Capítulo 36: Gritos

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Me giro sobresaltada hacia mi hermano y le miro con reproche.

- Menudo susto me has pegado - digo frunciendo los labios.

- La chica de tu sueño es Calipso. - repite mirándome.

- Vale, bien, gracias - digo un poco (solo un poco) furiosa - ahora ¿me podrías explicar quien es?

- Es la hija del gran titán Atlas - dice Percy mirando el cielo - es una diosa inmortal. Durante la lucha entre dioses y titanes, ella se puso del lado de su padre, por lo que los dioses al acabar la guerra con ellos como vencedores la encerraron en Ogigia, la isla esa que has visto, como castigo por su desobediencia. Esta condenada a estar ahí para siempre, no puede salir, y solo un héroe cada mil años tiene el privilegio de entrar en la Isla. Siempre herido y necesitado de ayuda y atención. Cosa que ella le brinda sin reservas. Les cuida y les alimenta hasta que se recuperan y la vuelven a dejar sola. Las Morías la envían héroes de los que ella no puede evitar enamorarse, es su castigo. Cuidarlos y enamorarse de ellos, para verlos marchar uno tras otro. Ningún hombre encuentra Ogigia dos veces, ni aunque lo desee mas que nada.

Le miro fijamente.

- Que triste - susurro

Miro a Leo, quien observa a Percy con rabia, odio e ira.

- Que tu la abandonaras no significa que yo la abandonara también - le dice con furia contenida.

- Tu también la dejaste sola - replica Percy duramente - no importa si juraste sobre el río estigio volver a verla para sacarla de ahí, nadie encuentra Ogigia dos veces.

- Según el sueño de tu hermana - dice con una sonrisa burlona - yo sí.

- Nadie la encuentra - dice apretando los dientes.

- Tal vez eso es porque nadie de los que han ido han intentado volver - dice furioso Leo.

La cara de Percy se torna roja de ira y en sus hermosos ojos verdes se ve la rabia que siente ahora mismo.

- Eso fue lo que dijo ella - dice Percy entre dientes.

- Claro que dijo eso - grita Leo poniéndose el también en pie - ¿Que iba a saber ella que ninguno de los héroes a los que cuidó iba a intentar volver a verla? ¿Que la abandonarían a su suerte y se olvidarían de ella?

- Si ella dijo que no se podía volver ¿para que intentarlo? - se justifica Percy.

- Por que tienes fe en que podrás conseguirlo.

- ¿Fe? - Percy suelta una risotada - Crees que estas enamorado de ella, crees que la sacaras de allí, que serás su héroe. No es cierto, nunca conseguirás volver a Ogigia, ni la sacarás de allí, ni serás su héroe. Porque es imposible, y dudo sinceramente que tú puedas conseguir lo que otros mucho mejores que tu no pudieron.

Las manos de Leo estallan automáticamente en llamas y sus ojos están que echan chispas.

- Eres un idiota - escupe.

Percy me mira fijamente justo cuando Leo hecha a andar hacia el bosque, a refugiarse en el bunquer 9, supongo.

- Eso a estado mal - le digo a mi hermano con expresión seria.

- Lo sé - se pasa la mano por el pelo, frustrado - pero que querías que hiciera. El nunca podrá volver ahí, es mejor que se de cuenta cuanto antes.

- Pero esque así no has conseguido quitarle la esperanza de conseguirlo y las ganas de ir - digo - solo has logrado que te odie.

- Se le pasará - dice restándole importancia con un gesto de la mano.

- No lo creo - niego con la cabeza.

Me pongo en pie y me sacudo la tierra de los pantalones. Y antes de que Percy me pueda pedir explicaciones y obligarme a volver, salgo corriendo por el bosque en busca de Leo, consciente de que Nico me sigue muy de cerca.

- ¡Leo! - grito haciendo vocina con mis manos.

Escucho un débil sonido irritado y me encamino lentamente intentando hacer el menor ruido posible en esa dirección.

Leo se encuentra recostado en el tronco de un gran árbol con los ojos cerrados y todas las mejillas mojadas de las lágrimas que caen en abundancia sobre estas.

- Ehhh - me siento a su lado y le pongo la mano en el hombro, llamando automáticamente su atención.

- Daisy - murmura con voz ahogada.

- Leo - digo con una sonrisa - ignora a Percy, por favor. Seguro que la encuentras y la consigues sacar de allí. - esbozo una sonrisa.

- No - niega con la cabeza - tiene razón, si gente mas experimentada y mejor que yo no lo ha conseguido, ¿como voy a poder conseguirlo yo?

- Por que tú realmente quieres volver - le doy un suave apretón en el hombro - no dejes que nadie nunca te diga lo que puedes o no puedes hacer.

Me mira a los ojos; los suyos demasiado brillantes y enrojecidos.

- Daisy, emm... - empieza Nico nerviosos - tengo la extraña sensación de que alguien esta llamando a mi cabaña. Voy a ver quien es ¿vale?

Sonrío y me levanto para estar más o menos a su altura.

- Claro Cielo - Nico sonríe y me agarra con delicadeza del mentón para darme un beso muy dulce.

Me río cuando dejo de notar esa exquisita presión sobre mi boca, señal de que acaba de desaparecer en las sombras.

- Lo vas a conseguir - digo sentándome de nuevo enfrente suya.

- ¿De verdad lo crees? - un brillo de esperanza se asoma en sus ojos.

- No lo creo, estoy segura - afirmo.

Leo respira hondo y asiente

- En mi sueño aparecía tu barco entrando a la isla - digo.

- Pero la maldición de Calipso no deja entrar a nadie dos veces en esa isla.

- Los sueños son obra de los dioses - aclaro - y si los dioses me han enseñado el futuro en el cual tu entras en esa isla, es porque ellos dejaran que entres en esa isla ¿no crees?

- Entonces... - empieza el dubitativo - ¿Tu sueño muestra mi entrada al Ogigia?

- Si.

- Lo que significa que podré entrar.

- Aja.

- Pero... - me mira fijamente - yo no se donde está exactamente la isla.

- ¿Y no puedes encontrarla?

- La única persona que podría seria Percy, al ser hijo del dios del mar, se orienta en el mar mejor que cualquier brújula.

- Pero Percy dudo que nos ayude.

- Pero tu sí - dice con una sonrisa.

- ¿Yo? - alzo las cejas incrédula - dudo ser capaz de encontrar la isla.

- Tengo fe en ti - me dice con una gran sonrisa. - ¿Me ayudaras?

- Claro - digo como si fuese obvio - pero ni a Percy ni a Nico les gustara la idea.

- Pues que no se enteren hasta que estemos rumbo a Ogigia.

Me río ante su efusividad.

- En cuanto acabe de arreglar el Arco II y lo modifique lo necesario para poder llevar a cabo con éxito esta misión partiremos.

- ¿Tardareas mucho? - pregunto mordiéndome las uñas.

- Depende.

- ¿De que?

Leo respira hondo y me mira a los ojos.

- De si los dioses quieren que lo consigamos.

El hijo de la muerte (Nico di Angelo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora