte posterior de su cabeza, dejando a la vista su hermoso y delicado rostro.

- Tienes que ir al tártaro - me apremia.

- Exactamente por eso - digo - tengo que estar descansado, es muy peligroso.

Artemisa pone los ojos en blanco y replica un "hombres" bastante exasperada.

- James, arriba. Si no llamaré a Hypnos.

Sale de la habitación con paso majestuoso.

Hoy lleva un vaporoso vestido de seda blanco sin mangas con un cinturón dorado ciñendo su cintura. Brazaletes, pulseras, tobilleras y un collar adornan su cuello, brazos y piernas. Artemisa anda descalza, con sus pequeños pies golpeando levemente las baldosas al pisar sobre ellas.

Me levanto de la cama y me pongo algo de ropa. No tenia buena pinta esa amenaza de llamar a Hypnos. Por lo que se es el dios del sueño; y eso es algo que no quiero perder. Dejo la cama sin hacer y camino por los pasillos intentando despejarme un poco. Al pasar por delante de un gran espejo que adorna toda la longitud de un pasillo paro y me observo.

Mi cabello rubio claro está despeinado; a pesar de que me acabo de peinar. Mis ojos brillan tenuemente; con ese color verde tan singular. Mi piel está más bronceada y los músculos de mis brazos mucho más desarrollados.

Casi me veo como un adolescente normal.

Casi.

Las profundas ojeras de debajo de mi ojos y las heridas de mi antebrazo impiden que llegue realmente a parecerlo.

Sacudo la cabeza y sigo caminando, pero al rato me doy cuenta de que estoy perdido. Al final del pasillo vislumbro una habitación y me aproximo a ella esperando que dentro haya alguien que me indique el camino al comedor.

Pero lo que veo me deja sin respiración.

*Nico*

- ¿Me vuelves a explicar que es lo que se supone que tengo que encontrar en el tártaro? - le pregunto a mi padre por quinta vez.

Mi padre pone los ojos en blanco y se inclina sobre la mesa para coger un trozo de ambrosía y metérselo en la boca.

- Solo tienes que ver si hay más monstruos de los normal allí abajo - replica - ¿En serio es tan difícil de comprender? - le pregunta a Bianca.

El hijo de la muerte (Nico di Angelo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora